TALLAHASSEE, Florida. — Después de volver de lo que sintió como la mejor pasantía de su vida, Danae Daniels estaba ansiosa por relajarse y comenzar un nuevo semestre en la Florida Agricultural and Mechanical University. Pero cuando abrió la puerta de su apartamento fuera del campus, la recibió un olor insoportable y una realidad devastadora.
“Había moho en mi dormitorio, en mi cama, en mi cartera más cara”, contó Daniels. “Moho en el clóset, en el baño, literalmente en todas partes”.
Durante su ausencia, una serie de graves desastres naturales había azotado el área de Tallahassee y dejado daños extendidos. Según los National Centers for Environmental Information, esas tormentas del verano de 2024 causaron daños valuados en miles de millones de dólares, obligaron a mudarse a muchas familias y dejaron en ruinas a numerosas empresas.
Pero el daño no fue solo material. Mientras la comunidad trabajaba para recuperarse, el moho se instaló en viviendas y edificios de toda la ciudad, y convirtió el desastre natural en una crisis prolongada con consecuencias para la salud pública.
“Si cualquier parte de una casa se expone a inundaciones o filtraciones y no se seca completamente en un plazo de 24 a 48 horas, es casi seguro que aparecerá moho”, explicó Parham Azimi, investigador asociado de la Harvard T.H. Chan School of Public Health, que estudia la relación entre la exposición al moho y la salud respiratoria, especialmente cuando ocurren desastres naturales.
“Después de una tormenta importante, con frecuencia vemos un incremento de las enfermedades respiratorias, especialmente en los hogares que se inundaron”, explicó.
Una base para el problema
Se estima que el 47% de los edificios residenciales de Estados Unidos tiene humedad o moho. Así que, aunque la última temporada de huracanes esté por terminar, siguen presentes los problemas de salud asociados al moho.
Como el 29 % de la población del país vive en condados costeros propensos a las inundaciones, hay un riesgo considerable a exponerse a esporas de moho y alérgenos capaces de desencadenar enfermedades respiratorias. Eso deja a unos 95 millones de personas vulnerables cuando ocurren fenómenos climáticos extremos.
Esta cifra ni siquiera incluye a quienes viven en zonas del interior del país que también sufren crecidas, como las montañas de Carolina del Norte y Tennessee, que tuvieron inundaciones severas tras el paso del huracán Helene el año pasado, ni a quienes vieron sus casas anegadas por las lluvias en la región montañosa de Texas este verano.
Las consecuencias para la salud van desde reacciones alérgicas leves hasta afecciones respiratorias graves. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), entre los síntomas comunes se encuentran la congestión nasal, las crisis asmáticas y la irritación en la piel.
Una exposición prolongada puede generar complicaciones más serias, como la neumonitis por hipersensibilidad —una inflamación poco común en los pulmones— y enfermedades causadas por micotoxinas, que pueden afectar el sistema nervioso, el hígado y los riñones.
Ahora, debido a los recortes y los cambios de política del presidente Donald Trump, está en duda la continuidad de un importante programa federal que ayuda a reparar viviendas afectadas por desastres naturales, así como la asistencia de la Federal Emergency Management Agency (FEMA).
Un enemigo invisible
Uno de los mayores peligros del moho es que muchas veces pasa inadvertido durante meses o incluso años, dejando a las personas expuestas sin que se den cuenta.
Lauren Lowenstein, residente de Houston, lo sabe muy bien. “Durante cinco años, la salud de mi familia empeoraba y no sabíamos por qué”, dijo.
Después de realizar una prueba del Environmental Relative Moldiness Index, Lowenstein descubrió que esporas tóxicas de moho estaban creciendo dentro de las paredes de su casa debido a la condensación excesiva en el sistema de aire acondicionado. Ella, su esposo y sus dos hijos se vieron obligados a abandonar la vivienda de inmediato y a empezar de nuevo.
“El moho no era visible y no teníamos ninguna señal de que estaba creciendo”, relató.
Es más: incluso cuando se detecta el moho, eliminarlo es un desafío costoso. En promedio, la remoción de moho cuesta entre $1.222 y $3.751, según la plataforma de servicios del hogar Angi. Sin embargo, en casos graves el precio puede superar los $30.000. Muchas veces, las personas que han contratado seguros que cubren daños por moho deben asumir parte del gasto.
