Durante un tiempo, pasear al perro se volvió peligroso.
Earl Vickers solía sacar a Molly, su perra mezcla de pastor alemán, bóxer y algo más, a caminar por la playa o por su vecindario en Seaside, California.
Sin embargo, hace algunos años comenzó a tener problemas para mantenerse en pie.
“Cada vez que otro perro venía hacia nosotros, terminaba en el suelo”, recordó Vickers, de 69 años, ingeniero electrónico jubilado. “Parecía que me caía cada dos meses. Era una locura”.
La mayoría de esas caídas no le causaron daños graves, aunque una vez se cayó de espaldas y se golpeó la cabeza contra una pared.
“No creo que haya tenido una conmoción, pero no es algo que uno quiera tener todos los días”, dijo Vickers, con ironía. En otra ocasión, al intentar frenar una caída, se fracturó dos huesos de la mano izquierda.
Así que en 2022 le dijo al oncólogo que lo trataba por cáncer de próstata que quería dejar de tomar el medicamento que había estado usando, de forma intermitente, durante cuatro años: enzalutamida (vendido bajo el nombre commercial de Xtandi).
Entre los efectos secundarios que se le atribuyen a este medicamento están mayores tasas de caídas y fracturas en los pacientes que lo usan, en comparación con aquellos que reciben un placebo. Su doctor estuvo de acuerdo en suspender el tratamiento y, según Vickers, “no me he vuelto a caer ni una sola vez desde entonces”.
Expertos en salud pública han advertido desde hace décadas sobre los peligros que representan las caídas para las personas mayores.
En 2023, el año más reciente con datos disponibles de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), más de 41.000 personas mayores de 65 años murieron por caídas, según señaló un artículo de opinión publicado en agosto en JAMA Health Forum.
Pero más sorprendente que esa cifra fue otro dato: la mortalidad relacionada con caídas en adultos mayores ha aumentado de forma pronunciada.
El autor del artículo, Thomas Farley, epidemiólogo, informó que las tasas de muerte por lesiones relacionadas con caídas en personas mayores de 65 se han triplicado en los últimos 30 años. En el grupo de mayores de 85 —el de mayor riesgo—, la tasa de mortalidad por caídas pasó de 92 por cada 100.000 personas en 1990, a 339 por cada 100.000 en 2023.
Según su opinión, el culpable es la dependencia de medicamentos recetados.
“Las personas mayores están muy medicadas, cada vez más, y con medicamentos que no son apropiados para su edad”, dijo Farley en una entrevista. “Esto no ocurrió en Japón ni en Europa”.
Y eso que durante ese mismo período de 30 años hubo una avalancha de investigaciones y acciones para reducir las caídas en personas mayores y sus consecuencias potencialmente devastadoras, como fracturas de cadera, hemorragias cerebrales, pérdida de movilidad, dolor persistente e incluso institucionalización.
La Sociedad Estadounidense de Geriatría actualizó sus guías de prevención de caídas en 2011. Los CDC lanzaron un programa llamado STEADI en 2012. El Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de Estados Unidos recomendó en 2012, 2018 y nuevamente el año pasado que las personas mayores en riesgo hicieran ejercicio o recibieran fisioterapia.
“Se han hecho estudios, intervenciones, inversiones, y no han sido particularmente exitosos”, dijo Donovan Maust, psiquiatra geriátrico e investigador de la Universidad de Michigan. “Es un problema grave que parece ir en aumento”.
¿Pero son los medicamentos recetados los que están provocando ese aumento? Geriatras y otros expertos que estudian las caídas y las prácticas de prescripción dudan de esa conclusión.
Farley, ex comisionado de salud de la ciudad de Nueva York y actual profesor en la Universidad de Tulane, reconoció que muchos factores contribuyen a las caídas: el deterioro físico, la pérdida de visión con la edad, el consumo de alcohol y los peligros dentro del hogar.
Pero, agrego que “no hay razón para pensar que alguno de esos factores haya empeorado tres veces más en los últimos 30 años”, y señala estudios que muestran una disminución en otros países de altos ingresos.
La diferencia, aseguró, es el uso creciente de medicamentos en Estados Unidos —como benzodiacepinas, opioides, antidepresivos y gabapentina— que afectan el sistema nervioso central.
“Los medicamentos que aumentan la mortalidad por caídas son los que te hacen sentir somnoliento o mareado”, explicó.
