Cuando era una joven médica, la doctora Martha Gulati notó que muchos de sus profesores recetaban vitamina E y ácido fólico a los pacientes. A principios de la década de los 90, estudios preliminares relacionaron ambos suplementos con un menor riesgo de enfermedad cardíaca.
Gulati también animó a su propio padre a tomarlas: “Papá, deberías tomar estas vitaminas, porque cada cardiólogo las toma o las receta a sus pacientes”, recordó la médica, que ahora es jefa de Cardiología de la University of Arizona College of Medicine-Phoenix.
Pero solo unos años más tarde, se encontró cambiando de dirección, después que rigurosos ensayos clínicos descubrieran que ni la vitamina E ni los suplementos de ácido fólico hacían nada para proteger el corazón. Peor aún, los estudios relacionaban altas dosis de vitamina E con un mayor riesgo de insuficiencia cardíaca, cáncer de próstata y muerte por cualquier causa.
“‘Tal vez quieras dejar de tomarlas’”, le dijo Guata a su padre.
Más de la mitad de los estadounidenses consumen suplementos vitamínicos, incluido el 68% de los mayores de 65 años, según una encuesta de Gallup de 2013. En este grupo, el 29% toma cuatro o más suplementos al día, reveló un estudio de 2017 publicado en el Journal of Nutrition.
A menudo, los estudios preliminares inducen a consumir vitaminas cuando solo se trata de un “resultado prometedor”. Y ese consumo muchas veces no se detiene, a pesar que investigaciones más rigurosas, que pueden tomar muchos años, casi nunca encuentran que las vitaminas previenen enfermedades y, es más, en algunos casos, descubren que causan daño.
“El entusiasmo tiende a superar la evidencia”, dijo la doctora JoAnn Manson, jefa de Medicina Preventiva en el Brigham and Women’s Hospital de Boston.
No hay evidencia concluyente que los suplementos dietéticos prevengan enfermedades crónicas en el estadounidense promedio, dijo Manson. Y aunque un puñado de estudios sobre vitaminas y minerales han tenido resultados positivos, esos hallazgos no han sido lo suficientemente fuertes como para recomendar suplementos al público general, agregó.
Los Institutos Nacionales de Salud han gastado más de $2.4 mil millones desde 1999 en el estudio de vitaminas y minerales. Sin embargo, para “toda la investigación que hemos realizado, no tenemos mucho que mostrar”, dijo la doctora Barnett Kramer, directora de prevención del cáncer en el Instituto Nacional del Cáncer.
En busca de la bala mágica
Kramer dijo que gran parte del problema podría ser que la investigación nutricional se ha basado en suposiciones erróneas, incluida la idea que las personas necesitan más vitaminas y minerales de lo que proporciona una dieta típica; que las dosis grandes son siempre seguras; y que los científicos pueden concentrar los beneficios de vegetales como el brócoli en una píldora diaria.
Los alimentos ricos en vitaminas pueden curar enfermedades relacionadas con la deficiencia. Se demostró que las naranjas y los limones verdes lograron prevenir el escorbuto en marineros, en el siglo XVIII. Y la investigación ha demostrado durante mucho tiempo que las poblaciones que comen muchas frutas y vegetales tienden a ser más saludables.
Pero cuando los investigadores trataron de incluir todos los ingredientes clave de una dieta saludable en una cápsula, los esfuerzos fallaron, agregó Kramer.
Es posible que los químicos en las frutas y vegetales en su plato trabajen juntos de maneras que los científicos no entienden completamente, y que no puedan replicarse en una píldora, dijo Marjorie McCullough, directora estratégica de Epidemiología Nutricional de la Sociedad Americana del Cáncer.
Tal vez, más importante es que, de todas formas, la mayoría de los estadounidenses obtienen muchos de los elementos esenciales. Aunque la dieta occidental tiene muchos problemas, demasiado sodio, azúcar, grasas saturadas y calorías, en general, no le faltan vitaminas, dijo Alice Lichtenstein, profesora de la Facultad de Ciencias y Política de Nutrición de la Universidad de Tufts.
Y aunque hay más de 90,000 suplementos dietéticos para elegir, agencias federales de salud y asesores todavía recomiendan que los estadounidenses satisfagan sus necesidades nutricionales con alimentos, especialmente frutas y vegetales.
Además, la comida estadounidense está altamente fortificada: con vitamina D en la leche, yodo en la sal, vitamina B en la harina, e incluso calcio en algunas marcas de jugo de naranja.
