A lo largo de uno de los canales de la ciudad, a pocas cuadras de la playa, Sandra López finalmente está viviendo su idea del sueño americano.
En 1996, seis años después de cruzar la frontera desde México sin papeles, comenzó a trabajar en Las Fajitas, un popular restaurante mexicano, como cajera y cocinera. Con la ayuda de su jefe, recibió una visa de trabajo en el 2001.
Once años después, compró el negocio, un bullicioso establecimiento en donde López conoce a la mayoría de los clientes por su nombre. Del techo cuelgan linternas mexicanas, y exclamaciones por un partido de fútbol en la TV colman el lugar.
López dijo que el ingreso por su pequeño negocio fluctúa mes a mes.
“La gente cree que porque uno es dueño de un negocio tiene mucho dinero… que la vida es fácil”, dijo. “Pero es un trabajo duro y tengo tantas cuentas que pagar”. López, su esposo y uno de sus hijos mayores viven con alrededor de $46.000 al año.
Por años, ella sintió que no podía pagar un seguro de salud para sí misma, por no hablar de su media docena de empleados: “¿Cómo puedo ofrecerles algo que ni siquiera yo tengo?”
La mujer de 41 años, ahora residente legal, había estado sin cobertura desde que llegó a Estados Unidos. “Si me sentía enferma, me automedicaba”, contó. “Me volví mi propio doctor”. López consumía remedios caseros o le pedía a amigos que le trajeran medicinas de México.
López le agradece a Dios que ni ella ni su esposo, un trabajador de la construcción, hayan necesitado atención médica por algún problema serio de salud; pero su hijo Juan Angiano, de 26 años, no tuvo tanta suerte.
También residente legal, Juan sufre de epilepsia, una condición que puede ser peligrosa cuando no se controla con medicación. Sus ataques son impredecibles y hacen casi imposible que tenga un trabajo. Un reciente traslado a la sala de emergencia en ambulancia dejó a la familia con más de $9.700 en cuentas médicas que no han podido pagar.
“Pago la renta, o la cuenta de electricidad, o la del hospital”, dijo López.
Por eso, cuando escuchó sobre la Ley de Cuidado de Salud y la posibilidad de calificar para un subsidio federal para pagar las primas, López estaba ansiosa por inscribirse.
Fue al sitio online de Covered California, el mercado de seguros de salud del estado, y después de pasar dos horas navegando, el sitio colapsó. Casi se dio por vencida. “También traté de llamar, pero había un mensaje grabado”, dijo. “Dejé dos mensajes pero nunca me devolvieron la llamada”.
Decidida a aprender más, buscó la ayuda de un agente de seguros que la guió para conocer sus opciones.
Basado en su ingreso familiar, Lopez calificó para un subsidio mensual de $750 para comprar seguro para ella misma, su marido y su hijo, que en ese momento tenía 25 años y calificaba para mantenerse en la póliza de sus padres. Debido a su estatus de dependiente y discapacitado, él puede permanecer en nuestro plan no importa su edad, explicó López.
Por ahora, ella paga una prima mensual de $331, con un deducible de $5.000, costoso, pero para ella vale la pena. “Es tranquilizador saber que mi hijo tiene seguro”, dijo López. “Es un gran alivio”.
Cubriendo a su “familia laboral”
Ahora que su familia está cubierta, López quiere investigar opciones para su personal. Para su negocio no es mandatorio ofrecer seguro de salud porque tiene menos de 50 empleados, pero ella planea investigar el Programa de Opciones de Salud para Pequeños Negocios (SHOP) y las exenciones de impuestos que ofrece el próximo año.
“El sector de crecimiento más rápido es el de los pequeños negocios de latinas”, dijo Marci Avalos, gerenta en el sur de California para Small Business Majority, una organización sin fines de lucro que aboga por la reforma del cuidado de salud. Pero están menos informadas sobre las opciones que tienen en el mercado de seguros, agregó.
El 36 por ciento de las latinas no tenía seguro de salud en el 2012, de acuerdo con la Kaiser Family Foundation (KHN es un programa de la fundación que tiene independencia editorial). ‘Es muy importante que lleguemos a esta comunidad en español”, dijo Avalos. “Sabemos quiénes son las que toman las decisiones en la familia cuando hay una preocupación de salud… son las mujeres”.
Por ahora, López todavía está pagando préstamos privados que adquirió al hacerse cargo del restaurante, por eso anima a sus empleados a que obtengan seguro de salud a través del mercado de salud estatal. Algunos de ellos pueden calificar para el Medi-Cal.
Jorge Castaneda, de 47 años, ha sido cocinero en el restaurante desde que abrió en 1995. No ha tenido seguro gran parte de su vida adulta. “Sería bueno tenerlo, pero difícilmente me enfermo”, contó. “Por eso realmente no pienso en eso”.
No hace mucho tiempo, López estaba en sus zapatos, buscando a su jefe por ayuda, ahora quiere hacer lo mismo por ellos.
“Por ahora, sólo puedo solventar un seguro para mi familia”, dijo. “Pero mis empleados también son familia”.
Renovando para el año que viene
Cuando comenzó el segundo round de inscripción para Covered California este otoño, López decidió no comprar un nuevo seguro para su familia. “Me quedo con el mismo”, dijo. “Está funcionando bastante bien”.
El sitio web de Covered California fue tan frustrante cuando trató de inscribirse, que López llamó a su agente de seguros para que la ayudara a renovar la cobertura para el 2015.
“Me dijo que no tenía que hacer nada”, dijo. “Que estaba enrolada automáticamente”.
No está segura si su prima aumentará, pero aún si sube, para Lopez vale la pena. “Mi hijo ahora está yendo a un mejor doctor”, contó. “Está siendo tratado por un especialista en epilepsia”.
El seguro cubrió su reciente MRI en el Hoag Epilepsy Center en Newport Beach, un test que la familia no podía pagar antes de comprar cobertura.
Hasta ahora, López dice que su gasto de bolsillo ha sido razonable. “Cubren todas las visitas médicas de mi hijo”, dijo. “Y con seguro pago $50 por su medicina”.
Desde que tiene cobertura, López ha ido al doctor sólo una vez. “Finalmente fui a ver a un podiatra”, dijo.
Fue un gran hito, después de 18 años de estar parada todo el día atendiendo a clientes.