Hace un año, mientras miles de estadounidenses terminaban sus compras navideñas y organizaban sus viajes, médicos en Wuhan, China, luchaban contra un misterioso brote de neumonía de origen desconocido.
Los médicos chinos creyeron que estaban siendo testigos del regreso del síndrome respiratorio agudo severo (SARS) un coronavirus que surgió en China a fines de 2002 y se propagó a 8,000 personas en todo el mundo, matando a casi 800.
La enfermedad nunca se propagó en los Estados Unidos, y desapareció en 2004.
Aunque esta enfermedad no se ha registrado en 16 años, el SARS marcó como muchas naciones, y científicos estadounidenses, reaccionaron a su mucho más peligroso primo hermano, el nuevo coronavirus que causa COVID-19.
Cuando los funcionarios chinos revelaron que a su brote de neumonía lo había causado un nuevo coronavirus, los países asiáticos afectados por el SARS sabían lo que tenían que hacer, dijo el doctor Amesh Adalja, investigador principal del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud. Taiwán y Corea del Sur ya habían aprendido la importancia de una respuesta rápida que incluía pruebas generalizadas, rastreo de contactos y el aislamiento de personas infectadas.
Estados Unidos, por el contrario, aprendió todas las lecciones equivocadas.
La racha de buena suerte del país, de 20 años, con los patógenos emergentes, que incluyen no solo el SARS, sino también la pandemia relativamente leve de H1N1, el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), el ébola, el virus Zika y dos cepas de la gripe aviar, nos dio una “falsa sensación de seguridad ”, opinó Adalja.
Muchos de los principales especialistas en enfermedades infecciosas subestimaron el veloz brote en sus primeras semanas y meses, asumiendo que Estados Unidos, otra vez, saldría ileso, según un análisis de KHN.
La arrogancia estadounidense impidió que el país reaccionara tan rápida y eficazmente como las naciones asiáticas, dijo Adalja.
Durante las dos primeras décadas de este siglo, “hubo muchas alarmas de fuego sin que hubiera incendios, por lo que lo que se tendió a ignorar esta alarma”, dijo Lawrence Gostin, director del Instituto O’Neill de Georgetown para la Ley de Salud Nacional y Global, quien reconoce que al principio subestimó el virus.
En una historia del 24 de enero, el doctor William Schaffner le dijo a KHN que el peligro real para los estadounidenses era la gripe común, que puede matar hasta 61,000 estadounidenses al año.
“En comparación, el coronavirus será un destello en el horizonte”, dijo Schaffner, profesor de medicina preventiva y políticas de salud en el Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt. “El riesgo es trivial”.
El mismo día, The Washington Post publicó una columna del doctor Howard Markel, quien cuestionaba la cuarentena de millones de personas en China. “Es posible que este coronavirus no sea muy contagioso, y puede que no sea tan mortal”, escribió Markel, director del Centro de Historia de la Medicina de la Universidad de Michigan.
JAMA, una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo, publicó un podcast el 18 de febrero titulado “La epidemia de influenza 2020: más grave que el coronavirus en los EE.UU.” Una semana después, JAMA publicó una gran infografía que ilustraba los peligros de la gripe y minimizaba los riesgos del nuevo virus.
El doctor Paul Offit, quien dirigió el desarrollo de una vacuna contra el rotavirus, predijo que el coronavirus, como la mayoría de los gérmenes respiratorios, desaparecería en el verano.
“No puedo imaginar, francamente, que cause ni siquiera una décima parte del daño que causa la influenza cada año en los Estados Unidos”, dijo Offit a Christiane Amanpour en una entrevista en PBS, el 2 de marzo.
El presidente Donald Trump se hizo eco de muchos de estos comentarios y pronosticó que el coronavirus desaparecería en abril, y que no era peor que la gripe. Trump dijo más tarde que el país estaba “dando vuelta” a la pandemia, incluso cuando el número de muertes se estaba disparando a niveles récord.
Caitlin Rivers, epidemióloga y profesora asistente de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins, se preocupó, y tuiteó, sobre el nuevo coronavirus desde el principio. Pero dijo que los funcionarios de salud pública trataron de equilibrar esos temores con la realidad de que la mayoría de los pequeños brotes en otros países no suelen convertirse en amenazas globales.
