La enfermedad cardiovascular, la principal causa de muerte entre las personas de 65 años en adelante, se volverá más frecuente en los próximos años, afectando de manera desproporcionada a las comunidades hispana y afroamericana, y cobrando un enorme precio en la salud y la calidad de vida de los estadounidenses mayores.
Las estimaciones son desalentadoras: para 2060, se prevé que la prevalencia de la cardiopatía isquémica (una afección provocada por el bloqueo de las arterias y también conocida como enfermedad de las arterias coronarias) aumente un 31% en comparación con 2025; la insuficiencia cardíaca un 33%; los infartos un 30%; y los accidentes cerebrovasculares un 34 %, según un equipo de investigadores de Harvard y otras instituciones.
El mayor aumento se producirá entre 2025 y 2030, pronosticaron.
El dramático envejecimiento de la población de Estados Unidos y el número creciente de personas con afecciones como hipertensión, diabetes y obesidad —que aumentan el riesgo cardíaco— se espera que contribuyan a este escenario alarmante.
Debido a que estos factores de riesgo son más comunes entre las poblaciones hispana y afroamericana, probablemente haya más enfermedad cardíaca y muerte en estos grupos, predijeron los investigadores. (Los hispanos pueden ser de cualquier raza o combinación de razas).
“Las disparidades en la carga de la enfermedad cardiovascular solo se exacerbará” a menos que se realicen esfuerzos específicos para fortalecer la educación en salud, ampliar la prevención y mejorar el acceso a terapias efectivas, escribieron los autores de un editorial adjunto, de la Universidad de Stony Brook en Nueva York y el Centro Médico de la Universidad de Baylor en Texas.
“Cualquiera sea el enfoque que hayamos tenido antes sobre el manejo del riesgo de enfermedad [cardiovascular] en los estadounidenses negros e hispanos, debemos redoblar nuestros esfuerzos”, dijo Clyde Yancy, jefe de cardiología y vicedecano de diversidad e inclusión en la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern de Chicago, que no participó en la investigación.
Por supuesto, los avances médicos, las políticas de salud pública y otros cambios podrían alterar las perspectivas de las enfermedades cardiovasculares en las próximas décadas.
Más del 80% de las muertes cardiovasculares ocurren entre adultos de 65 años o más. Durante más de una década, el número total de muertes cardiovasculares en este grupo de edad ha aumentado de manera constante, a medida que hay más adultos mayores.
Y el progreso previo en la reducción de las muertes por enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares se ha visto socavado por el aumento de la cintura de los estadounidenses, la mala dieta y la falta de actividad física.
Entre las personas de 65 años en adelante, las muertes cardiovasculares se redujeron un 22% entre 1999 y 2010, según datos del Instituto Nacional del Corazón, Pulmón y Sangre, gracias a nuevos tratamientos y a una fuerte disminución del tabaquismo, entre otras iniciativas de salud.
Luego, entre 2011 y 2019, las muertes aumentaron un 13%.
La pandemia de covid-19 también se ha sumado al número de muertes, ya que las infecciones por coronavirus causan complicaciones graves, como coágulos de sangre, y millones de personas mayores vulnerabes evitan buscar atención médica por temor a infectarse.
“La pandemia puso al descubierto las inequidades en salud en curso”, y eso ha impulsado una nueva ola de investigación sobre las disparidades entre varias afecciones médicas y sus causas, dijo Nakela Cook, cardióloga y directora ejecutiva del Patient-Centered Outcomes Research Institute, una organización independiente autorizada por el Congreso.
Uno de los exámenes más detallados hasta el momento, publicado en JAMA Cardiology en marzo, examinó las tasas de mortalidad en poblaciones hispanas, negras no hispanas y blancas no hispanas desde 1990 hasta 2019 en los 50 estados y el Distrito de Columbia.
Este trabajo mostró que los hombres afroamericanos siguen teniendo el mayor riesgo de morir por enfermedades cardiovasculares, especialmente en los estados del sur a lo largo del río Mississippi y en el norte del Medio Oeste.
Si bien los estilos de vida individuales son en parte responsables de la carga desigual de las enfermedades cardiovasculares, la declaración científica de 2017 de la American Heart Association (AHA) sobre la salud cardiovascular de los afroamericanos señala que la “discriminación racial percibida” y el estrés relacionado están asociados con la hipertensión, la obesidad, la inflamación persistente y otros procesos clínicos que aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular.
Otras minorías raciales y étnicas que experimentan adversidades en su vida cotidiana también se ven afectadas, señalaron varios expertos. Sin embargo, estudios recientes de muertes cardiovasculares no incluyen a algunos de estos grupos, incluidos los estadounidenses de origen asiático y los estadounidenses nativos.
¿Cuáles son las implicaciones para el futuro? Alain Bertoni, internista y profesor de epidemiología y prevención en la Facultad de Medicina de la Universidad de Wake Forest, señaló variaciones significativas en los resultados de salud cardiovascular según la ubicación geográfica, y dijo: “Es posible que necesitemos diferentes soluciones en diferentes partes del país”.
Gregory Roth, coautor del artículo de JAMA Cardiology y profesor asociado de cardiología en la Facultad de medicina de la Universidad de Washington, pidió un esfuerzo renovado para educar a las personas en estas comunidades vulnerables sobre los “factores de riesgo modificables”: presión arterial alta, colesterol alto, obesidad, diabetes, tabaquismo, actividad física inadecuada, dieta poco saludable y sueño insuficiente. La American Heart Association tiene sugerencias en su sitio web para promover la salud cardiovascular en cada una de estas áreas.
Michelle Albert, cardióloga y actual presidenta de la AHA, dijo que se debe prestar más atención en la educación médica a los “determinantes sociales de la salud”, incluidos los ingresos, la educación, la vivienda, los entornos del vecindario y las características de la comunidad, para que fuerza laboral de la atención sanitaria esté mejor preparada para abordar las necesidades de salud no satisfechas en las poblaciones vulnerables.
Natalie Bello, cardióloga y directora de investigación de hipertensión en el Smidt Heart Institute en el Centro Médico Cedars-Sinai en Los Ángeles, dijo: “Realmente necesitamos ir a las comunidades vulnerables y llegar a las personas en sus lugares para aumentar su conocimiento de los factores de riesgo y cómo reducirlos”.
Esto podría significar desplegar trabajadores de salud comunitarios de manera más amplia o expandir programas innovadores como los que llevan a los farmacéuticos a las barberías afroamericanas para educar sobre la presión arterial alta, sugirió.
“Ahora, más que nunca, contamos con las terapias y tecnologías médicas para tratar las afecciones cardiovasculares”, dijo Rishi Wadhera, cardiólogo y jefe de sección de política de salud e investigación de equidad en el Centro Smith para la Investigación de Resultados en Cardiología en Beth Israel Deaconess. Centro Médico de Boston.
Lo que se necesita, agregó, son esfuerzos más vigorosos para garantizar que todos los pacientes mayores, incluidos los de comunidades desfavorecidas, estén conectados con médicos de atención primaria y reciban pruebas de detección y tratamiento adecuados para los factores de riesgo cardiovascular, y atención de alta calidad basada en evidencia en el caso de insuficiencia cardíaca, un ataque al corazón o un derrame cerebral.