Psiquiatra se queda cerca de casa, fiel a su promesa de la infancia

La doctora Yamanda Edwards recibe a la paciente Gail Carter en el Martin Luther King, Jr. Community Hospital en marzo de 2018. (Heidi de Marco/KHN)

La doctora Yamanda Edwards, hija de un camionero y de una ama de casa, creció a solo unas millas del Martin Luther King/Drew Medical Center, en ese momento un hospital icónico pero problemático del sur de Los Ángeles.

Cuando era una niña en la década de los 90, sabía muy poco de su historia: cómo surgió de las cenizas de los disturbios de Watts. En ese entonces no conocía a nadie en la profesión médica.

Aun así, Edwards quería ser doctora. “No sabía cómo iba a lograrlo, pero quería alcanzar el sueño”, dijo. “Tenía la determinación”.

Ahora, Edwards tiene 32 años, y es la única psiquiatra en el nuevo Martin Luther King, Jr. Community Hospital, en los terrenos del antiguo King/Drew que era administrado por el condado, y a pocos pasos de donde fue a la escuela secundaria.

En su vida, la comunidad en donde creció ha cambiado drásticamente. La población ahora es mayoritariamente latina, ya no predominan los afroamericanos. King/Drew cerró en 2007 en medio de acusaciones de negligencia y malversación. El nuevo hospital, una organización privada sin fines de lucro que abrió sus puertas en 2015, es más pequeño pero vibrante, con nuevas instalaciones, personal y una clínica para pacientes ambulatorios. Es parte de un campus más amplio que incluye centros de salud pública y de pacientes ambulatorios, administrados por el condado de Los Ángeles.

Lo que no ha cambiado en el área es la necesidad de médicos como Edwards.

Martin Luther King, Jr. Community Hospital (Heidi de Marco/KHN)

Los pacientes de Edwards tienen condiciones que van desde ansiedad y depresión hasta psicosis. Muchos nunca han visto a un psiquiatra, ni a ningún profesional de salud mental siquiera. Sin embargo, las presiones en sus vidas contribuyen a la mala salud física y mental.

“Hay muchos factores estresantes que provienen de vivir en un ambiente con disparidades en la atención de salud, mucho acceso a las drogas, pobreza, problemas de inmigración”, dijo Edwards.

El vecindario que rodea el hospital tiene tasas más altas de angustia psicológica y una mayor necesidad de atención de salud mental que el promedio estatal, según datos de 2014 de UCLA. Los residentes también son más propensos a ser pobres y sin trabajo, aunque los niveles promedio de logros educativos y de ingresos han aumentado un poco en las últimas décadas.

Edwards les enseña a sus pacientes sobre sus condiciones, lo que significa tener depresión clínica, qué se siente cuando se está sufriendo un ataque de pánico. Muchos muestran aprecio por tener a alguien a quien recurrir. “Han tratado de hacerlo por su cuenta, pero ahora es el momento de ver a alguien”, dijo Edwards.

Gail Carter, de 62 años, de Compton, California, sufre de dolor crónico y depresión, pero dijo que ha estado durmiendo y sintiéndose mejor desde que comenzó las sesiones con Edwards. “No sabía cómo resolver los problemas”, dijo. “La doctora Edwards me ayudó. Ella me hace pensar. Y me recuerda que respire”.

Soñando con ser doctora

Edwards dijo que siente algo de nostalgia por su vecindario, y también tristeza. Ella escapó de algunos de las peores situaciones: violencia, drogas y pandillas, protegida por su familia y sus grandes aspiraciones para ella y sus hermanos. “La educación superior era algo que se esperaba de nosotros”, dijo. “Creo que en algún sentido me mantuvieron aislada”.

Su curiosidad sobre la medicina comenzó en la escuela media. Asistió a la King/Drew Magnet High School of Medicine and Science, que le permitió ser la sombra de los doctores del antiguo hospital King/Drew y ayudar con la investigación del cáncer. “Era casi como si fuéramos médicos internos, pero estábamos en la escuela secundaria”, recordó.

A pesar del apoyo, Edwards enfrentó reveses. Cuando tenía 15 años, su padre murió de cáncer de colon, cuatro días después de recibir el diagnóstico. “Por un tiempo no quise poner un pie en el hospital. Pensé: ‘¿Cómo voy a convertirme en médica si odio los hospitales?’”.

Luego reflexionó sobre cómo su papá la había alentado a seguir medicina, sabiendo que era su sueño, y “eso me motivó”.

Cuando el antiguo hospital King/Drew cerró, Edwards recuerda haberse preguntado a dónde irían los pacientes del vecindario, y si los estudiantes de la escuela secundaria todavía encontrarían pasantías en un hospital.