Hay tantos medicamentos problemáticos que incluso tienen una sigla: FRIDs, por su nombre en inglés “fall-risk-increasing drugs” (medicamentos que aumentan el riesgo de caídas). Esta categoría también incluye ciertos medicamentos cardíacos y los primeros antihistamínicos, como Benadryl.
Estos remedios juegan un papel importante, coincidió Thomas Gill, geriatra y epidemiólogo de la Universidad de Yale, con años de experiencia investigando caídas. Pero también dijo que “hay otras explicaciones” posibles para el aumento en las tasas de mortalidad.
Mencionó, por ejemplo, los cambios en cómo se reportan las causas de muerte. “Hace años, las caídas se consideraban una consecuencia natural del envejecimiento, sin mayor importancia”, explicó.
Los certificados de defunción a menudo atribuían la causa a enfermedades como insuficiencia cardíaca, y no a una caída, lo que hacía que la mortalidad por caídas pareciera más baja en las décadas de 1980 y 1990.
Gill agregó que las personas mayores de 85 años hoy podrían ser más frágiles y estar más enfermas que las de hace 30 años, ya que la medicina actual permite prolongar la vida.
Sus múltiples enfermedades podrían hacerlos más propensos a morir después de una caída, más que los medicamentos que toman.
Otro escéptico, Neil Alexander, geriatra y experto en caídas en la Universidad de Michigan y el Sistema de Salud de Asuntos de Veteranos en Ann Arbor, argumentó que la mayoría de los médicos ya comprende los riesgos de los FRIDs y los receta menos.
“El mensaje ya llegó”, dijo. Dado el nivel de alarma que ha habido sobre los opioides, las benzodiacepinas y especialmente el uso combinado de ambos, “muchos médicos de atención primaria ya escucharon el sermón”, afirmó. “Saben que no deben recetar Valium a las personas mayores”.
Además, las recetas de algunos de estos medicamentos han disminuido o se han estabilizado, mientras que las muertes por caídas han seguido aumentando. Por ejemplo, los datos de Medicare muestran que el uso de opioides recetados comenzó a bajar hace una década. También se ha ralentizado la prescripción de benzodiacepinas en pacientes mayores, según Maust.
Pero, por otro lado, ha aumentado el uso de antidepresivos y gabapentina.
Independientemente de si los medicamentos son o no el principal factor, “nadie discute que estos fármacos se usan en exceso y de forma inapropiada”, dijo Gill, y que contribuyen al preocupante aumento en las muertes por caídas entre adultos mayores.
De ahí la actual campaña a favor de la “desprescripción”: suspender los medicamentos cuyos posibles daños superan los beneficios, o al menos reducir su dosis.
“Sabemos que muchos de estos medicamentos pueden aumentar las caídas en un 50 a 75%” en personas mayores, dijo Michael Steinman, geriatra en la Universidad de California en San Francisco y codirector de US Deprescribing Research Network, establecida en 2019.
“Es fácil comenzar con los medicamentos, pero muchas veces se necesita mucho tiempo y esfuerzo para que los pacientes los dejen”, explicó. Los médicos, ocupados, pueden prestar menos atención al régimen de medicamentos que a otros problemas de salud más urgentes, y los pacientes suelen resistirse a dejar drogas que los ayudan con el dolor, el insomnio, el reflujo y otros problemas comunes de la edad.
Los Beers Criteria, un directorio de medicamentos considerados poco aconsejables para adultos mayores, publicó recientemente recomendaciones sobre medicamentos alternativos y tratamientos no farmacológicos para problemas comunes: terapia cognitivo conductual para el insomnio; ejercicio, fisioterapia e intervenciones psicológicas para el dolor.
“Es una verdadera tragedia cuando las personas viven un evento que les cambia la vida de esta manera”, dijo Steinman, quien también preside el panel de los Beers Criteria sobre tratamientos alternativos.
Recomendó que los adultos mayores hablen con sus médicos sobre los FRIDs si ellos no lo mencionan.
“Pregunten: ‘¿Alguno de mis medicamentos aumenta el riesgo de caídas? ¿Existe algún tratamiento alternativo?’”, sugirió. “Estar informado, ya sea como paciente o como cuidador, puede ayudar a que se toque el tema. De lo contrario, puede que ni se mencione”.
The New Old Age es una producción en colaboración con The New York Times.