Las variantes de Covid-19 que han surgido en el Reino Unido, Brasil, Sudáfrica y ahora el sur de California, están generando respuestas distintas de los funcionarios de salud pública de los Estados Unidos.
Primero, preocupación. Una variante que causó estragos en el Reino Unido, que provocó un aumento en los casos y las hospitalizaciones, está propagándose rápido en distintas áreas del país.
Otra cepa preocupante vista en Brasil apareció en Minnesota.
Si estas u otras cepas cambian significativamente la forma en que el virus se transmite y ataca al cuerpo, como temen los científicos, podrían causar otro aumento prolongado de enfermedades y muertes en el país, incluso ahora que los casos han comenzado a estabilizarse, y hasta bajar, y se están aplicando las vacunas.
Las variantes o mutaciones no son algo nuevo en las enfermedades virales. Los virus que causan los resfriados comunes y las gripes evolucionan regularmente.
Incluso si una cepa mutada del SARS-CoV-2, el virus que causa covid-19, lo hace más contagioso o enferma más gravemente a las personas, la respuesta básica de salud pública sigue siendo la misma: monitorear el virus mientras circula entre las comunidades.
Además: utilizar máscaras, hacerse la prueba, mantener el distanciamiento físico y la cuarentena para contener la propagación.
El problema es que el sistema de salud pública del país ha luchado con cada paso en la batalla contra covid-19 durante el primer año. Y eso plantea la duda de si la nación está dispuesta a dedicar la atención y los recursos necesarios para superar al virus a medida que evoluciona.
Los investigadores se apresuran a enfatizar que una mutación del coronavirus en sí misma no es motivo de alarma.
“La palabra ‘variante’ y la palabra ‘mutación’ tienen connotaciones aterradoras, pero no necesariamente deben alarmar”, dijo Kelly Wroblewski, directora de programas de enfermedades infecciosas de la Asociación de Laboratorios de Salud Pública.
Cuando una mutación hace sonar las alarmas de salud pública, normalmente se debe a que se ha combinado con otras mutaciones y, en conjunto, ha cambiado la forma en que se comporta el virus.
En ese momento, puede denominarse una variante. Una variante puede hacer que un virus se propague más rápido o que salte más fácilmente entre especies. Puede hacer que tenga más éxito en enfermar a las personas o cambiar la forma en que nuestro sistema inmunológico responde.
El SARS-CoV-2 ha estado mutando desde que lo conocemos; los científicos identificaron mutaciones a lo largo de 2020. Aunque las cepas identificadas, científicamente relevantes (las mutaciones en realidad pueden ser útiles, ya que actúan como una huella digital que permite a los investigadores rastrear la propagación de un virus), en su mayoría no han preocupado al sistema de salud pública.
Luego llegó el fin de año, cuando nuevas variantes comenzaron a ser objeto de escrutinio. Una de las más preocupantes, detectada por primera vez en el Reino Unido, parece hacer que el virus sea más transmisible.
La evidencia emergente sugiere que también podría ser más mortal, aunque los científicos aún están debatiendo el tema.
Sabemos más sobre la variante del Reino Unido que otras, no porque sea necesariamente peor, sino porque los británicos tienen uno de los mejores programas de vigilancia de virus del mundo, dijo William Hanage, epidemiólogo y profesor de la Universidad de Harvard.
Por el contrario, Estados Unidos tiene uno de los programas de vigilancia genómica más débiles de cualquier país rico, agregó Hanage. “Tal como están las cosas, la gente como yo improvisa asociaciones con distintos lugares para suplicarles” que compartan muestras, dijo en una llamada reciente con periodistas.
Se han identificado otras cepas o variantes en Sudáfrica y Brasil que comparten algunas mutaciones con la variante del Reino Unido. El hecho de que esos cambios evolucionaron de forma independiente, en varias partes del mundo, sugiere que podrían presentar una ventaja evolutiva para el virus.
Recientemente se identificó otra cepa en el sur de California que preocupa por su presencia cada vez mayor en ciudades muy afectadas como Los Ángeles.
Estados Unidos no solo realiza menos secuenciación genómica que la mayoría de los países ricos, sino que también realiza su vigilancia por casualidad. Eso significa que se necesita más tiempo para detectar nuevas cepas y sacar conclusiones sobre ellas. Todavía no está claro, por ejemplo, si la cepa del sur de California realmente merecía un comunicado de prensa.
Grandes franjas del sistema de atención médica privatizado y descentralizado de Estados Unidos no están preparados para enviar muestras a laboratorios académicos o de salud pública.
“Me preocupan más los sistemas para detectar variantes que estas variantes en particular”, dijo Mark Pandori, director del laboratorio de salud pública de Nevada y profesor asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nevada-Reno.
La vigilancia genómica limitada de los virus es otro efecto secundario de un sistema de salud pública fragmentado y con fondos insuficientes que ha tenido dificultades para testear, rastrear contactos y controlar el covid-19 durante la pandemia, dijo Wroblewski.
Hace pocos días, la administración de Biden describió una estrategia para una respuesta nacional frente a covid, que incluía una amplia vigilancia para las variantes.
Hasta ahora, las vacunas para covid-19 parecen proteger contra las variantes conocidas. Moderna ha dicho que su vacuna es eficaz contra las cepas del Reino Unido y Sudáfrica, aunque produce menos anticuerpos frente a esta última.
La compañía está trabajando para desarrollar una dosis modificada de la vacuna que podría agregarse al régimen actual de dos inyecciones como medida de precaución.
Incluso con un muestreo limitado, la variante del Reino Unido se ha detectado en más de 24 estados. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) advirtieron que para marzo podría ser la cepa predominante en el país.
Cuando se propagó en el Reino Unido, este pasado fin de año, provocó un aumento de casos, abrumó a los hospitales y provocó cierres durante las vacaciones. Si Estados Unidos enfrenta el mismo destino, podría depender de las cepas contra las que compite y de cómo se comporta el público en las próximas semanas.
Las interacciones entre personas, ya con mucho riesgo en promedio, podrían volverse un poco más complicadas. Muchos investigadores piden mejores máscaras y mejor ventilación en los interiores. Pero cualquier actualización de las recomendaciones probablemente solo tendrían un impacto marginal.
Incluso, si las variantes se propagan más fácilmente, las mismas recomendaciones que los expertos en salud pública han estado adoptando durante meses serán la mejor manera de evitar el contagio, dijo la doctora Kirsten Bibbins-Domingo, médica y profesora de la Universidad de California-San Francisco.
“Las soluciones son poco atractivas”, dijo Bibbins-Domingo. “Pero necesitamos que todos las implementen”.
Pero, que se conozcan no quiere decir que sea fácil implementarlas. Llevar máscara sigue siendo controversial en muchos estados, y la paciencia del público para mantener la distancia física se está agotando.
“Si seguimos dejando que este virus se propague, va a eludir todas las medidas que tomemos contra él, y eso es el peor escenario posible”, dijo Pandori de Nevada.
En comparación con las cepas menos virulentas, una variante más contagiosa probablemente requerirá que más personas se vacunen antes de que una comunidad pueda ver los beneficios de la inmunidad generalizada.
Es un panorama sombrío para una nación que ya se está quedando atrás en la carrera por vacunar a suficientes personas como para controlar la pandemia.
“Cuando la mejor solución es pedirle a la gente que haga las cosas que no les gusta hacer, es muy preocupante”, dijo Bibbins-Domingo.