Edwards revisa a un nuevo paciente, Ernesto Arzate, de Los Ángeles. Arzate dijo que estaba bebiendo mucho cuando decidió tomar un cóctel de medicamentos. Cuando se dio cuenta lo que había hecho, llamó al 911. (Heidi de Marco/KHN)

Después de graduarse de UCLA, Edwards asistió a la escuela de medicina en Charles Drew/UCLA, junto a su antigua escuela secundaria, a través de un programa diseñado para estudiantes que querían practicar en áreas desatendidas. Durante una rotación estudiantil en el Kedren Acute Psychiatric Hospital en Los Ángeles, vio de cerca lo que era el trastorno bipolar, la psicosis y la depresión mayor, y se sorprendió por la necesidad de atención entre las minorías, especialmente afroamericanos y latinos. “Esto es algo de lo que realmente no se habla en ninguna de esas comunidades”, dijo.

Eso la impulsó a elegir psiquiatría. Completó su residencia en UCLA en junio de 2017 y comenzó su trabajo en MLK dos meses después. “Simplemente sentía que era lo correcto”, dijo.

Además de ejercer en el hospital, Edwards también pertenece a un nuevo grupo médico ambulatorio que el hospital comenzó el año pasado para ampliar la atención especializada para sus pacientes. La directora ejecutiva del hospital, Elaine Batchlor, dijo que Edwards es exactamente el tipo de médico que querían atraer. “Entiende a las personas que viven en nuestra comunidad”, dijo. “Y tiene un profundo compromiso con ellos”.

Separar lo viejo de lo nuevo

Los pacientes que necesitan atención de salud mental llegan a toda hora del día y de la noche, dijo Ameer Moussa, médico del hospital. “Un psiquiatra es algo que sabíamos que necesitábamos desde el primer día”.

Moussa dijo que la personalidad tranquila y la paciencia de Edwards le permiten comunicarse efectivamente con sus pacientes. “La confianza es algo realmente importante, y ella la gana rápidamente”, dijo.

Eso ayuda, especialmente a los pacientes que recuerdan la difícil historia del antiguo King/Drew, que llegó a ser conocido en algunos círculos como “Killer King”.

Los recuerdos de infancia de Edwards sobre el área la ayudan a conectarse con los pacientes. Cuando están angustiados por sus desafíos en la vida, a menudo les dice: “Entiendo. También crecí aquí”.

Edwards, quien ahora vive en Cypress, California, con su esposo y su hijo de 19 meses, pasa la mayor parte de su semana de trabajo ayudando a clasificar a los pacientes de salud mental en la sala de emergencias y visitando a los que ingresan en el hospital.

Edwards habla sobre posibles pacientes con una trabajadora social, el 1 de marzo de 2018. Edwards es la única psiquiatra en el Martin Luther King, Jr. Community Hospital, responsable de diagnosticar, estabilizar y tratar con todo, desde ansiedad hasta esquizofrenia. (Heidi de Marco/KHN)

La sala de emergencias de MLK ha visto el doble de pacientes de lo que originalmente se esperaba cuando se abrió, y muchos sufren de enfermedades mentales.

Una tarde reciente, Edwards vio a una mujer que tenía 30 semanas de embarazo y amenazaba con hacerse daño. Combativa y posiblemente psicótica, estaba convencida que su bebé era un extraterrestre. “Déjame ir”, gritaba mientras el personal intentaba contenerla. “¡Aléjate de mí!”

Edwards ordenó medicamentos para ayudarla a calmarse. También la colocó en aislamiento psiquiátrico por 72 horas, y comenzó a buscarle espacio en una institución.

Edwards sabía que no sería fácil, dada la grave escasez de camas psiquiátricas y el estado de la mujer. “Los hospitales psiquiátricos pueden escoger y elegir a quién quieren recibir”, explicó Edwards. “Las pacientes embarazadas son un poco más riesgosas”.

Edwards pasa gran parte de su tiempo en el hospital, corriendo, entrando y saliendo de las habitaciones de los pacientes, intentando, a menudo en conversaciones fugaces, evaluarlos, y evaluar el riesgo que se lastimen a sí mismos. Muchos de sus pacientes son personas sin hogar, alcohólicas o adictas.

Una vez a la semana, va a una clínica ambulatoria administrada por MLK a pocas millas de distancia. Algunos de sus pacientes tardan un poco en aceptarla. Edwards pasa mucho tiempo con ellos antes de siquiera plantear la idea de medicación.

“Viniendo de una comunidad donde hay mucho estigma sobre la salud mental… la aceptación de la medicación es otra barrera”, dijo.

Edwards agregó que hace todo lo que puede para ayudar a sus pacientes, tanto dentro como fuera del hospital. Pero al final, Martin Luther King, Jr. es un centro de cuidados intensivos, no psiquiátrico. Ella no está allí todo el día, y el hospital puede tener a ciertos pacientes psiquiátricos por solo tres días máximo. Una de las partes más difíciles de su trabajo, dijo, es preguntarse qué pasará con los pacientes cuando se vayan.

“Quieres saber el resultado final, lo que sucedió, si hiciste lo correcto, si están a salvo”.

La cobertura de KHN de estos temas cuenta con el respaldo de Blue Shield of California Foundation.

 

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