Annette Katz no esperaba ser parte de un gran movimiento social. Tampoco se propuso enfrentarse a una importante organización de salud. Pero todo comenzó a cambiar cuando una compañera de trabajo la vio contener las lágrimas y la acompañó para que informara a su sindicato sobre lo que constituía una ofensa sexual criminal en un centro médico de veteranos en Cleveland, en 2012 y 2013.
Cuatro años más tarde, Katz, enfermera certificada, testificó en una declaración jurada que un asistente de enfermería la había metido a la fuerza en un closet, y la había manoseado y sometido a una avalancha de comentarios obscenos.
Al hablar y tomar medidas legales, Katz se unió a un grupo creciente de mujeres que están combatiendo el acoso sexual en el campo de la medicina a todo nivel, desde las cabeceras de los pacientes hasta las juntas ejecutivas.
El movimiento #MeToo —que ha elevado la conciencia sobre el acoso sexual en el mundo de los negocios, la política, los medios de comunicación y Hollywood— está impulsando a las mujeres en el campo de la medicina a enfrentar un sistema de salud en el cual tradicionalmente se ha desalentado a los trabajadores a denunciar, y en el que las jerarquías son sólidas y tienen el mando.
Si bien la atención médica en general tiene muchas más mujeres que hombres, en muchas instancias de poder, la parte superior de la pirámide es abrumadoramente masculina, y las mujeres ocupan la enorme base.
En una encuesta reciente, el 30% de las mujeres en escuelas de medicina informaron haber sufrido acoso sexual en el trabajo en los últimos dos años, dijo la doctora Reshma Jagsi, quien realizó la encuesta. Esa participación es comparable a los resultados en otros sectores y, como en todas partes, en medicina fue casi tabú discutir el tema hasta el año pasado.
“Sabemos que el acoso es más común en los campos donde hay fuertes diferencias de poder”, dijo Jagsi, quien es directora del Centro de Bioética y Ciencias Sociales en Medicina de la Universidad de Michigan. “Y sabemos que el de la medicina es muy jerárquico”.
Trabajadores en atención de salud y asistencia social reportaron 4,738 casos de acoso sexual desde el año fiscal 2005 hasta 2015, eclipsados solo por áreas como servicios (restaurantes, hotelería, etc.) y manufactura, donde los hombres representan una mayor proporción de la fuerza de trabajo, según datos recogidos por la Equal Employment Opportunity Commission.
Una revisión de Kaiser Health News de docenas de casos legales en el país muestra patrones similares en las denuncias de acoso que han surgido en otros campos, desde el entretenimiento hasta los deportes y el periodismo: los acosadores suelen ser hombres. El presunto acosador supervisa o tiene un rango superior a la presunta víctima. Hay palmadas en el trasero, comentarios lascivos y solicitudes de sexo. Cuando se confronta a los superiores con informes de mal comportamiento, las víctimas, en su mayoría mujeres, no tienen credibilidad, son degradadas o despedidas.
Pero recientemente, médicas han incorporado en Twitter el hashtag #MeTooMedicine, compartiendo anécdotas y enlaces a blogs en donde hay relatos de médicos poderosos que hostigan o se desnudan frente a colegas en conferencias.
Las mujeres que trabajan en cardiología dijeron recientemente a la publicación especializada TCTMD que sentían que el problema estaba particularmente extendido en su especialidad, en donde las mujeres representan el 14% de los médicos. Un anestesiólogo de Los Ángeles generó reacciones en un blog instando a las mujeres “más bonitas” a adoptar un “estilo de pelo profesional, incluso severo” para que se las tomara en serio, y que consideraran clases de autodefensa.
Entre las que están hablando está la doctora Jennifer Gunter, obstetra y ginecóloga de San Francisco, quien recientemente posteó en un blog que , en 2014, durante una conferencia médica, un prominente colega la manoseó, y escribió el nombre y apellido del acosador.
“Creo que nada cambiará a menos que se pueda nombrar a esas personas y que las instituciones rindan cuentas”, dijo en una entrevista. “No creo que las cosas cambien si no hay una exposición y discusión pública masivas”.
Las demandas, muchas de las cuales se establecieron o aún se abren paso a través de los tribunales, describen los encuentros.
Una enfermera de Florida afirmó que en 2014, un cirujano hizo comentarios lascivos sobre sus senos y le preguntó en una sala llena de gente si debería “referirse a ella como ‘JJ’ o ‘Jugs’” (tetas), dice la demanda de la enfermera. La mujer dijo que “respondió que deseaba que la llamaran por su nombre”.
