Andrea Amelse sabe lavarse las manos muy bien.
Durante los últimos ocho años, se las ha estado lavando casi cada vez que pasa por un fregadero. Cuando hay un desinfectante de manos, lo usa. Se esfuerza por evitar a las personas con enfermedades contagiosas, aunque implique trabajar desde casa o perderse una reunión con amigos. No siempre es fácil a los 25 años.
En 2012, a Amelse le diagnosticaron lupus, una enfermedad autoinmune que la hace vulnerable a las infecciones. Desde entonces ha desarrollado hipertensión arterial pulmonar, una condición que requiere de terapia intravenosa a través de una vía central a su corazón.
Ambas enfermedades la colocan en mayor riesgo de infecciones virales y bacterianas. Por eso, su adaptación es una cuestión de supervivencia: ha tomado muy en serio axiomas de larga data sobre lo que constituye una buena higiene.
A medida que el nuevo, y altamente contagioso, coronavirus continúa propagándose en los Estados Unidos, el público en general podría aprender una o dos cosas de Amelse y millones de otros estadounidenses con sistemas inmunes debilitados, que ya viven según las reglas de control de infecciones.
Ya sea que se trate de personas que recibieron trasplantes de órganos recientemente, personas que reciben quimioterapia u otras con enfermedades crónicas, Estados Unidos tiene una amplia comunidad de residentes inmunodeprimidos que hace mucho tiempo adoptaron los cambios en el estilo de vida que los funcionarios ahora promueven como un medio para evitar el contagio: lávate las manos y hazlo a menudo. No te toques la cara. Evita ese apretón de manos. Manténte alejado de las personas que tosen y estornudan.
Amelse no sigue los consejos a la perfección, a veces se toca la cara. “Lo haces sin siquiera darte cuenta, por eso quebrar estos hábitos puede ser un desafío”, dijo. Pero el incentivo para seguir mejorando está ahí. “Si estás resfriado y me contagias, tú estarás enfermo por una semana. Yo por un mes”.
Incluso con su dedicación, COVID-19 está demostrando ser algo difícil de enfrentar. Y sabe que los estadounidenses deben adoptar estos hábitos porque, aunque la enfermedad es relativamente menor para muchas personas que la contraen, puede ser mortal para las que tienen condiciones preexistentes.
Amelse trabaja en una pequeña organización de educación en salud en Minneapolis que ayuda a pacientes con enfermedades complicadas a aprender sobre su enfermedad. Sabe mucho sobre salud y cómo prevenir una infección. Aun así, la amenaza de COVID-19 la desconcierta a ella y a sus médicos.
Con un virus tan nuevo, la orientación oficial sobre lo que deberían hacer las personas con mayor riesgo para mantenerse alejados de COVID-19 es limitada. Pero los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) dijeron recientemente que pareciera que el virus afecta más a personas de 60 años o más con problemas de salud subyacentes. También existe preocupación por las personas más jóvenes con sistemas inmunes limitados o enfermedades complejas.
Los funcionarios de salud están pidiendo a las personas en riesgo que acumulen suministros para dos semanas de víveres y medicamentos esenciales en caso que necesiten permanecer en casa; para evitar multitudes y áreas muy transitadas; evitar los viajes no esenciales; y monitorear lo que sucede en su comunidad.
El control de infecciones siempre sigue un conjunto similar de principios, explicó el doctor Jay Fishman, director del Transplant Infectious Disease and Compromised Host Program en el Hospital General de Massachusetts y profesor de la Escuela de medicina de la Universidad de Harvard.
Aun así, las recomendaciones no son tan uniformes. Algunas personas nacen con sistemas inmunes más fuertes y otras tienen déficit inmunológico, dijo Fishman. Qué tan estrictas deben ser las personas para prevenir enfermedades puede variar según cuán susceptibles sean.
