Miracle Abbott se quedó embarazada durante su primer año en la Universidad de Carolina del Sur.
Tenía un trabajo mal pago y una enorme deuda estudiantil, por lo que la joven de 19 años recurrió al Programa Especial de Nutrición Suplementaria para Mujeres, Bebés y Niños, conocido como WIC, para obtener leche de fórmula y alimentos.
Pero después de dar a luz, su bebé tuvo cólicos y reflujo doloroso, y su pediatra le recomendó una fórmula especial que no estaba disponible a través del programa.
Pasaron cuatro meses, tres citas con el pediatra y dos reuniones en su oficina local de WIC antes de que el programa le proporcionara una fórmula adecuada para su hija.
Tuvo que gastar cientos de dólares en fórmula. Eso fue en 2020, dos años antes de que la compañía Abbott cerrara su fábrica en Michigan al detectarse contaminación bacteriana. El cierre de febrero y el retiro del mercado provocaron la escasez masiva de leche de fórmula infantil en el país.
La continua escasez de leche de fórmula ha causado un tremendo estrés a las familias de todo el país, especialmente a las que dependen del programa WIC.
Según el Departamento de Agricultura (USDA), que gestiona este programa financiado con fondos federales y administrado por casi 90 gobiernos estatales, territoriales y tribales, WIC representa hasta dos tercios de todas las compras de fórmula infantil en Estados Unidos.
Durante casi 50 años, el programa WIC ha proporcionado asistencia alimentaria a madres y niños de bajos ingresos. Alrededor de la mitad de los bebés de Estados Unidos —1,5 millones— recibieron beneficios de WIC en 2021.
Ese poder de compra impulsó un importante ahorro en los costos de la fórmula para los gobiernos federal y estatal que administran el programa. Pero la compra masiva del programa también limita las opciones para las familias y puede dificultar que madres, como Abbott, consigan una fórmula que sea adecuada para sus bebés.
Estas limitaciones comenzaron en 1989, después de que los administradores de WIC optaran por una política en la que las empresas de fórmulas empujan por convertirse en el único proveedor de cada estado. Los estados ofrecen entonces un surtido limitado de fórmulas del fabricante ganador.
Según este acuerdo, las empresas ofrecen a los programas estatales de WIC importantes descuentos por la fórmula que compran. Por cada dólar que WIC paga, recupera hasta 93 centavos en reembolsos, explicó David Betson, profesor de economía y política pública de la Universidad de Notre Dame que ha estudiado el programa WIC.
El ahorro en reembolsos redujo los costos anuales del programa en $1,600 millones el año pasado, según el USDA. En una declaración a KHN, afirmó que el sistema de reembolso permite a los estados utilizar sus subvenciones alimentarias de manera más eficiente y compensa el costo de la fórmula para que se pueda atender a más participantes sin aumentar la financiación federal.
Y debido a las políticas de licitación de WIC, casi la mitad de los bebés apoyados por WIC reciben fórmula de una sola marca: Similac, fabricada por Abbott. Como resultado, más de medio millón de bebés posiblemente tuvieron que cambiar de fórmula después de la retirada de febrero y el cierre de la planta.
A muchos bebés les va bien cualquier fórmula, pero algunos padres descubren que a su bebé parece sentarle mejor una marca y un tipo específicos.
“Los padres suelen tener que experimentar un poco y a menudo acaban probando tres o más leches de fórmula para encontrar la que mejor le sienta a su bebé”, explicó Bridget Young, profesora que estudia la nutrición infantil en el Centro Médico de la Universidad de Rochester.
Cuando Jenny Murray, madre de tres hijos en Florida, empezó a recibir los beneficios del programa WIC, la fórmula que su bebé había estado consumiendo no era una de las opciones aprobadas por el programa de su estado. La fórmula seleccionada por WIC para su bebé le producía gases. Los funcionarios de su oficina de WIC le dijeron que necesitaba una receta de su médico para obtener una fórmula diferente, pero su médico dijo que no era necesario cambiar.
