El cambio al horario de verano, una gran molestia para muchas personas, puede estar a punto de desaparecer ya que legisladores están considerando razones de salud pública para abandonar el ritual del ajuste de la hora dos veces al año.
Al cambio de hora, especialmente en primavera, se le culpa por el aumento de ataques cardíacos y accidentes de tránsito mientras la gente se adapta a un déficit temporal del sueño. Y, mientras en las legislaturas de todo el país se proponen proyectos de ley para terminar con esta tradición, surge una gran pregunta sobre el cambio que se acerca este 8 de marzo: ¿Qué es mejor, el horario de verano o el horario estándar (de invierno)?
Resulta que las opiniones están divididas. Por un lado, los científicos y por el otro, los políticos.
Los comerciantes, las cámaras de comercio y la industria del entretenimiento siempre han favorecido las tardes con más horas de luz que permiten más tiempo para comprar y jugar.
Los investigadores que estudian los ritmos biológicos humanos se inclinan por el horario de invierno, conocido como “la hora de Dios” por los agricultores que se opusieron al horario de verano cuando se adoptó, por primera vez, durante la Primera Guerra Mundial.
Lo que está claro es que cambiar de hora es impopular. Un 71% de los estadounidenses quiere dejar de adelantar y atrasar los relojes, según una encuesta del Centro de Investigación de Asuntos Públicos de Associated Press-NORC de 2019.
Los políticos han reaccionado en consecuencia. Más de 200 proyectos de ley estatales se han presentado desde 2015 para mantener un horario o el otro, según la Conferencia Nacional de Legislaturas Estatales (NCSL.
Las medidas más populares hasta el momento favorecen al horario de verano permanente, con más horas de luz para las actividades después del trabajo. En 2018, Florida aprobó un proyecto de ley y los votantes de California respaldaron una medida al respecto. Maine, Delaware, Tennessee, Oregon y Washington se unieron en 2019, aprobando proyectos de ley a favor del horario de ahorro de luz diurna. El presidente Donald Trump se unió a la conversación el pasado mes de marzo, tuiteando: “¡Me parece bien que el horario de verano sea permanente!”
Pero ninguna de esas iniciativas puede hacerse realidad sin la bendición del Congreso. Los estados siempre han podido optar por no tener horario de verano y adoptar el horario estándar de forma permanente, como lo han hecho Arizona y Hawaii. Pero hacer que el horario de verano dure todo el año es otra historia.
Sin embargo, Scott Yates, cuya página web #Lock the Clock se ha convertido en un recurso para los legisladores que presionan por el cambio, cree que éste será otro gran año. Yates está particularmente entusiasmado por la actitud que vio en los legisladores estatales, en agosto, cuando presentó el tema en la cumbre nacional anual de legisladores en Nashville, Tennessee.
“No me veían como el bufón de la corte y no era un entretenimiento”, dijo. “Se preguntaban, ‘¿Qué podemos hacer para que esto se apruebe?’”
Buscando terminar el ciclo “primavera adelante, otoño atrás”
Yates, de 54 años, es CEO de una startup tecnológica con base en Denver, y lleva seis años promoviendo el fin del cambio de horarios. No está a favor de un horario concreto. Es el cambio de hora con lo que quiere terminar. Al principio, sólo se trataba del aturdimiento y la molestia de sentirte incómodo, comentó. Pero luego comenzó a ver estudios científicos que mostraban que los cambios de hora eran perjudiciales.
Un estudio de autopsias en Alemania, de 2006 a 2015, por ejemplo, mostró un aumento significativo justo después del cambio de primavera en las muertes causadas por enfermedades cardíacas, accidentes de tráfico y suicidios. Investigadores también han observado un aumento significativo del riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
Tres medidas pendientes en el Congreso permitirían a los estados hacer permanente el horario de verano. Pero, mientras tanto, los legisladores estatales que quieren más horas de luz preparan resoluciones y proyectos de ley, algunos de los cuales serían impulsados por la aprobación del Congreso y la adopción del horario de verano en estados circundantes.
