El doctor Chris Kjolhede está enfocado en los niños del centro de Nueva York.
Como codirector de los centros de salud escolares de Bassett Healthcare Network, el pediatra supervisa alrededor de 21 clínicas de salud escolares en toda la región, una zona rural pobre conocida por sus fábricas y paralizada por la epidemia de opioides.
Desde un esguince de tobillo en el recreo hasta preguntas sobre el control de la natalidad, las clínicas sirven como proveedoras de atención primaria para muchos estudiantes, dentro y fuera del aula.
La meta principal es asegurarse que los niños estén al día con las vacunas obligatorias, dijo Kjolhede.
Pero, en marzo, COVID revocó el acuerdo cuando obligó a cerrar las escuelas.
Lo primero que me pregunté, dijo Kjolhede, fue: “¿qué va a pasar ahora?”.
Las escuelas juegan un papel fundamental en los esfuerzos de vacunación en los Estados Unidos. Las leyes requieren que los niños tengan ciertas vacunas para inscribirse y asistir a clases.
Pero para evitar que COVID-19 no siguiera propagándose, muchos distritos escolares han optado por comenzar el año académico en internet.
La decisión neutraliza en muchos casos el impulso de los padres por vacunar a sus hijos para el regreso a la escuela, dijo el doctor Nathaniel Beers, miembro del Consejo de Salud Escolar de la Academia Americana de Pediatría.
Beers, quien también ocupó varios roles en el sistema de Escuelas Públicas del Distrito de Columbia, agregó que si la educación no es en persona, “es más difícil de hacer cumplir los requisitos”.
Los funcionarios de salud pública han confiado en las escuelas como un medio para controlar las enfermedades prevenibles por vacunas durante más de un siglo. Las leyes de vacunación surgieron por primera vez en la década de 1850 en Massachusetts como un medio para controlar la viruela, según cuentan los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
Todos los estados requieren que los niños reciban ciertas vacunas contra enfermedades como la poliomielitis, las paperas y el sarampión antes de empezar el año escolar o al jardín de infantes, al menos que el niño tenga una exención médica.
Algunos estados permiten a las personas optar por no vacunar a los niños por razones religiosas o filosóficas, aunque estas exenciones se han asociado con brotes de enfermedades que de otro modo estarían bien controladas, como por ejemplo el sarampión.
“Cuando entran al sistema, en preescolar, es donde se detecta si están atrasados con sus vacunas”, dijo Claire Hannan, directora ejecutiva de la Asociación de Administradores de Inmunización.
A nivel local, la responsabilidad de rastrear si los estudiantes cumplen con los requisitos de vacunación generalmente recae en la enfermera de la escuela. Si no, un oficinista o administrador hace el trabajo, dijo Linda Mendonca, presidenta electa de la Asociación Nacional de Enfermeras Escolares.
Si no los cumplen, algunas escuelas trabajan con los padres para programar citas con un proveedor de salud. Otras aíslan a los niños en el aula, y otras son tan estrictas que “ni siquiera puedes cruzar la puerta a menos que estés debidamente inmunizado”, dijo Beers.
La pandemia de COVID-19 ha provocado una baja dramática en la vacunación. En mayo, un informe de los CDC mostró una fuerte caída en la cantidad de pedidos al programa Vaccines For Children, una iniciativa federal que compra vacunas para la mitad de los niños del país.
Un segundo comunicado reveló tendencias similares: la cobertura de vacunación en Michigan disminuyó entre todas las edades, con la excepción de las vacunas que se administran al nacer, que generalmente se dan en el hospital.
En Pennsylvania, por ejemplo, el Departamento de Salud estatal suspendió en julio los requisitos de vacunas durante dos meses después del inicio del año escolar.
“El departamento no puede enfatizar más que hay que vacunarse lo antes posible”, dijo Nate Wardle, secretario de prensa del departamento de salud de ese estado, en una declaración escrita. Sin embargo, la orden de permanecer en casa por COVID hizo que durante meses los consultorios pediátricos no hicieran citas con niños sanos.
Beers reconoció que el cierre de las escuelas, entre otras acciones como restringir los viajes y cerrar grandes espacios de reunión, hace que los niños sean menos propensos a contraer o propagar enfermedades que generalmente se incuban en las aulas. Por ejemplo, según los datos de los CDC, el sarampión prácticamente ha desaparecido: se habían reportado 12 casos hasta el 19 de agosto de este año, en comparación con 1,282 en 2019.
“Lo que sería una gran vergüenza es que las escuelas vuelvan a abrir en persona y los niños vuelvan a estar juntos y empecemos a tener brotes de otras enfermedades que se pueden prevenir con vacunas”, agregó.
Los centros de salud de las escuelas de Nueva York se están comunicando activamente con los padres sobre las vacunas. En Cooperstown, Kjolhede se acercó a todos los superintendentes poco después del cierre en marzo para preguntar si la clínica podía permanecer abierta. Todos menos uno dijeron que no.
Luego, el personal concertó citas de telesalud y llamó a los estudiantes que necesitaban atención en persona para concertar visitas, incluidos aquellos que necesitaban una vacuna antes del comienzo de este año escolar, dijo. Afortunadamente, el centro de salud que permaneció abierto tenía una puerta que permitía a los pacientes ingresar a la clínica sin caminar por la escuela.
A varias horas de distancia, la doctora Lisa Handwerker está lidiando con la forma de abordar el problema de que cientos de estudiantes en sus seis clínicas de salud en las escuelas de la ciudad de Nueva York no han recibido vacunas mandatorias.
El departamento de salud de la ciudad le dio una lista de estudiantes bajo su cuidado que necesitaban vacunas adicionales, dijo. A más de 400 niños les faltaba la segunda dosis para prevenir la meningitis meningocócica, que generalmente se administra a adolescentes y adultos jóvenes de 16 a 23 años. Debido a que el departamento usó datos del último año académico para compilar la lista, Handwerker no tiene información sobre nuevos estudiantes. Algunas familias abandonaron la ciudad por la falta de ingresos y recursos provocada por la pandemia.
“Tuvimos dificultades con al menos la mitad de los niños en nuestra lista de vacunas”, dijo Handwerker. “Luego, cuando hablamos a las familias, se mostraron reacias a salir de sus casas”.
Ese no fue el caso de Tracey Wolf, una madre de dos hijos que visitó al médico recientemente para vacunar a su hijo Jordan contra el sarampión, las paperas, la rubéola y el VPH antes de comenzar el séptimo grado. Asistirá a la escuela secundaria en Dunedin, Florida, en persona, dijo Wolf, de 38 años.
Parecía una tontería mantener a Jordan, de 13 años, alejado de sus compañeros de clase cuando ya juega béisbol y sale con sus amigos, dijo. Sus calificaciones también bajaron la primavera pasada cuando la amenaza COVID transformó su salón de clases en una computadora.
También llevó a su hijo de 6 meses a recibir sus vacunas. Cuando se le preguntó si tenía miedo de ir al consultorio de su médico, respondió: “No más que ir al supermercado”.
Independientemente de si un niño comienza la escuela en casa o en el aula, los expertos en inmunización enfatizaron la importancia de vacunar siguiendo el calendario de inmunizaciones. Esas fechas tienen en cuenta la etapa de desarrollo del niño para maximizar la eficacia de la vacuna. Dicho esto, es preferible que los niños reciban las vacunas de su médico habitual para evitar la pérdida de los registros de vacunación y las vacunas adicionales, completó Beers.
Sin embargo, el 19 de agosto, el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) emitió una declaración que permite a los farmacéuticos administrar vacunas infantiles a niños y adolescents de 3 a 18 años.