Sin siquiera darse cuenta, alguien que come un almuerzo o desayuno típico “esencialmente está consumiendo un multivitamínico”, dijo la periodista Catherine Price, autora de “Vitamania: cómo las vitaminas revolucionaron la forma en que pensamos acerca de los alimentos”.
Eso puede hacer que el estudio de las vitaminas sea aún más complicado, dijo Price. Los investigadores pueden tener problemas para encontrar un verdadero grupo de control, sin exposición a suplementos de vitaminas. Si todos en un estudio consumen alimentos enriquecidos, las vitaminas pueden parecer menos efectivas.
El cuerpo naturalmente regula los niveles de muchos nutrientes, como la vitamina C y las vitaminas B, al excretar lo que no necesita a través de la orina, explicó Kramer. “Es casi imposible evitar el consumo de vitaminas”.
No todos los expertos están de acuerdo. El doctor Walter Willett, profesor de la Harvard T.H. Chan School of Public Health, dijo que es razonable tomar un multivitamínico diario “como un reaseguro”. Willett dijo que los ensayos clínicos subestiman los verdaderos beneficios de los suplementos porque no son lo suficientemente largos, duran solo de cinco a 10 años. Podría llevar décadas detectar una menor tasa de cáncer o enfermedad cardíaca en los que toman vitaminas, dijo.
Para Charlsa Bentley, de 67 años, estar al día con la última investigación sobre nutrición puede ser frustrante. Dejó de tomar calcio después que los estudios descubrieron que no protege contra las fracturas óseas. Estudios adicionales sugieren que los suplementos de calcio aumentan el riesgo de cálculos renales y enfermedades cardíacas.
“Mastiqué esos suplementos de calcio, y luego un estudio dijo que no servían para nada”, dijo Bentley, de Austin, Texas. “Es difícil saber qué es efectivo y qué no”.
Bentley todavía toma cinco suplementos por día: un complejo multivitamínico para prevenir la sequedad en los ojos, magnesio para evitar los calambres mientras hace ejercicio, uno de levadura roja para prevenir la diabetes, coenzima Q10 para la salud general y vitamina D, según la recomendación de su médico.
Al igual que muchas personas que toman suplementos dietéticos, Bentley también hace ejercicio regularmente: juega tenis de tres a cuatro veces por semana, y controla lo que come.
Las personas que toman vitaminas tienden a ser más saludables, más ricas y mejor educadas que las que no los consumen, dijo Kramer. Probablemente sean menos propensas a sucumbir a una enfermedad cardíaca o cáncer, ya sea que tomen suplementos o no. Eso puede sesgar los resultados de la investigación, haciendo que las vitaminas parezcan más efectivas de lo que realmente son.
¿Demasiado de algo bueno?
Tomar dosis grandes de vitaminas y minerales, usando cantidades que las personas nunca podrían consumir sólo con alimentos, podría ser aún más problemático.
“Hay algo atractivo acerca de tomar un producto natural, incluso si lo tomas de una manera totalmente antinatural”, dijo Price.
Los primeros estudios, por ejemplo, sugirieron que el beta caroteno, una sustancia que se encuentra en las zanahorias, podría ayudar a prevenir el cáncer.
En las pequeñas cantidades proporcionadas por las frutas y verduras, el betacaroteno y otras sustancias similares parecen proteger al cuerpo de un proceso llamado oxidación, que daña las células sanas, explicó el doctor Edgar Miller, profesor de medicina en la Escuela de Medicina Johns Hopkins.
Los expertos se sorprendieron cuando dos grandes estudios bien diseñados en la década de los 90 descubrieron que las píldoras de beta caroteno en realidad aumentaban las tasas de cáncer de pulmón. Del mismo modo, un ensayo clínico publicado en 2011 descubrió que la vitamina E, también antioxidante, aumentaba en un 17% el riesgo de cáncer de próstata en hombres. Estos estudios recordaron a los investigadores que la oxidación no es del todo mala; ayuda a matar bacterias y células malignas, eliminándolas antes que puedan convertirse en tumores, dijo Miller.
“Las vitaminas no son inertes”, dijo el doctor Eric Klein, experto en cáncer de próstata de la Clínica Cleveland que dirigió el estudio de vitamina E. “Son agentes biológicamente activos”. Tenemos que pensar en ellos de la misma manera que las drogas. Si tomas una dosis demasiado alta, causan efectos secundarios”.
Gulati, la doctora en Phoenix, dijo que su experiencia inicial recomendando suplementos a su padre le enseñó a ser más cautelosa. “Deberíamos ser médicos responsables y esperar los datos”.
La cobertura de KHN relacionada con el envejecimiento y la mejora de la atención de adultos mayores está respaldada en parte por la John A. Hartford Foundation.