Desde que vio a su madre desplomarse y morir, el miedo a la muerte dejó emocionalmente paralizado a Richard Bridgman.
Fue hace casi 45 años, cerca del Día de Acción de Gracias, una noche que Bridgman estaba durmiendo en el sofá de su mamá.
“En medio de la noche, ella entró a la sala y me dijo: ‘Richard, me muero’”, recordó Bridgman, quien trató de tranquilizar a su mamá diciéndole que estaría bien. Pero su madre, quien tenía una condición cardíaca, estaba sufriendo un infarto fulminante. “Ella me miró y cayó. No supe qué hacer. Estaba muerta”.
La muerte persiguió a Bridgman gran parte de sus primeras décadas de vida. Su padrastro murió cuando él tenía 15 años. Su padre, un alcohólico, falleció cuando Bridgman tenía 17 años. Y fue a sus 26 cuando su madre murió ante sus ojos. Ahora, a los 72, se jubiló del negocio de recolección de cuentas del que fue propietario en el área de Springfield, Illinois. Bridgman ha pasado la mayor parte de sus años adultos tratando de salir adelante y de superar su inmenso miedo a la muerte.
“La muerte se convirtió en una obsesión”, dijo. “No importaba adónde fuera o lo que hiciera, la muerte siempre estaba en mi mente”.
La mayoría de las personas prefieren no pensar en la muerte, mucho menos planificarla. En un mundo enloquecido por la tecnología, donde el tiempo se mide comúnmente en 140 caracteres y mensajes cortos de 6 segundos, la vida parece fraccionarse en mensajes breves, y la discusión sobre la muerte ni siquiera parece encajar en la ecuación.
“Todo el mundo le tiene miedo a la muerte, sin importar de qué cultura, religión o país provengan”, dijo Kelvin Chin, autor de “Overcoming the Fear of Death” (Superando el miedo a la muerte) y fundador de la Fundación de Superación del Miedo a la Muerte y la organización sin fines de lucro turningwithin.org. “El miedo es simplemente una emoción causada por la anticipación de la infelicidad”.
Pero, un momento. ¿Y si la muerte no es realmente infeliz? ¿Y si simplemente… es? Para Bridgman, cuyo miedo a la muerte era abrumador, esa simple pregunta fue un paso importante para aprender a lidiar emocionalmente con la muerte. Esa pregunta se la planteó Chin, a quien descubrió a través de una búsqueda en Google. Varias consultas telefónicas de apoyo con Chin, combinadas con un proceso de meditación simple que Chin enseña, han ayudado a Bridgman a mantener sus temores bajo control.
“Gasté tanto dinero en psiquiatras y psicoterapeutas, y ninguno de ellos me hizo algo de bien”, dijo Bridgman. Pero Chin dirigió a Bridgman hacia la meditación. “La meditación es mejor que la medicina”, dijo Bridgman.
Cada uno debe encontrar su propia manera de manejar el miedo a la muerte. Una experta, quien superó su propio miedo a través de años de asistir a los moribundos, dice que la muerte raramente es tan terrible como la mayoría de la gente teme.
“La muerte suele ser un proceso pacífico”, explica Donna Authers, cuidadora profesional, oradora motivacional y autora del libro “A Sacred Walk: Dispelling the Feas of Death and Caring for the Dying” (Una caminata sagrada: disipar el miedo a la muerte y cuidar de los moribundos).
“Muy pocas personas mueren gritando. Sólo se van a dormir”.
Pero a Authers le tomó años aprender la lección. De niña, la muerte la atormentaba. Cuando tenía 2 años, su padre murió en la Segunda Guerra Mundial. Su madre, quien se había vuelto a casar, murió cuando Authers cumplió 5. “En lugar de una fiesta de cumpleaños, me desperté para tener el peor día de mi vida”, dijo. Su abuelo se suicidó cuando ella tenía 15 años.
Fue la abuela de Authers, mientras moría de cáncer, quien le enseñó la lección más crítica para aceptar la inevitabilidad de la muerte. Authers llevó a su abuela a su casa para atenderla durante sus últimos días. Pero su abuela podía sentir el terrible temor de su nieta.
Fue entonces cuando su abuela la tomó de la mano y, sin miedo, le recordó: “La muerte es parte de la vida. Tú también estarás donde estoy algún día, y no puedes enfrentar la muerte con miedo”, dijo. Eso cambió todo. Al ver a su abuela enfrentarse valientemente a la muerte, sus propios temores se esfumaron. “Ya no tuve miedo de la muerte ni de morir”, recuerda Authers.
Authers finalmente dejó su trabajo como ejecutiva de marketing en IBM para convertirse en cuidadora. A través de los años, ha encontrado que la fe es la cualidad más importante entre los que enfrentan a la muerte sin temor. “La gente que tiene fe en algo no se aflige como aquéllos que no tienen esperanza”, dijo Authers.
Sin embargo, Chin ha visto que son los jóvenes “millenials” los que están teniendo cada vez más miedo a la muerte, más que cualquier otro grupo demográfico.
“Es la desventaja de las redes sociales”, dijo Chin. “El bombardeo y la velocidad de la comunicación conducen a una sobrecarga que puede desencadenar un miedo a la muerte”.
Tal vez incluso el mundo de la política puede desempeñar un papel, sugiere Sheldon Solomon, profesor de psicología en el Skidmore College y autor de “The Worm at the Core: On the Role of Death in Life” (El gusano en el núcleo: sobre el papel de la muerte en la vida).
En tiempos de agitación política, especialmente cuando a la gente se le recuerda su mortalidad, el temor a la muerte aumenta incluso cuando los atraen figuras políticas que les prometen más seguridad, dijo Solomon, quien ha llevado a cabo numerosos estudios sobre el tema.
“Cuando a la gente se le recuerda su propia mortalidad, en un esfuerzo por reforzar la fe en su propia visión de la realidad, se vuelven más hostiles con cualquiera que es diferente”. Aún entonces, dice Salomón, tal vez nada alivia el miedo a la muerte de una persona moribunda más que el amor.
Una abuela en estado terminal a quien conocía estaba angustiada ante la posibilidad de la muerte. Ningún médico y ningún medicamento podían ayudarla. Entonces, ella recibió una corta llamada telefónica de su nieta, rogándole su receta para los pastelitos. “Nadie puede hacerlos como tú”, dijo su nieta.
“Esa llamada logró en cinco minutos más que cualquier otra cosa”, explicó Solomon. “Le recordó a la abuela que viviría en los recuerdos de la gente a quienes amaba. Eso era todo lo que ella necesitaba saber”.
La cobertura de KHN sobre problemas de fin de vida y enfermedad grave es apoyada por la Fundación Gordon y Betty Moore.