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Mientras científicos estudian la propagación del sarampión en el país, Kennedy pone en riesgo avances que costaron décadas

Estados Unidos está a punto de perder su estatus de país libre de sarampión el próximo año. Si eso sucede, entraría en una nueva etapa en la que los brotes volverían a ser comunes.

Más niñas y niños serían hospitalizados por esta enfermedad prevenible. Algunos perderían la audición. Algunos morirían.

El sarampión también es costoso. Un nuevo estudio —aún no publicado en una revista científica— estima que la respuesta de salud pública ante brotes con un puñado de casos cuesta alrededor de $244.000.

Cuando una persona necesita atención hospitalaria, el costo promedio por caso es de $58.600. Según las estimaciones del estudio, un brote como el ocurrido a inicios de este año en el oeste de Texas, con 762 casos y 99 hospitalizaciones, cuesta aproximadamente $12.6 millones.

El estatus de Estados Unidos depende de si los principales brotes ocurridos este año tienen origen en el gran brote del oeste de Texas que comenzó oficialmente el 20 de enero. Si estos brotes están conectados y continúan más allá del 20 de enero del próximo año, el país ya no será considerado libre de sarampión.

“Mucha gente trabajó muy duro durante mucho tiempo para lograr la eliminación: años de trabajo para hacer que las vacunas estén disponibles, lograr una buena cobertura de vacunación y tener una respuesta rápida a los brotes para limitar su propagación”, dijo Paul Rota, microbiólogo recientemente retirado tras casi 40 años de carrera en los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC).

Pero en vez de actuar con rapidez para evitar el regreso del sarampión, Robert F. Kennedy Jr., abogado que fundó una organización antivacunas antes de asumir el liderazgo del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), ha debilitado la capacidad de las autoridades de salud pública para prevenir y contener brotes, al minar la confianza en las vacunas.

La vacuna contra el sarampión es segura y efectiva: solo el 4% de los más de 1.800 casos confirmados este año en el país se ha registrado en personas que recibieron las dos dosis recomendadas.

Kennedy ha despedido a expertos del comité asesor de vacunas de los CDC y ha afirmado, sin pruebas, que las vacunas pueden causar autismo, inflamación cerebral y muerte.

El 19 de noviembre, la información científica sobre vacunas y autismo en el sitio web de los CDC fue reemplazada por afirmaciones falsas. Kennedy dijo a The New York Times que él ordenó el cambio.

“¿Queremos volver a la era previa a las vacunas, cuando morían 500 niños al año por sarampión?”, se preguntó Demetre Daskalakis, ex director del centro nacional de inmunización de los CDC, quien renunció en agosto en protesta por las acciones de Kennedy.

Daskalakis y otros científicos afirman que la administración Trump parece más interesada en minimizar el resurgimiento del sarampión que en contenerlo.

Un vocero del HHS, Andrew Nixon, dijo en un comunicado que la vacunación sigue siendo la herramienta más efectiva para prevenir el sarampión y que “los CDC y las agencias de salud estatales y locales siguen trabajando juntos para evaluar los patrones de transmisión y garantizar una respuesta de salud pública efectiva”.

Buscando conexiones

Científicos de los CDC están rastreando el sarampión junto con investigadores de departamentos de salud y universidades.

Para saber si los brotes están relacionados, analizan los genomas del virus del sarampión, que contienen toda su información genética. Estos análisis pueden ayudar a revelar el origen de los brotes y su verdadera magnitud, además de alertar sobre contagios no detectados.

Los científicos llevan años realizando este tipo de análisis genéticos para el VIH, la gripe y covid, pero es algo nuevo para el sarampión, porque el virus ha sido un problema menor en el país durante décadas, explicó Samuel Scarpino, especialista en salud pública de la Universidad Northeastern, en Boston. “Es importante establecer una red de vigilancia que se pueda escalar rápidamente cuando sea necesario”, dijo.

“Estamos trabajando con los CDC y otros estados para determinar si lo que estamos viendo es un solo gran brote que sigue propagándose de estado a estado”, dijo Kelly Oakeson, investigadora en genómica del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Utah.

A primera vista, el brote en curso en Utah y Arizona, con 258 casos al 1 de diciembre, parece estar relacionado con el de Texas porque fue causado por la misma cepa del virus, D8-9171. Pero esta cepa también circula en Canadá y México, lo que significa que los brotes podrían haber empezado por separado, a partir de personas infectadas en el extranjero.

Si ese fuera el caso, esta diferencia técnica podría evitar que Estados Unidos pierda su estatus, dijo Rota. Ser un país libre de sarampión significa que el virus no circula de forma continua durante todo un año.

Canadá perdió su estatus en noviembre porque las autoridades no pudieron demostrar que varios brotes causados por la cepa D8-9171 no estaban relacionados, explicó Daniel Salas, director ejecutivo del programa integral de inmunización de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

La organización, parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), incluye a funcionarios de salud de América del Norte, Centroamérica, Sudamérica y el Caribe, y determina el estatus de eliminación del sarampión en base a los reportes científicos de los países miembros.

A comienzos del próximo año, la OPS escuchará a científicos de Estados Unidos. Si sus análisis indican que el sarampión se ha propagado de forma continua durante un año dentro del país, la directora de la organización podría revocar el estatus de país libre de sarampión.

