Antonio Espinoza amaba a los Dodgers de Los Angeles. Los quería tanto que para su velatorio lo vistieron con su camiseta del equipo. Su familia y amigos, incluido su hijo de 3 años, también usaron remeras, y gorras de béisbol azul y blancas, en su honor.
Espinoza murió de covid a los 36 años, apenas unos días después de recibir la primera dosis de una de las vacunas contra el virus. Era un enfermero de cuidados paliativos, que arriesgó la vida para ayudar a los pacientes de covid, y a muchas otras personas, a morir en paz.
Cuando estalló la pandemia, a su familia no le sorprendió que este “gigante gentil”, como le llamaban sus amigos y familiares, diera un paso al frente.
“Su actitud era: ‘No, no voy a tener miedo’”, contó Nancy Espinoza, su esposa desde hacía 10 años. “Este es nuestro momento”, le había dicho a su esposa. “Esta es la razón por la que me hice enfermero”.
Como enfermero de cuidados paliativos y jefe de enfermería de Calstro Hospice en Montclair, California, Espinoza habitualmente hacía visitas a domicilio, iba a centros de vida asistida y realizaba citas de defunción, cuando un enfermero especializado declara la muerte de un paciente.
Los trabajadores de los hospicios no son sólo médicos y profesionales de enfermería: hay asistentes de salud en el hogar, trabajadores sociales, capellanes y consejeros. En el último año, han frecuentado algunos de los entornos de mayor riesgo sanitario, como residencias de adultos mayores, centros de vida asistida y las propias casas de los pacientes.
Los cuidados paliativos exigen una atención íntima del paciente, y los requisitos de seguridad adicionales y la necesidad de equipos de protección personal lo vuelven complicado, explicó Alicia Murray, presidenta de la junta directiva de la Hospice and Palliative Nurses Association.
Pero dijo que los trabajadores de los hospicios asumieron el reto, sabiendo que podían ser las únicas personas que acompañarían a los pacientes terminales, cuando a los familiares no se les permitía visitar los centros médicos y de cuidados de largo plazo.
“Cuidan a personas que están muriendo y, en particular, a los moribundos de covid que pueden estar propagando el virus”, señaló el doctor Karl Steinberg, geriatra y especialista en cuidados paliativos que es director médico de Hospice by the Sea, en Solana Beach, California, y de varias residencias de mayores.
A los pocos meses de la pandemia, cuando Calstro Hospice empezó a atender a pacientes con covid, Espinoza ayudó a crear una unidad de covid. Parte de su trabajo consistía en asegurarse de que el personal tuviera suficiente equipo de protección, incluido él mismo.
“A algunos les costaba conseguir el equipo de protección personal, pero su oficina contaba con el equipo adecuado”, aseguró su esposa y añadió que, justo antes de enfermar, recibió con entusiasmo un gran cargamento de batas, mascarillas N95, escarpines y protectores faciales del condado de San Bernardino.
Espinoza cayó enfermo unos días después de su primera dosis de la vacuna de covid, el 5 de enero, pero fue a trabajar pensando que era una reacción a la vacuna. “Tenía dolor de garganta y se sentía un poco indispuesto, pero nada importante”, dijo Nancy Espinoza. Los síntomas se convirtieron en fiebre y escalofríos, y el 10 de enero dio positivo para covid.
Otros siete miembros del personal de Calstro Hospice también se contagiaron de covid durante la pandemia, apuntó Jennifer Arrington, directora de servicios de atención al paciente de Calstro Hospice.
Espinoza fue una víctima de las circunstancias, según la doctora Lucy Horton, especialista en enfermedades infecciosas y profesora de la Escuela de Medicina de la Universidad de California-San Diego.
El período de incubación del virus es de cinco a siete días promedio. “Si el resultado es positivo unos días después de la vacuna, lo más probable es que te hayas expuesto antes de recibir la primera dosis”, explicó Horton.
Horton dijo que las personas no están completamente vacunadas hasta al menos 14 días después de la segunda dosis de una vacuna de dos dosis, o la primera dosis de una versión de una dosis. Y agregó que, inmediatamente después de la primera dosis, los beneficios de la vacuna todavía no están funcionando a pleno.
“Incluso después de estar completamente vacunado, sigue habiendo un riesgo remanente”, advirtió Horton, coautora de una carta al New England Journal of Medicine sobre las tasas de infección post-vacunación entre los trabajadores de la salud en California. “Aunque sea mucho menor, sigue estando presente”.
Espinoza sabía que quería cuidar de los demás y dedicarse a la atención de salud desde que estaba en la preparatoria, y se dio cuenta de que la comunidad hispana necesitaba enfermeros latinos de cuidados paliativos, dijo su mujer. “Se propuso ayudar a la comunidad hispana a entender el mundo de los cuidados paliativos y a no tenerle miedo”, señaló.
El 15 de enero, Nancy Espinoza y el hijo pequeño de la pareja, Ezekiel, hablaron por teléfono con Antonio por última vez. “Te quiero” fueron las últimas palabras que escuchó decir a su marido.
Le permitieron visitarlo justo antes de morir, el 25 de enero. Estaba intubado con un nivel de oxígeno del 25%.
Nancy Espinoza estuvo en la habitación a solas con su marido por última vez. “Sólo quería sostener su mano y rezar por él”, dijo. “Quería que supiera que no estaba solo”.
Esta historia fue producida por KHN, que publica California Healthline, un servicio editorialmente independiente de la California Health Care Foundation.