Mary Rose O’Leary ha criado a tres hijos, ahora adultos jóvenes, y enseña arte y música a estudiantes de secundaria.
A pesar de su amplia experiencia personal y profesional con adolescentes, la residente de Eagle Rock, California, admite que a menudo sus comportamientos la dejan perpleja.
“Incluso si tienes hijos normales, siempre te estás preguntando: ‘¿Es esto normal?’”, dijo O’Leary, de 61 años.
Los adolescentes pueden ser volátiles y temperamentales. Pueden poner a prueba tu paciencia, presionarte y dejarte cuestionando tu propia cordura, y la de ellos.
No estoy alucinando. Los problemas de salud mental son un problema serio y creciente: el suicidio entre adolescentes y adultos jóvenes casi se ha triplicado desde la década de 1940. La tasa de niños de 12 a 17 años que tuvieron problemas de depresión clínica aumentó un 37% en una década, según un estudio reciente.
Y la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos a menudo se manifiestan en la adolescencia.
De hecho, la mitad de todas las afecciones mentales surgen hacia los 14 años y las tres cuartas partes para los 24, explicó el doctor Steven Adelsheim, director del Stanford Center for Youth Mental Health and Wellbeing, que forma parte del departamento de psiquiatría de la universidad.
A los padres, muchas veces les resulta difícil distinguir las señales de una enfermedad mental de lo que es el comportamiento típicamente errático de un adolescente.
Cuando el hijo de O’Leary, Isaac, ahora de 23 años, era adolescente, tuvo dos altercados con la policía, una vez por organizar una fiesta salvaje mientras su madre estaba ausente, y otra vez cuando él y un amigo se subieron al tejado y comenzaron a dispararse con escopetas de aire comprimido.
O’Leary no le dio importancia a esos incidentes, pensando que eran cosas de adolescentes. Pero comenzó a preocuparse cuando, en medio de su proceso de divorcio, notó que Isaac se comportaba de manera inusual. Se quejaba de dolores de estómago y acumulaba ausencias a la escuela.
Fue entonces cuando decidió que era hora que la familia visitara a un terapeuta. “Se trataba de entender lo que era normal para mis hijos”, explica.
O’Leary tenía razón. Los expertos dicen que el primer paso para reconocer una posible enfermedad mental en los hijos es conocer sus hábitos y patrones, detectar cuándo se desvían de ellos, y crear un entorno en el que se sientan cómodos hablando con los padres.
En lugar de pedirle a tu hijo que hable, comparte con él una actividad que le brinde la oportunidad de abrirse: cocinar la cena juntos, pasear al perro, dar un paseo, dijo Tara Niendam, profesora asociada de psiquiatría en la Universidad de California-Davis.
“Solo quieres saber cómo les está yendo como persona. ¿Cómo van las cosas en la escuela? ¿Cómo están los amigos? ¿Cómo están durmiendo?”, explicó.
Como parte de este proceso de acercamiento al adolescente, controla y limita su actividad en las redes sociales, aconsejó la doctora Amy Barnhorst, vicepresidenta de salud mental comunitaria en el departamento de psiquiatría de UC-Davis.
“Las redes sociales nos ofrecen una ventana importante sobre lo que está sucediendo en la vida de los adolescentes”, aseguró Barnhorst.
Una vez que te familiarices con las rutinas de tu hijo, será más fácil detectar señales de enfermedad mental, como los cambios persistentes en la vida cotidiana que duran más de una o dos semanas.
Presta atención a las interrupciones en el sueño, el apetito, las calificaciones, el peso, las amistades, e incluso la higiene.
Tal vez tu hijo esté pasando más tiempo solo en su habitación. Quizás tu hija, que siempre cuida su apariencia, deja de usar maquillaje y no se ducha.
“Es cuando ves a los niños alejarse de todas las esferas de sus vidas”, dijo Barnhorst. “Están teniendo problemas académicos, con la familia, con los amigos, con sus actividades”.
Básicamente, toma nota cuando “hay muchos cambios y caos” en sus vidas, agregó.
Recuerda que estás buscando cambios en muchos aspectos de la vida de tu hijo que duran semanas, no la típica tristeza temporal que acompaña a una ruptura amorosa o la mala contestación cuando le exiges que ordene su habitación.
Si tu hijo todavía tiene los mismos amigos y participa en las mismas actividades, el comportamiento desagradable “no es necesariamente algo de lo que preocuparse”, explicó Barnhorst. “Eso podría ser solo adolescentes pasando por la crisis del crecimiento”.
Pero algunos cambios de comportamiento podrían indicar un problema más profundo. Por ejemplo, los adolescentes con depresión pueden estar más irritables de lo normal. Pueden enfurecerse con los amigos o incluso con el perro, aseguró Adelsheim.
“Los jóvenes hablarán de tener mecha corta, de su mal genio”, señala Adelsheim. “Las cosas que normalmente no les molestarían les molestan”.
Cuando te preocupe que el comportamiento de tu hijo pueda indicar algo más serio, ofrécele amor y apoyo, y busca ayuda, dicen los expertos.
(Y evita frases como “¿Qué pasa contigo?” y “ya acaba con eso”, aconsejó Niendam).
Si tu hijo amenaza con suicidarse, o si crees que está en peligro inminente, llévalo a la sala de emergencias.
Si no hay peligro inmediato, comienza con el pediatra o el médico de atención primaria. En algunos casos, podrán abordar el problema directamente o podrán derivarlo a un especialista en salud mental.
Aquí es donde podrían complicarse las cosas.
Es posible que deba esperar mucho por una cita, especialmente si vives en un área rural, y es posible que muchos no acepten pacientes nuevos. Barnhorst sugiere llamar a tu seguro de salud y pedir una lista de terapeutas, psicólogos y psiquiatras dentro de la red. Llama, y espera lo mejor.
“Uno de los problemas más graves que tenemos en este país en el frente de la salud mental es la falta de acceso a la atención”, dice el doctor Victor Schwartz, director médico de The Jed Foundation, una organización con sede en Nueva York que trabaja para prevenir suicidios en adolescentes y adultos jóvenes. “No hemos formado suficientes profesionales. No están distribuidos lo suficientemente bien a lo largo de todo el país”.
Otra opción, dijo, es consultar con las universidades cercanas para ver si tienen clínicas de salud mental con estudiantes en prácticas que atienden pacientes.
Mientras buscas ayuda médica, no olvides ponerte en contacto con la escuela de tu hijo, que puede hacer arreglos tales como ofrecerte tiempo libre para las pruebas, dice Niendam.
También sugiere conectarse con grupos de apoyo. “Si te sientes abrumado, puedes conocer a otros padres que hayan pasado por situaciones similares, y pedirles consejo”, sugiere.