New sitrep out from Wuhan pneumonia outbreak. 59 cases between 12/12 and 12/29. SARS ruled out, but no other etiology identified. Still no evidence of H2H. https://t.co/b8ZdEGIzyJ
— Caitlin Rivers (@cmyeaton) January 5, 2020
“Si lloras todo el tiempo, la gente nunca prestará atención”, dijo el epidemiólogo Mark Wilson, profesor emérito de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Michigan.
Los expertos dudaban en predecir que el nuevo coronavirus sería la gran pandemia que habían anticipado durante mucho tiempo “por temor a parecer alarmistas”, dijo la doctora Céline Gounder, especialista en enfermedades infecciosas que asesora al presidente electo Joe Biden.
Muchos expertos fueron víctimas de ilusiones o negaciones, dijo la doctora Nicole Lurie, quien se desempeñó como secretaria adjunta de preparación y respuesta durante la administración Obama.
“Es difícil pensar en lo impensable”, dijo Lurie. “Para las personas cuyo enfoque y miedo era el bioterrorismo, tenían una visión del mundo de que la madre naturaleza nunca podría ser tan villana. Si no era bioterrorismo, entonces no podría ser tan malo”.
Si más expertos se hubieran dado cuenta de lo que se avecinaba, la nación podría haber estado mucho mejor preparada. Estados Unidos podría haber tenido una ventaja en la fabricación de equipos de protección personal, ventiladores y otros suministros, dijo el doctor Nicholas Christakis, autor de “Apollo’s Arrow: The Profound and Enduring Impact of Coronavirus on the Way We Live”.
“¿Por qué desperdiciamos dos meses que practicamente nos regalaron los chinos?”, se preguntó Christakis. “Podríamos haber invertido miles de millones de dólares en pruebas. Podríamos haber tenido un mejor mensaje público de que estábamos a punto de ser invadidos… Pero no estábamos preparados”.
El doctor Fauci no es tan crítico
El doctor Anthony Fauci, el principal funcionario de enfermedades infecciosas del país, no es tan crítico. En una entrevista, dijo que los científicos no tenían forma de predecir qué tan peligroso se volvería el coronavirus, dada la limitada información disponible en enero.
“No criticaría a las personas que dijeron que esto resultaría ser como el SARS o el MERS”, dijo Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, y señaló que ésta era “una suposición razonable. ”
Fauci señaló que las soluciones siempre son más claras en retrospectiva, y agregó que las autoridades de salud pública pierden credibilidad si responden a cada nuevo gérmen como si fuera un desastre nacional. En repetidas ocasiones ha dicho que los científicos deben ser lo suficientemente humildes para reconocer lo poco que se sabe sobre una nueva amenaza.
“Es muy fácil mirar en retrospectiva y decir ‘Podrías, deberías’”, dijo Fauci. “Se puede decir que deberíamos haber cerrado las cosas mucho antes debido a la propagación silenciosa en la comunidad. Pero, ¿qué habría hecho el hombre o la mujer promedio de la calle si dijéramos: “Tienes que cerrar el país por tres o cuatro casos”?
En su mayoría, los científicos han estado dispuestos a admitir sus errores y actualizar sus evaluaciones a medida que hubo más datos disponibles.
“Si vas a equivocarte, hazlo frente a millones de personas”, bromeó Offit sobre su entrevista en PBS.
Los científicos dicen que su respuesta al nuevo coronavirus habría sido más agresiva si las personas se hubieran dado cuenta de la facilidad con que se propagaba, incluso antes de que las personas infectadas desarrollen síntomas, y que muchas personas permanecen asintomáticas.
“Para que un virus tenga potencial pandémico, ese es uno de los mayores activos que puede tener”, dijo Adalja.
Aunque COVID-19 tiene una tasa de mortalidad más baja que el SARS y el MERS, su capacidad de propagarse silenciosamente por una comunidad lo hace más peligroso, dijo la doctora Kathleen Neuzil, directora del Centro para el Desarrollo de Vacunas de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland.
Las personas infectadas con SARS y MERS son contagiosas solo después de comenzar a toser y experimentar otros síntomas; los pacientes sin síntomas no transmiten ninguna enfermedad.
