VIEQUES, Puerto Rico – Cuando el grito de un gallo anunció el amanecer, Joe García, de 41 años, sacó un frasco de insulina de la nevera. Cargó una jeringa y la envolvió en papel aluminio, preparándose para el largo día que tenía por delante.
“Le digo que, hasta allá, eso se va a echar a perder”, dijo su madre, Martina Collazo de Jesús, de 63 años, viendo los preparativos bajo la luz del bombillo fluorescente que ilumina la cocina.
Es una apuesta que García, quien padece diabetes e insuficiencia renal, ha tenido que hacer desde que el huracán María azotó esta isla puertorriqueña justo al este de la isla principal. Más de seis meses después de la tormenta, García y otros 13 residentes de Vieques aún deben abordar un avión tres días a la semana para someterse a diálisis en la isla principal de Puerto Rico.
El huracán María destruyó al hospital de Vieques, que albergaba la única clínica de diálisis de la isla, lo que desencadenó una crisis que todavía continúa para pacientes con insuficiencia renal como García, quienes no pueden sobrevivir sin diálisis y para los que el viaje de tres veces por semana a un centro en Humacao, incluido el tratamiento, lleva al menos 12 horas.
No se sabe cuándo los pacientes con enfermedades graves como García volverán a tener acceso a sus tratamientos en la misma Vieques, ya que funcionarios federales, locales y grupos sin fines de lucro siguen debatiendo sobre estrategia y finanzas. Nadie sabe tampoco cuándo se reconstruirá el hospital. Y el gobierno y las organizaciones caritativas continúan asumiendo la responsabilidad de pagar por los vuelos.
“Esto es realmente difícil”, dijo García, mientras se preparaba para su largo día de tratamiento. “Estoy loco, loco, loco por que construyan una clínica aquí en Vieques”.
¿Quién planea, quién paga?
Antes de María, Vieques, una isla tranquila de cerca de 9.300 habitantes y millas de playas populares a lo largo del Caribe, albergó una próspera industria del turismo.
Desde la tormenta de septiembre, los residentes han dependido de los generadores de electricidad, y las lonas todavía sirven como techos para muchas casas.
El huracán destruyó la casa de García. Rompió los electrodomésticos y arrancó las lonjas de metal, dejando solo en pie el marco de madera. Ahora vive al lado, con su madre. En su brazo izquierdo, tiene tatuados el apodo de su mamá, Tati, y los nombres de su hermana y de su hija.
Antes que García recibiera el diagnóstico de insuficiencia renal hace dos años y medio, hacía trabajos temporales, como tareas manuales en un hotel y gerente en un negocio de alquiler de automóviles.
Con los daños que sufrió el hospital, la mayoría de los servicios médicos se transfirieron a una tienda de campaña cercana. Pero la diálisis no se puede realizar en ese entorno, ya que las máquinas que filtran las impurezas de la sangre de los pacientes requieren una fuente constante de energía y agua limpia.
Funcionarios del gobierno puertorriqueño han discutido varias soluciones para restablecer los servicios de diálisis, incluyendo traer clínicas móviles y encontrar otro edificio.
El secretario de salud de Puerto Rico, el doctor Rafael Rodríguez-Mercado, dijo en una entrevista en marzo, en Washington, DC, que el departamento se está moviendo para traer unidades de diálisis móvil que deberían llegar en cuatro a seis semanas.
“Creo que este tema es una cuestión de esperar a que lleguen las cosas, ‘ir con la corriente’ y comenzar a hacerlas”, dijo Rodríguez-Mercado.
También dijo que el gobierno está buscando edificios adecuados para albergar servicios de diálisis temporales en Vieques. Pero tres semanas después, los pacientes todavía están tomando vuelos. Luis Emanuelli, vicepresidente regional del proveedor nacional de diálisis Fresenius Kidney Care, dijo que conoce los planes para las clínicas de diálisis móviles, pero desconoce cualquier cronograma. Los funcionarios del Departamento de Salud de Puerto Rico y los funcionarios locales en Vieques no respondieron a las llamadas telefónicas en busca de información sobre el estado de las unidades de diálisis.
El secretario de salud y los funcionarios de Vieques no han estado de acuerdo sobre quién es el responsable de coordinar las reparaciones del devastado hospital y su infraestructura, cada una apuntando hacia el otro.