Así que ha seguido con esa fórmula. Ahora, en medio de la escasez, lo tiene difícil porque el programa WIC permite a los participantes comprar solo latas pequeñas de fórmula, y dijo que esas son las más difíciles de encontrar. (Los programas WIC de algunos estados están cambiando temporalmente sus políticas para enfrentar la escasez).
“Ni siquiera he hecho la cena hoy porque sabía que íbamos a pasar el resto de la noche yendo de tienda en tienda con la esperanza de encontrar algo [de fórmula]”, contó Murray. En algunas ocasiones, ha tenido que pagar unos $40 de su bolsillo por una lata grande de leche de fórmula porque era lo único que había disponible.
La decisión de cada estado de hacer que los fabricantes de leche de fórmula compitan para servir al programa WIC ha llevado a precios más altos, señaló Betson. Su investigación reveló que los precios de las fórmulas al por mayor casi se duplicaron desde que WIC implementó su proceso de licitación en 1989 hasta 2002. Otro estudio encontró que los precios de la fórmula aumentaron un 30% adicional desde 2006 hasta 2015. Betson añadió que las empresas de leche de fórmula ganan menos en la fórmula que venden a través de WIC y lo compensan cobrando precios más altos a los clientes que no son de WIC.
Algunos economistas, sin embargo, dicen que las empresas de fórmula se benefician de un aumento en las ventas después de ganar un contrato WIC, y los precios para los clientes no WIC no se han visto afectados. (La fórmula de marca de la tienda, fabricadas por Perrigo Nutrition, una empresa que no participa en los contratos de WIC, son aproximadamente un 40% más baratas que las marcas de fórmula que sí participan en WIC y tienen ingredientes casi idénticos).
Además, el programa WIC gasta más en leche de fórmula que en cualquier otro alimento, ya que la mayoría de los bebés que reciben apoyo del programa, alrededor del 88%, reciben al menos algo de leche de fórmula a través de WIC. Las familias con menos ingresos tienen más probabilidades de utilizar leche de fórmula porque estas madres suelen tener más dificultades para la lactancia materna.
Por ejemplo, un 25% de las personas de bajos ingresos tienen que volver a trabajar dos semanas después de dar a luz, dijo Ifeyinwa Asiodu, profesora de la Universidad de California-San Francisco, cuya investigación se centra en las disparidades de la alimentación infantil.
Esas mismas madres también pueden trabajar en empleos que no cuentan con instalaciones para la lactancia, y pueden tener miedo de poner en peligro sus trabajos si las solicitan, añadió.
Debido a las elevadas tasas de bebés que reciben leche de fórmula del programa federal, los administradores de WIC han intentado incentivar la lactancia materna dando más alimentos a las madres que amamantan, y algunos estados han intentado limitar el acceso a la fórmula para las madres que empiezan a amamantar.
Emeline Pratt, madre de dos hijos que vive en Vermont, contó que su oficina de WIC le exigió que se reuniera con una asesora de lactancia antes de recibir la leche de fórmula, a pesar de que le explicó que ya había dejado de amamantar. La incómoda situación hizo que Pratt terminara llorando.
Asiodu, a quien le gustaría que hubiera más políticas de apoyo a la lactancia materna y que se permitiera mayor acceso a la leche humana de los bancos de leche, también ve la necesidad de una mayor flexibilidad en WIC.
“Creo que es muy importante que permitamos a las familias tomar las decisiones que mejor se adapten a sus necesidades, y que también les proporcionemos recursos en el camino”, independientemente de la opción de alimentación que elijan, añadió.
Miracle Abbott explicó que ella también desearía que WIC tuviera más opciones para las madres que usan leche de fórmula. A pesar de tener un bebé con cólicos, ir a la escuela y lidiar con los problemas de la pandemia, dijo, “WIC es probablemente la cosa más frustrante a la que nos hemos tenido que enfrentar”.