Las recomendaciones también deben tener en cuenta lo que las personas pueden y harán, dijo. Los niños, por ejemplo, se encuentran entre los mejores vectores de gérmenes de todos los tiempos, pero Fishman no les pide a sus pacientes con nietos que se mantengan alejados de los miembros jóvenes de su familia. “Realizamos el trasplante para que puedan ver a sus nietos”.
Del mismo modo, evitar multitudes y mantenerse alejado de las personas enfermas es fácil para algunos, pero puede ser casi imposible si trabajas, por ejemplo, en servicios. Encuentra formas de evitar los riesgos y reducirlos cuando sea posible.
Fishman dijo que muchos de sus pacientes no se enferman con más frecuencia que la población general, a pesar de sus vulnerabilidades. Pero cuando lo hacen, las enfermedades tienden a durar más, a ser más graves y a poner a las personas en mayor riesgo de contraer infecciones adicionales. Aconseja a los pacientes que estén atentos, pero también que vivan sus vidas y no se rijan por el miedo.
La doctora Deborah Adey, nefróloga de trasplantes de UCSF Health, se hizo eco de Fishman, diciendo que le gusta encontrar formas de ayudar a sus pacientes a continuar con sus vidas. Un paciente recientemente preguntó si estaba bien volar a Salt Lake City, y ella sugirió que fuera en auto en vez de en avión.
Medir los riesgos puede ser difícil. Amelse se sintió aliviada cuando una importante conferencia de salud a la que tenía programado asistir en Florida se canceló a último momento. No sabía si era seguro viajar, pero tampoco estaba claro cómo clasificar un viaje de trabajo importante: ¿era esencial? ¿No lo era?
Adey realiza citas de seguimiento por teleconferencias cuando es posible, para mantener a sus pacientes fuera de las instalaciones médicas. Los hospitales son, por diseño, lugares para los enfermos, y generalmente se aconseja a las personas con sistemas inmunes comprometidos que los eviten, junto con los virus y bacterias que habitan en hospitales.
Eso coincide con el consejo de funcionarios en California y otros estados, que piden a las personas que se mantengan fuera de las salas de emergencia a menos que sea absolutamente necesario. Les dicen que, cuando sea posible, que llamen con anticipación a sus médicos y se queden en casa a menos que una enfermedad sea grave.
Y, de manera similar a lo que los funcionarios públicos aconsejan a la población general, Adey no recomienda que sus pacientes usen máscaras faciales cuando están en público o incluso en la clínica. “Las únicas personas que recomendaría es si tienen mucho contacto cercano con el público en general y no pueden permitirse el lujo de estar fuera del trabajo”.
Si bien se ha hablado mucho sobre máscaras faciales, los estantes vacíos de desinfectante para manos son igualmente frustrantes para Amelse. Cada 48 horas, tiene que mezclar y administrar medicamentos que coloca en una vía intravenosa que entra en su corazón. Todo debe desinfectarse y, por lo general, recibe envíos mensuales de toallitas antibacterianas y desinfectante. Si los proveedores se quedan sin stock, le preocupa que tener que ir a un hospital para que le administren los medicamentos, exactamente donde sus médicos no quieren que esté.
Científicos están trabajando desesperadamente en una vacuna contra el coronavirus, que estaría disponible dentro de 12 a 18 meses. Pero muchas vacunas están hechas de virus vivos y no se pueden administrar a algunas personas inmunodeprimidas.
Dado el riesgo que COVID-19 representa para las personas con sistemas inmunes comprometidos, el gobierno necesita enfatizar la importancia de que todos sigan buenos protocolos de higiene, dijo Fishman.
Y para aquellos que se están poniendo al día en la prevención de infecciones, Amelse tiene consejos: “Los virus no eligen; se pegarán en cualquier parte”, dijo. Incluso si no es una enfermedad grave para ti, “hay personas en tu vida que puedes infectar. Tienes la obligación y la responsabilidad de cuidar a tus seres queridos”.
Esta historia de KHN fue publicada primero en California Healthline, un servicio de la California Health Care Foundation.