Héctor Ortiz Jiménez, secretario municipal de Vieques, dijo que “todas las decisiones con respecto al hospital corresponden al Departamento de Salud porque eso ya es parte del acuerdo esa entidad y el municipio de Vieques”.
Mientras tanto, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) colabora con el departamento de salud del territorio y el Departamento Federal de Salud y Servicios Humanos “para ayudar a identificar los costos de unidades móviles o temporales que son gastos de reembolso elegibles”, dijo la agencia en un correo electrónico.
Agregó que los funcionarios esperan reconstruir edificios que “satisfagan las necesidades de la comunidad y que sean resistentes a futuros desastres”.
Pero agregaron en el correo electrónico que “aún no se ha identificado ninguna solución a largo plazo para los costos de reembolso por la reconstrucción”.
Apoyando el gasto en vuelos
Varios grupos están ayudando a transportar pacientes de diálisis. En los meses posteriores al huracán, la responsabilidad de pagar este transporte ha cambiado regularmente entre el gobierno y las organizaciones sin fines de lucro. Estos intercambios a veces han dejado a los pacientes y al proveedor de diálisis preguntándose de dónde vendrán los fondos para el próximo vuelo.
Primero, los helicópteros coordinados por el Departamento de Salud y Servicios Humanos llevaron a los residentes de Vieques a la isla principal para recibir tratamiento.
A fines de octubre, la organización sin fines de lucro ViequesLove comenzó a coordinar los vuelos, gastando $ 9,000 en pasajes, según su fundador.
Luego, Americares, una organización de ayuda internacional sin fines de lucro enfocada en la salud, comenzó a pagar, y finalmente gastó $55,000 en vuelos. El departamento de salud puertorriqueño informó a Americares que asumiría los costos de los viajes de marzo.
“La solución más sostenible para los pacientes que necesitan cuidados a largo plazo es coordinar el sistema de salud local”, dijo Donna Porstner, directora de relaciones con los medios de la organización sin fines de lucro.
Pero este mes, otra organización sin fines de lucro local que se especializa en salud renal, el Consejo Renal de Puerto Rico, ha asumido esa responsabilidad. Obtuvo el financiamiento de la fundación Unidos por Puerto Rico, según la directora ejecutiva del Consejo Renal, Ángela Díaz. Ella dijo que espera que el dinero cubra el transporte durante los próximos cinco a seis meses.
El consejo también solicitó fondos para rentar un edificio en Vieques que podría modernizarse para albergar una clínica de diálisis. La fundación no tomó una decisión final sobre esa solicitud porque está esperando que las distintas agencias del gobierno presenten un plan para restablecer los servicios, explicó Díaz.
“Estoy preocupado por estos pacientes”
Ocho horas después de despertarse en Vieques, García dormitaba en una de las sillas reclinables rosadas que se alineaban en las paredes de la sala de tratamiento de Humacao, todavía a la mitad de su tratamiento de diálisis de cuatro horas.
Tubos llenos de sangre serpenteaban desde su brazo izquierdo y se canalizaban hacia la máquina en su lado derecho. La pantalla electrónica mostraba una variedad de números que reflejan la presión sanguínea y la cantidad de líquido de diálisis que fluye a través del filtro. El tatuaje con el nombre de su madre en el mismo brazo asomaba bajo la maraña de plástico.
Algunos pacientes de Vieques no saben cuánto tiempo más pueden realizar el viaje para este tratamiento.
Cerca de García, Radamés Cabral Trinidad, de 65 años, ha amenazado con suspender la diálisis para protestar por los viajes y la falta de esfuerzo para proporcionar tratamiento local. “Quiero morir”, dijo. “Quiero morir en Vieques”.
José Lorenzo, director de operaciones de la clínica dirigida por Fresenius Kidney Care, dijo que simpatiza con el llamado de los residentes de Vieques para restablecer la clínica lo antes posible. “Estoy preocupado por estos pacientes”, agregó, y señaló el costo que los agotadores viajes tienen sobre su salud.
Pasarían otras cuatro horas antes que García llegara a la casa de su madre, dejara caer su bolsa y comiera restos de arroz, exhausto. Se quitó la camisa y se tomó la presión, para asegurarse que estuviera estable después del viaje y del tratamiento.
“Me alegra que lo hayamos logrado”, dijo.
“Gracias a Dios”, respondió su madre.