Para cuando Elvis Rosado cumplió 25 años, era adicto a los opiáceos y ya había estado en la cárcel por vender drogas para poder solventar su adicción.
“Yo estaba en un estado en el que decía ‘tengo que patear cosas, tengo que romper todo’”, dijo.
Para Rosado, que vive en Philadelphia, las drogas se habían convertido en una forma de disociarse de “la realidad que era la vida”. Despertaba necesitando físicamente los medicamentos para poder funcionar.
Su decisión de dejar de consumir lo impulsó a otro capítulo desafiante de su adicción y una de las experiencias físicas y mentales más intensas que pudo haber imaginado: la desintoxicación.
“Los síntomas son horribles”, contó Rosado.
Hay centros de recuperación y tratamiento que pueden ayudar a las personas a dejar de usar drogas, de hecho, es una industria multimillonaria. Pero esta ayuda puede ser costosa, y las listas de espera para programas estatales o financiados por la ciudad generalmente son muy largas.
Así que, ¿desintoxicarse uno mismo puede ser la solución? En la mayoría de los casos, la respuesta es no.
De hecho, un movimiento creciente dentro del campo de la medicina de la adicción desafía por completo la idea de la desintoxicación y la presunción de que cuando la gente logra “limpiarse” de productos químicos, está en camino a la recuperación.
“Es un mito realmente pernicioso y tiene implicaciones erróneas”, dijo el doctor Frederic Baurer, presidente de la Sociedad de Medicina de la Adicción de Pennsylvania.
Pero Rosado contó que, en ese momento, necesitaba poner fin a su “larga relación de amor” con la codeína. Al igual que la oxicodona y la morfina, la codeína es un opioide. En la cárcel, estos fármacos estaban disponibles fácilmente, recordó Rosado, a través de amigos y compañeros de celda.
Cuando decidió parar, no pidió ayuda al personal de la clínica de la cárcel, que podría haberle dado medicamentos para los síntomas de abstinencia. Rosado dijo que, si tomaba algo, “en mi cabeza era como si todavía hubiera estado usando. Así era como yo lo veía”.
Las primeras horas fueron graduales, como el comienzo de una gripe, recordó. Pero entonces empezó a sudar y temblar, su corazón se aceleró y comenzó a vomitar. Luego de unas 12 horas, dijo Rosado, estaba recordando lo agradable que era la intoxicación alimentaria comparada con esto. Dijo que sus calambres en el estómago parecían “tener a Freddy Krueger dentro de ti tratando de abrirse camino”.
Rosado no podía dormir; yacía en el suelo frío, temblando. “Tuve días en los que sentí que quería estar muerto”, dijo.
“Mi compañero de celda seguía diciendo ‘¡Mírate! Usa una bolsa o ve a la enfermera”.
Durante la semana siguiente, los síntomas intensos disminuyeron lentamente. Estaba exhausto, deprimido, irritable y dolorido.
Luego vino la siguiente fase: la tentación de recaer.
“Es una batalla”, dijo Rosado.
Rosado recordó escuchar una voz en su cabeza diciéndole que sería mucho más fácil ceder. “Toma algo, toma un poco”, le decía la voz.
La mayoría de las personas no pueden tolerar la desintoxicación de los opiáceos sin apoyo o medicamentos para aliviar los síntomas de abstinencia, dijo el doctor Kyle Kampman, psiquiatra especializado en adicción en la Universidad de Pennsylvania.
La diarrea y el vómito de la abstinencia pueden hacer que una persona se deshidrate, lo que puede causar complicaciones graves, incluso la muerte en algunos casos. Y Kampman se preocupa por los grandes riesgos de los pacientes que tratan de automedicarse para evitar estos efectos secundarios o frenar el deseo de drogas.
“Si usted va a usar los medicamentos que un médico utilizará para hacer la desintoxicación, que podría ser la metadona o la buprenorfina, o incluso un medicamento para la presión arterial como la clonidina o sedantes, todos esos medicamentos son peligrosos”, dijo Kampman.