Con el SARS y el MERS, “cuando las personas se enfermaban, se enfermaban bastante e iban directamente al hospital y no caminaban por ahí transmitiéndolo”, dijo Christakis.
Debido a que es posible poner en cuarentena a las personas con SARS y MERS antes de que comiencen a propagar el virus, “fue más fácil cavar una fosa a su alrededor”, dijo Offit.
Basándose en su conocimiento del SARS y el MERS, los médicos creyeron que podían contener al nuevo coronavirus diciéndoles a las personas enfermas que se quedaran en casa. En los primeros meses de la pandemia, no parecía haber necesidad de que las personas sanas usaran máscaras. Eso llevó a los funcionarios de salud, incluido el Cirujano General de los EE. UU., Jerome Adams, a advertir a los estadounidenses que no compraran de máscaras facials porque eran suministros limtados que los hospitales necesitaban desesperadamente.
https://twitter.com/Surgeon_General/status/1233725785283932160?s=20
“Siempre estamos luchando contra la última epidemia”, dijo Markel. “Nuestra experiencia con los coronavirus fue que se queman en climas cálidos y no tenían la capacidad de propagarse con tanta violencia como éste”.
Muchos científicos se mostraron escépticos ante las primeras anécdotas de propagación presintomática.
“Se necesita mucho para revertir el dogma establecido”, dijo Wilson. “Saltar a un hallazgo inicial, sin corroborarlo, puede ser tan malo como perder un nuevo hallazgo”.
A medida que se acumulaban pruebas de propagación presintomática, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) cambiaron en abril su recomendación e instaron a los estadounidenses a que usaran máscaras en público.
Adalja señala que el consejo anterior de los CDC contra el uso de máscaras se basó en una investigación que descubrió que eran ineficaces contra la propagación de la influenza. Sin embargo, un nuevo estudio ha demostrado que las máscaras reducen la transmisión del nuevo coronavirus, que se propaga principalmente a través de gotitas respiratorias, pero también puede viajar por el aire en forma de partículas diminutas.
Adalja dijo que Estados Unidos debería haber aprendido de sus primeros tropiezos. Sin embargo, a pesar de la abundante evidencia, muchas comunidades aún se resisten a exigir máscaras o distanciamiento físico.
“Sigo desconcertado de que sigamos cometiendo los mismos errores”, dijo Adalja. “Es casi como si estuviéramos condenados a repetir este ciclo sin cesar”.
Algunos lo vieron venir
Hubo científicos y periodistas que reconocieron de inmediato la amenaza del nuevo coronavirus.
“Tuvimos que reaccionar de inmediato como si esto fuera a afectar a todos los rincones de la Tierra”, dijo Adalja, quien comenzó a escribir en su blog sobre el nuevo virus el 20 de enero. Estaba claro que “este no era un virus que se pudiera contener”.
Adalja lideró un proyecto de 2018 que identifica las características que permiten que los virus emergentes se conviertan en pandemias. En ese profético informe, Adalja y sus coautores destacaron la amenaza de ciertos virus respiratorios que utilizan ARN como material genético.
Cuanto más se enteraba Adalja sobre el nuevo coronavirus, más parecía encarnar el tipo de amenaza sobre la que había advertido: una con “transmisibilidad eficiente de persona a persona, una tasa de letalidad apreciable, la ausencia o la falta de disponibilidad de una eficiente respuesta médica, una población inmunológicamente ingenua, factores de virulencia que permiten la evasión del sistema inmunológico y el modo de propagación respiratorio”.
Aunque los CDC impulsaron la respuesta temprana, estableciendo una estructura de manejo de incidentes el 7 de enero, los primeros pasos en falso de la agencia con las pruebas son bien conocidos. El brote se intensificó rápidamente, lo que llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a declarar la emergencia de salud el 30 de enero y a los Estados Unidos a anunciar la emergencia de salud pública al día siguiente.
Adalja y otros expertos descartaron algunas de las primeras respuestas de la administración Trump, como las cuarentenas y la prohibición de viajar a China, por considerarlas un “desperdicio de recursos” que hacían poco para contener al virus.
“Hubo inercia política sobre las acciones de salud pública que podrían haber evitado los cierres”, dijo Adalja. “Dejamos que esto se diseminara en los hospitales … [y] si le das a un virus una ventaja de tres meses, ¿qué esperas?”.