El Senado de Illinois aprobó un proyecto de ley de este tipo, y Kansas considera otro después del fracaso, el año pasado, de un proyecto de ley para terminar con el horario de verano en el estado. En 2019, Utah aprobó una resolución en apoyo del proyecto de ley del Congreso, y el representante estatal Ray Ward, republicano y médico de familia en Bountiful, lidera en la Cámara baja un proyecto de ley sobre el horario de verano permanente recientemente aprobado por el Senado estatal.
“El reloj humano no fue construido para saltar de un lado a otro. Por eso tenemos jet lag”, dijo Ward, que fue co-presentador con Yates en la cumbre de la NCSL. “Es muy fácil demostrar que, si le robas a las personas una hora de sueño, el efecto es negativo”.
Las iniciativas han sido particularmente agresivas en California, donde el 60% de los votantes favorecieron el horario de verano permanente en 2018. Un proyecto de ley está pendiente en la Asamblea estatal.
La ciencia respalda mantener el horario estándar
Todo esto alarma a los científicos que estudian los ritmos biológicos humanos.
Investigadores estadounidenses y de la Unión Europea se han posicionado en contra del horario permanente de verano. La Society for Research on Biological Rhythms (SRBR) publica su oposición de manera prominente en la parte superior de su sitio web.
Interferir en la relación del cuerpo con el sol puede afectar negativamente no sólo el sueño, sino también la función cardíaca, el peso y el riesgo de cáncer, escribieron los miembros de la SRBR. Según un estudio, que se cita con frecuencia, sobre diferentes resultados de salud dentro de las mismas zonas horarias, cada 20 minutos de amanecer tardío correspondió a un aumento de ciertos cánceres de entre el 4% y el 12%.
“Lo creas o no, tener luz por la mañana no sólo te hace sentir más alerta, sino que te ayuda a ir a la cama a la hora correcta por la noche”, aseguró la doctora Beth Malow, directora de la división del sueño de la Facultad de Medicina de la Universidad de Vanderbilt. En la clínica del sueño, Malow ha visto mucha evidencia puntual que respalda lo que dice. Padres de niños con autismo le dicen que a sus hijos les resulta particularmente difícil adaptarse al cambio de hora, dijo.
Jay Pea, ingeniero de software de San Francisco, estaba tan descontento con la propuesta de horario de verano permanente de California que creó el sitio web Save Standard Time para promover los argumentos de salud que hagan permanente el horario estándar o de invierno. Dijo que que no se escucha a la comunidad científica.
“Esencialmente es como la negación de la ciencia”, señaló. “Me parece extraño que los políticos no escuchen a los expertos en esto”.
Pea, de 41 años y astrónomo aficionado, entiende la necesidad humana de tener el sol directamente sobre la cabeza al mediodía. “Es una maravillosa conexión con la realidad natural que desafortunadamente muchas personas han perdido”, dijo. El horario de verano “nos aleja del mundo natural”.
Como mínimo, los legisladores deberían considerar la historia, apuntó. El horario de verano fue, originalmente, un plan para ahorrar energía durante las dos guerras mundiales, pero no fue lo suficientemente popular como para ser adoptado uniformemente después de que los conflictos terminaran. En 1974, el gobierno federal decidió implementarlo, temporalmente, durante todo el año como una forma de hacer frente a la crisis energética (aunque más tarde se descubrió que el ahorro de energía no era relevante).
Su popularidad se desplomó después del primer invierno, cuando la gente descubrió que el sol no salía hasta las 8 de la mañana o más tarde y los padres se preocuparon por la seguridad de los niños que esperaban en la oscuridad los autobuses escolares.
Pea encuentra frustrante que la tendencia ahora sea a favor del horario de verano permanente, algo que atribuye al apego emocional con esa estación. “Es una lástima que cada generación tenga que volver a tratar este tema”, concluyó.