Pueden tener interacciones adversas con otros fármacos, y en el caso de la metadona, dijo, existe la posibilidad de que una persona pueda sufrir una sobredosis si no tiene supervisión médica.
Pero la mayor preocupación de Kampman cuando se trata de desintoxicación es la tasa de éxito extremadamente baja.
“Lo que más me molesta de pensar que la desintoxicación es un tratamiento adecuado es que sabemos que simplemente no funciona”, dijo. “Tenemos una larga historia de poner a las personas en desintoxicación, seguido por el tratamiento sin drogas que resulta en la recaída en un número abrumador de casos”.
Y si el paciente vuelve a usar, hay un mayor riesgo de sobredosis porque su tolerancia se ha reducido.
La adicción, dijo Kampman, no es algo de lo que el cuerpo pueda liberarse. Es una enfermedad.
Hace tres años, la doctora Nora Volkow, directora del Instituto Nacional de Abuso de Drogas, dijo a un comité del Senado lo mismo. Y Baurer va más allá, sugiriendo que es mejor abandonar toda noción de desintoxicación.
“Creo que el término desintoxicación tiene connotaciones negativas”, dijo Baurer, que ha estado tratando a personas adictas durante casi tres décadas. También ha estado involucrado en un grupo de trabajo de la ciudad que evalúa la epidemia de opioides en la región. Dijo que el foco debe estar en un plan de tratamiento estabilizador, no en la desintoxicación.
Baurer es director médico en Kirkbride Center en Philadelphia, un centro de recuperación que cuenta con una unidad de desintoxicación interna de 21 camas. Pero, según Baurer, la unidad hace mucho más que sacar drogas del sistema de una persona.
“Está estructurado”, dijo. Los pacientes tienen tiempo de reflexión. Se controlan sus síntomas. Se reúnen con consejeros, se les propone un plan de tratamiento a largo plazo y, lo que es más importante, reciben medicamentos como la metadona para controlar los deseos de recaer.
Algunos de los medicamentos se dirigen a los mismos receptores en el cerebro que otros opioides, pero lo hacen por un período de tiempo más largo, lo que reduce los síntomas. Otra opción, Vivitrol, bloquea los receptores de opioides, lo que inhibe la capacidad de la persona de drogarse.
Baurer enfatizó en que no hay una fórmula.
“Tenemos que considerar todas las herramientas que están a la mano para ayudar a alguien a estar bien”, dijo.
Elvis Rosado dijo que primero desarrolló sus propias herramientas para afrontar el problema en la cárcel. Las rejas lo protegieron de las tentaciones de su antiguo barrio y encontró grupos de apoyo y consejería.
Sin embargo, puede ser uno de los pocos que trató de desintoxicarse por su cuenta y tuvo éxito.
Desde su liberación de la cárcel, Rosado ha obtenido títulos en salud mental y servicios sociales, y trabajó en centros de tratamiento. Ahora lidera los esfuerzos de prevención de sobredosis para Prevention Point Philadelphia, una organización sin fines de lucro que ofrece servicios preventivos en toda la región.
Rosado no cree que su enfoque de desintoxicación sea para todos.
“Si no damos a las personas el tiempo para comenzar a tener pensamientos claros y diseñar juntos un plan para sacar los químicos de su organismo, no les está haciendo ningún favor”, dijo.
Rosado también atribuye su propio éxito a largo plazo a una conversación muy específica que tuvo mientras estaba preso. Fue durante una llamada telefónica con su novia.
“Ella dijo, ‘estoy embarazada, ¿qué vamos a hacer al respecto?’ Y yo le dije: ‘Lo tenemos. Nos quedamos con el bebé’”.
Recordó que, en ese momento, se hizo a sí mismo la promesa de ser un buen padre. para él, al menos, eso funcionó. Pero, dijo, su compañero de celda también trató de librarse del hábito, y a los pocos meses de ser quedar libre, recayó y murió de una sobredosis.
Esta historia es parte de una alianza con WHYY’s The Pulse, NPR y Kaiser Health News.