Estaba en Roma en 2005, trabajando como reportera, cuando Italia prohibió fumar en los restaurantes. Me sentí escéptica. Para muchos italianos, fumar un cigarrillo con el café después de cenar era simplemente parte de la comida, como el postre. Además, los italianos son famosos por no siempre cumplir con ciertas reglas: eluden sus impuestos y estacionan en las aceras.
Como escribí entonces: “Los fumadores dijeron ‘¡basta!’, y que nunca cumplirían con la regla”.
Pero, para mi sorpresa, rápidamente todos la comenzaron a cumplir.
Si los italianos pudieron hacerlo con cigarrillos, ¿cómo es que tanta gente en los Estados Unidos no está siguiendo mandatos relativamente simples para prevenir la propagación de COVID-19, que ya ha matado a más de 200,000 estadounidenses?
Treinta y cuatro estados y Washington, D.C., tienen algún tipo de mandato sobre el uso de máscara, pero muchos ciudadanos y agencias del orden los ignoran descaradamente.
El 13 de septiembre, el presidente Donald Trump realizó una manifestación bajo techo con miles de simpatizantes, en su mayoría sin máscara, en Henderson, Nevada, violando un mandato estatal que prohíbe las reuniones de más de 50 personas.
La semana del 21 de septiembre, Trump celebró una manifestación en el hangar de un aeropuerto en las afueras de Pittsburgh, donde miles de personas, en su mayoría sin máscara, estaban hacinadas, vitoreando al presidente, a pesar que el gobernador había pedido a la campaña que siguiera las reglas del estado sobre el uso de máscaras y el distanciamiento social.
Una infectóloga en Florida me dijo que se sentía más segura cuando estaba en el hospital porque, según calculaba, menos de una quinta parte de las personas de su comunidad usaban máscara o se distanciaban socialmente en las tiendas, a pesar del mandato de usarlas.
Algunos grupos conservadores han desafiado la amplia autoridad de los gobernadores para ordenar medidas de prevención de COVID-19.
Hace pocos días, un juez designado por Trump anuló el máximo de personas permitido en reuniones en Pennsylvania. Pero la situación legal es relativamente clara. “Los gobernadores tienen la autoridad absoluta durante una emergencia de salud pública para promulgar leyes, para obligar a las personas a usar máscaras, para limitar las reuniones”, dijo Jaime King, experta en derecho de la salud de la Escuela de Leyes Hastings de la Universidad de California. “Así que me siento perpleja cuando la gente dice: ‘No puedes obligarme’”.
Las personas que actúan como si estas reglas fueran opcionales podrían apuntar a un doble estándard, preguntando por qué deberían tener que obedecer cuando otros, como los manifestantes contra la injusticia racial este verano, no lo hicieron.
Pero en las protestas que observé en Washington y la ciudad de Nueva York, todos llevaban máscaras y en su mayoría se mantenían al menos a 3 pies de distancia, al aire libre y en movimiento. Sí, algunas personas rompieron los toques de queda, pero hubo intentos muy visibles de hacerlos cumplir.
Mark Hall, profesor de derecho sanitario y salud pública en la Universidad de Wake Forest, señaló que existen lo que él llama “leyes exhortatorias”, que tratan más de fomentar las normas sociales que de imponer comportamientos. Pero, agregó, se trata de infracciones “triviales”. “Esto sí parece una ley que tiene consecuencias mucho más graves”, dijo sobre las medidas del uso de máscaras. “No es cruzar la calle en forma imprudente, tirar basura en un terreno o no recoger el excremento de tu perro”.
Quizás a la gente simplemente no le gusta las máscaras. Pero obedecemos rutinariamente, y los oficiales de policía hacen cumplir de manera rutinaria, leyes con las que no estamos del todo de acuerdo.
Podrías pensar que puede conducir con seguridad mucho más rápido que el límite de velocidad. Entonces, tal vez empujes un poco el límite, conduciendo a 65 millas por hora en una zona de 55. Pero aquellos que conducen a 70, 80 o más saben que podrían tener una multa costosa y, por lo tanto, (en su mayoría) frenan el impulso.
Muchas personas originalmente se opusieron a las leyes sobre cinturones de seguridad por considerarlas una violación a las libertades personales, pero ¿quién no se abrocha el cinturón en estos días? No fumar en restaurantes y tiendas ahora es algo inviolable.
Mi familia tenía un perro en la ciudad de Nueva York cuando entró en vigencia la Ley de Desperdicios Caninos en 1978, y fue gratificante ver a las mujeres con visones comenzar repentinamente a cumplir con su deber de recogerlos.
Una gran parte de la razón por la que la adherencia ha sido tan variable es que los gobernadores generalmente declaran los mandatos y los funcionarios locales y municipales deben decidir cómo hacerlos cumplir. Y estas leyes simples y sensatas para proteger la salud pública han sido politizadas y envueltas en controversias como ninguna ley antes.
Entonces, ahora tenemos algunos funcionarios encargados de hacer cumplir las leyes que anuncian que no harán cumplir las normas sobre el uso de mascaras y el número de personas en eventos sociales impuestos por sus propios gobernadores en estados como Ohio y Wisconsin.
“¿Un sheriff o un jefe de policía avisando con anticipación que está bien infringir la ley?”, dijo Hall. “Hay un nuevo nivel de anarquía en eso”. Imagínate a las autoridades anunciando que está bien ignorar las señales de alto.
El cambio milagroso de los italianos hacia el hábito de fumar en los restaurantes ofrece lecciones. Hubo mensajes consistentes: la ley estaba ahí para proteger la salud de los no fumadores. Y hubo multas: 275 euros, unos $320 hoy, para los fumadores, y 220 euros para los responsables o propietarios de los restaurantes. La policía italiana, a la que a menudo se podía ver fumando mientras caminaba, hizo cumplir la regla.
Andrew Cuomo fue uno de los pocos gobernadores estadounidenses que se acercó a los edictos de coronavirus de manera casi militarista (muy en contra de lo que es Nueva York) y logró controlar un brote trágico. En Maryland, un estado con un gobernador republicano, un hombre que organizó dos fiestas con 50 personas en su casa fue sentenciado a un año de cárcel.
Pero demasiados gobernadores han hecho cumplir estos mandatos tímidamente, casi a modo de disculpa. En muchos estados, el mensaje fue confuso. En Pennsylvania, donde la desobediencia podría, en el papel, llevar a una multa de $300 o hasta 30 días de prisión, los funcionarios estatales anunciaron que no se aplicaría a individuos.
Dijeron que las empresas podrían enfrentar citaciones si no aplicaban la ley, pero el estado confiaba en el “sentido común y el espíritu cooperativo” de los ciudadanos.
¿Las repercusiones de la manifestación de Trump que ignoró desafiante el mandato de Nevada? Un tuit enojado del gobernador demócrata del estado criticando “acciones imprudentes y egoístas”. Donald Ahern, el empresario que permitió que el evento se llevara a cabo en el depósito de su empresa, recibió una multa de $3,000.
La aplicación es difícil cuando “el permiso viene de arriba”, dijo King. ¿Cómo podemos esperar que los estadounidenses usen máscara cuando ven un mitin de Trump en donde el mismo presidente está infringiendo la ley”?