En una publicación del 7 de enero en un sitio web de la Sociedad Estadounidense de Enfermedades Infecciosas, el doctor Daniel Lucey etiquetó la neumonía como “Enfermedad X”, usando el término de la OMS para un patógeno emergente capaz de causar una epidemia devastadora, para el cual no hay pruebas, tratamientos o vacunas.
Lucey, profesor adjunto de enfermedades infecciosas en el Centro Médico de la Universidad de Georgetown, señala que la respuesta internacional se vio obstaculizada por la desinformación de los funcionarios chinos. “El gobierno chino dijo que no había propagación de persona a persona”, dijo Lucey, quien viajó a China con la esperanza de visitar Wuhan. “Eso fue una mentira”.
Cuando el 20 de enero China reveló que 14 trabajadores de salud habían resultado infectados, Lucey sabía que el virus se propagaría mucho más. “Para mí, eso fue como la caja de Pandora”, dijo Lucey.
Cuando el 14 de febrero se supo que el número de trabajadores de salud infectados ya era de 1,716, Lucey dijo: “Casi vomito”.
Aunque por miles de especialistas en enfermedades infecciosas leen su blog, Lucey envió por correo electrónico una advertencia especial a los periodistas y a una docena de médicos y funcionarios de salud pública, con la esperanza de alertar a líderes influyentes.
“Puse este comentario sincero en mi correo electrónico y me quedo en silencio”, dijo Lucey.
Tener éxito con las vacunas
En el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, los científicos han estado estudiando la estructura de las proteínas de los coronavirus durante años.
Los investigadores habían desarrollado una vacuna contra el SARS, aunque la epidemia terminó antes de que pudieran probarla ampliamente en humanos, contó Fauci.
“Demostramos que era segura e inducimos una respuesta inmunitaria”, dijo Fauci. “Los casos de SARS desaparecieron, por lo que no pudimos probarla… Guardamos la vacuna en frío. Si el SARS regresa, haremos un ensayo [clínico] de fase 3”.
El doctor Barney Graham, subdirector del Centro de Investigación de Vacunas, pidió a los científicos chinos que compartieran la información genética del coronavirus. Después que se publicó el genoma, Graham se puso a trabajar inmediatamente.
“Tuvimos una reunión el 10 de enero y cinco días después se comenzó a trabajar en una vacuna”, dijo Fauci.
Aunque los científicos sabían que el brote de COVID podría terminar antes de que se necesitara una vacuna, “no podíamos correr el riesgo”, dijo Fauci.
“Dijimos: ‘No tenemos idea de lo que va a pasar, así que ¿por qué no seguimos adelante con una vacuna de todos modos?’”.
Aunque su equipo estaba preocupado por encontrar el dinero para pagar todo, Fauci les dijo: “No se preocupen por el dinero. si realmente lo necesitamos, estoy seguro de que lo conseguiremos”.
Expertos en salud esperan que el país aprenda de sus errores y esté mejor preparado para la próxima amenaza.
Dada la cantidad de virus nuevos que han surgido en las últimas dos décadas, es probable que “las pandemias se vuelvan más frecuentes”, dijo Gounder, por lo que es fundamental estar preparado para la próxima.
De todas las lecciones aprendidas durante la pandemia, la más importante es que “no podemos volver a estar tan desprevenidos”, dijo el dijo Tom Frieden, quien dirigió los CDC durante la administración Obama.
“Para mí, éste debería ser el momento de aprendizaje más propicio de nuestras vidas, en términos de la necesidad de fortalecer la salud pública en los Estados Unidos y en todo el mundo”, agregó Frieden.
Pero Gounder señala que la financiación de la salud pública de en el país tiende a seguir un ciclo de crisis y abandono. Estados Unidos aumentó el gasto en salud pública y preparación para emergencias después del 9/11 y de los ataques con ántrax en 2001, pero esa financiación ha disminuido drásticamente a lo largo de los años.
“Tendemos a invertir mucho en el momento de crisis”, dijo Gounder. “Pero cuando la crisis se desvanece, recortamos el presupuesto. Eso nos vuelve realmente vulnerables”.