En otros casos: una flebóloga en Nueva York alegó en una demanda que un médico en su consultorio le dio una caja de dulces por el Día de San Valentín y la besó en la boca abruptamente. Una residente médica de Florida alegó que un médico supervisor le dijo que parecía una “prostituta calentona”. Una enfermera de Nebraska afirmó que un médico con el que viajó a una conferencia le ofreció comprarle un bikini, si podía verla con la prenda, y pasar una noche extra en un hotel, compartiendo la habitación. Ella se negó.
Una enfermera de Pensilvania describió la respuesta insatisfactoria que obtuvo después de informar que un colega le presionó la pelvis y buscó “fotos desnudas” en su teléfono. El supervisor al que presentó la denuncia dijo con exasperación: “No puedo tratar con esto” y “¿Qué es lo que quieres? ”
La doctora Kayla Behbahani, residente principal de psiquiatría en el Memorial Medical Center de la Universidad de Massachusetts, no presentó una demanda, pero recientemente escribió sobre el acoso sexual del que fue víctima por parte de un subordinado. En una entrevista, dijo que sus instintos fueron sentir lástima por el hombre, y también seguir un dictado que se enseña tácitamente a los estudiantes de medicina: no generen problemas. Por eso, ella reveló el acoso solo después que la denuncia de otra mujer iniciara una investigación.
“Como profesional, vengo de una cultura en la que vas con la corriente”, dijo Behbahani. “Fue un dilema para mí”.
Al principio, Annette Katz, la enfermera en el centro de veteranos, no se quejó por el acoso. Madre soltera con dos hijos, Katz necesitaba su trabajo. Su atacante, MD Garret, también era auxiliar de enfermería, pero tenía más antigüedad, era un veterano y amigo del jefe.
“Realmente sentí que iba a perder mi trabajo”, dijo Katz en una entrevista. “Yo sería la problemática”.
Pero a medida que el abuso aumentaba, acudió al inspector general de Veterans Affairs (VA) y a la policía de Cleveland.
Calculó que cinco veces Garrett la metió en un armario en donde pedía sexo. Ella “le decía ‘no’ y luchaba para soltarse de los brazos del hombre”, dijo en su declaración. La empujó al baño de un paciente inconsciente y “trató de contenerme, pero eventualmente pude liberarme”.
Después de uno de esos asaltos, un colega notó lágrimas en los ojos de Katz. La compañera de trabajo compartió con Katz que ella también había sido víctima del comportamiento lascivo de Garrett.
En marzo de 2013, Katz y su colega presentaron quejas ante su sindicato, la policía y sus gerentes. En julio, Garrett fue acusado formalmente por un gran jurado y luego se declaró culpable de tres cargos de imposición sexual y un cargo de restricción ilegal. También fue despedido de su trabajo.
Entrevistado por teléfono, Garrett dijo que estuvo de acuerdo con el alegato porque enfrentaba múltiples delitos graves y no sabía lo que haría un jurado. Dijo que aunque se declaró culpable de cuatro delitos menores, no cometió los crímenes de los que fue acusado. “No hubo hostigamiento; ella y yo éramos amigos”, dijo.
En 2013, Katz demandó a VA, alegando que no la protegió del acoso y tomó represalias en su contra al negarse a aprobar una transferencia, antes de despedirla por no ir a trabajar.
Los abogados de VA argumentaron que el departamento no tenía conocimiento directo del acoso antes que Katz lo informara, y que una vez que lo supo, se tomaron medidas inmediatas. La subsecretaria de prensa de VA, Lydia Blaha, dijo en un correo electrónico que cualquier persona involucrada en acoso sexual es rápidamente responsabilizada.
El Departamento de Asuntos de Veteranos de los Estados Unidos acordó en febrero pagar $161,500 para resolver la demanda de Katz.
Katz dijo que fue costoso y emotivo seguir adelante con su caso, pero espera que ayude a otras mujeres a ver que buscar justicia vale la pena. “Creo que hay muchas mujeres que solo sufren en silencio”, dijo.
Gunter, la médica-bloguera de San Francisco, dijo que el cambio necesario vendrá solo cuando las personas que están más establecidas en todas las profesiones defiendan a los que son más vulnerables. “Hablando en voz baja, yendo a Recursos Humanos, si eso funcionara, no estaríamos aquí”, dijo.
Agregó que es irónico que, como ginecóloga, esté entrenada para creer las afirmaciones de los pacientes sobre el abuso sexual. Sin embargo, en el lugar de trabajo, se sabe que plantear estos asuntos puede ser contraproducente. Ella agregó: “Los médicos deberían establecer un nuevo estándar”.
La cobertura de KHN de estos temas cuenta con el respaldo de John A. Hartford Foundation y The David and Lucile Packard Foundation.