Daniels, por ejemplo, tuvo que dejar su apartamento en Tallahassee y alojarse un mes en un hotel mientras esperaba ser reubicada en una unidad renovada. Además, tuvo que reemplazar todas sus pertenencias.
El costo de una eliminación satisfactoria es inalcanzable para muchas familias, señaló Azimi, y puede ser difícil encontrar viviendas alternativas accesibles. Estas dificultades implican seguir expuestos al moho.
“Para las comunidades de bajos ingresos y marginadas, los riesgos son aún mayores”, manifestó Azimi.
Asistencia lenta y limitada
Para quienes buscan ayuda del gobierno, los tiempos de espera pueden ser bastante largos, afirmó el reverendo Mac Legerton, fundador de la Disaster Survivaland Resiliency School, del condado de Robeson en North Caroline. “En muchos casos, las familias deben elegir entre vivir en condiciones inseguras o quedarse sin hogar”, lamentó.
Una revisión realizada en 2019 y financiada por el Department of Housing and Urban Development sobre 88 subsidios por desastres, reveló que el programa Community Development Block Grant Disaster Recovery comenzó a distribuir los fondos solicitados, en promedio, 20 meses después del desastre inicial. En muchos casos, los desembolsos tardaron dos años o más.
“En nuestro sistema de respuesta a desastres, la eliminación del moho es una de las áreas más desatendidas a nivel local, estatal y nacional”, afirmó Legerton.
La organización de Legerton dirige un programa llamado “cazadores de moho”, una iniciativa de capacitación y educación práctica que brinda a las personas del condado de Robeson las herramientas y el conocimiento necesarios para eliminar el moho de forma segura en viviendas, iglesias y negocios después de los desastres naturales.
El programa también ofrece servicios gratuitos de remoción de moho para comunidades vulnerables. Explicó que lo crearon en respuesta a la falta de ayuda oportuna en esta zona del centro de North Caroline.
La espera pasa factura
Tanya Locklear vivió esta situación tras los daños importantes que provocaron los huracanes Matthew y Florence en su casa, en Pembroke, North Caroline, en 2016 y 2018, respectivamente.
Finalmente, su vivienda quedó contaminada por moho.
Solicitó asistencia a través del programa estatal ReBuild NC en agosto de 2021, pero, según relató, su pedido no fue aprobado hasta noviembre de 2023. Los trabajos de reparación comenzaron en febrero de 2024, más de dos años después de haber presentado la solicitud.
Locklear afirmó que su caso solo avanzó después de los esfuerzos de los defensores locales, incluida la presión de líderes comunitarios y la organización de Legerton.
Sin embargo, los retrasos iniciales ya habían afectado la salud y el bienestar de su familia. Mientras esperaban la ayuda, Locklear y sus hijos siguieron viviendo en condiciones insalubres por el moho. Ella cuenta que todos sufrieron problemas como dolores de cabeza, hemorragias nasales y dificultades respiratorias.
Todavía hoy, aseguró Locklear, sigue teniendo problemas respiratorios, lo que demuestra los perjuicios a largo plazo de vivir en casas infestadas de moho.
Legerton, que está trabajando con su equipo directamente con los afectados en North Caroline, insiste en que los legisladores y funcionarios tienen que enfocarse en simplificar los programas de ayuda por desastres para garantizar que la asistencia llegue de manera efectiva y rápida a las familias y comunidades afectadas en todo el país.
Según Legerton y otros expertos en salud pública, los funcionarios del gobierno también deberían aumentar los fondos para la limpieza y eliminación del moho para evitar que la gente tenga que mudarse y prevenir problemas de salud a largo plazo.
Igualmente, plantea la necesidad de aplicar normas más estrictas de construcción y promover diseños de vivienda resistentes a inundaciones para reducir el riesgo de moho en zonas vulnerables a desastres.
Sin políticas preventivas, dijo Azimi, millones de personas podrían quedar expuestas por mucho más tiempo a condiciones de vida insalubres.
“A medida que el cambio climático se intensifica, los huracanes y las tormentas fuertes serán más frecuentes y destructivos, lo que incrementa el riesgo de enfermedades relacionadas con el moho”, aseguró Azimi.