“Esperamos que los países sean transparentes con la información que tienen”, dijo Salas. “Vamos a hacer preguntas como: ‘¿Cómo llegaron a sus conclusiones y si consideraron otras posibilidades?’”

En preparación para esta evaluación, Oakeson y otros investigadores estudian cuán similares son las cepas D8-9171 en Utah respecto a otras.

En lugar de analizar solo un fragmento del genoma que identifica la cepa, están examinando todo el genoma del virus del sarampión, que tiene unas 16.000 letras genéticas. Las mutaciones ocurren naturalmente con el tiempo, y la acumulación de pequeños cambios funciona como un reloj que revela cuánto tiempo ha pasado entre brotes. “Esto nos muestra la historia evolutiva de las muestras”, explicó Oakeson.

Por ejemplo, si un niño infecta directamente a otro, los virus en ambos serán idénticos. Pero los virus en personas infectadas al inicio de un gran brote serán ligeramente distintos a los que circulan meses después.

Aunque a los brotes en Texas y Utah los causó la misma cepa, Oakeson dijo que “detalles más precisos nos están llevando a creer que no están muy estrechamente relacionados”. Para saber exactamente qué tan distintos son entre sí, los científicos los están comparando con genomas del virus del sarampión provenientes de otros estados y países.

Idealmente, los estudios genéticos deberían complementarse con investigaciones de campo sobre cómo comenzó cada brote. Sin embargo, muchas de esas investigaciones no han obtenido respuestas porque las primeras personas infectadas no buscaron atención médica ni notificaron a las autoridades de salud.

Como en el oeste de Texas, el brote en Utah y Arizona está concentrado en comunidades muy cerradas, con baja vacunación y desconfianza hacia el gobierno y la medicina convencional.

Los investigadores también intentan averiguar cuántos casos de sarampión no han sido detectados. “Los casos confirmados requieren pruebas, y en algunas comunidades hay un costo asociado con ir al hospital: un tanque de gasolina, buscar quién cuide a los niños, faltar al trabajo”, explicó Andrew Pavia, doctor en enfermedades infecciosas de la Universidad de Utah. “Si tu hijo tiene un sarpullido de sarampión pero no está muy enfermo, ¿para qué molestarse?”.

Vigilancia sutil

Pavia forma parte de una red nacional de vigilancia de brotes liderada por los CDC. Una forma sencilla de estimar la magnitud de un brote sería mediante encuestas, pero eso se complica en comunidades que desconfían del personal de salud pública.

“En un entorno colaborativo, podríamos hacer cuestionarios preguntando si alguien en el hogar tuvo sarpullido u otros síntomas de sarampión”, dijo Pavia. “Pero los mismos factores que dificultan que la gente se vacune o haga cuarentena también complican esto”.

Por eso, Pavia y otros investigadores están analizando los genomas. Una gran variación genética sugiere que un brote se ha propagado durante semanas o meses antes de ser detectado, infectando a muchas más personas de las que se sabe.

Una forma de vigilancia menos invasiva es mediante el análisis de aguas residuales. Este año, los CDC y departamentos de salud estatales comenzaron a hacer pruebas en aguas residuales de hogares y edificios para detectar el virus del sarampión que eliminan las personas infectadas.

Un estudio en Texas encontró que esto puede servir como sistema de alerta temprana, permitiendo detectar brotes antes de que las personas lleguen al hospital.

La labor silenciosa de los científicos de los CDC contrasta con la falta de comunicación pública de la agencia.

Desde que el presidente Donald Trump asumió el cargo, los CDC no han realizado una sola conferencia de prensa sobre el sarampión, y su última publicación al respecto en el boletín Morbidity and Mortality Weekly Report fue en abril.

En lugar de actuar rápidamente para contener el brote en Texas, la administración Trump obstaculizó la capacidad de los CDC para comunicarse con rapidez con las autoridades de ese estado y demoró la entrega de fondos federales de emergencia, según investigaciones de KFF Health News. Mientras tanto, Kennedy difundió mensajes confusos sobre las vacunas y promovió tratamientos no comprobados.

Daskalakis dijo que, mientras el brote en Texas empeoraba, su equipo en los CDC no recibió respuesta cuando solicitó informar a Kennedy y a otros funcionarios del HHS.

“Objetivamente, no estaban ayudando con el brote en Texas, así que si perdemos el estatus de eliminación, tal vez digan: ‘¿Y qué?’”, dijo Daskalakis.

Nixon, el vocero del HHS, afirmó que Kennedy respondió con fuerza al brote en Texas al ordenar a los CDC que proporcionaran vacunas y medicamentos contra el sarampión a las comunidades, aceleraran las pruebas y brindaran orientación a doctores y funcionarios de salud. Agregó que Estados Unidos conserva su estatus porque no hay pruebas de transmisión continua por 12 meses.

“El análisis genómico preliminar sugiere que los casos en Utah y Arizona no están directamente relacionados con los de Texas”, escribió en la red social X el director interino de los CDC y secretario adjunto del HHS, Jim O’Neill.

Dado el historial de Kennedy distorsionando datos sobre la vitamina A, el paracetamol (Tylenol) y el autismo, Daskalakis teme que la administración Trump insista en que los brotes no están conectados o que la OPS está equivocada.

“Será una gran mancha para el régimen de Kennedy si él es el secretario de salud en el año que perdamos el estatus de eliminación”, dijo. “Creo que harán todo lo posible para poner en duda los hallazgos científicos, incluso si eso implica culpar a los científicos”.

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