Pattie Vargas vio con aterradora claridad que su hijo Joel, de 25 años en ese momento, tenía un problema de drogas que ponía en peligro su vida. Llegó a casa un día de 2007 “drogado hasta las cejas”, se acostó y durmió cuatro días seguidos, recuerda Vargas, que ahora tiene 65 y vive en Vacaville, California.
Al ver que Joel languidecía, la desesperada mamá se dio cuenta que su hijo necesitaba ayuda, pero no sabía por dónde empezar. Buscó en Internet y marcó el número de un centro de tratamiento que encontró.
La persona que contestó el teléfono la tranquilizó, le explicó las opciones y luego envió un representante a la casa de la familia en Escondido, California, para que realizara una intervención. La situación terminó con Joel subiendo a regañadientes al auto del hombre que lo llevó a una residencia en Laguna Beach, a unas 60 millas de distancia.
Vargas se sintió aliviada al ver que su hijo iba a recibir tratamiento, a pesar que el programa de 30 días costaba $39,000. No sospechaba que era sólo el comienzo de un ciclo infructuoso de rehabilitaciones y recaídas. La droga que usaba Joel en ese entonces era metanfetamina, pero para cuando murió de complicaciones cardíacas una década después, también estaba consumiendo heroína.
Vargas se daría cuenta más tarde que hay mejores maneras que internet para encontrar una rehabilitación efectiva.
La tasa de mortalidad por sobredosis de drogas en los Estados Unidos es hoy más del triple de lo que era hace 20 años y el uso indebido de alcohol figura entre las principales causas de muerte prevenibles, por lo que la necesidad de un tratamiento efectivo de la adicción es enorme. Sin embargo, encontrar atención asequible y fiable, a pesar de la proliferación de centros de rehabilitación en los últimos años, puede ser casi imposible.
“Hay buenos proveedores, pero son muy pocos, y es muy difícil distinguir lo bueno de lo malo”, dijo Garrett Hade, cofundador de The Voices Project, un grupo que aboga por la recuperación de la adicción.
La Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio (ACA), al ampliar las listas de personas con cobertura y exigir a las aseguradoras que cubran el tratamiento de los trastornos por consumo de sustancias al mismo nivel que otras afecciones médicas, ha contribuido al crecimiento explosivo de la industria de la rehabilitación en los Estados Unidos. Lamentablemente, eso incluye a algunos operadores interesados más en el dinero que en el bienestar de los pacientes.
A medida que se ha intensificado la competencia, algunos operadores de rehabilitación han recurrido a la astucia y métodos sin escrúpulos para atraer clientes. Una práctica común es pagar a “body brokers” miles de dólares para que busquen en las redes sociales y en las reuniones de sobriedad a personas con seguro que necesiten tratamiento.
Algunos centros inscriben fraudulentamente a las personas en seguros, las llevan en avión a través del país a residencias de tratamiento y facturan decenas de miles de dólares por múltiples análisis de orina y otros servicios de dudosa necesidad. Algunos operadores incluso han suministrado drogas a sus clientes entre los períodos de rehabilitación para hacerles volver al programa.
Sue Harris, residente de San Diego, envió a su hijo Jameson a un centro de rehabilitación en West Palm Beach, Florida, por recomendación de un “coordinador de tratamiento”. Fue una mala decisión, aseguró Harris. Jameson llamó desde Florida para decirle: “‘Voy a morir aquí, mamá. Hay drogas por todas partes”, recordó Harris, de 59 años. Su hijo tenía razón: murió poco después de una sobredosis de heroína con fentanilo.
Una práctica menos turbia de los centros de tratamiento es invertir en estrategias para que sus nombres aparezcan en las primeras posiciones de los resultados de búsquedas en Internet. “Así que no estás contactando necesariamente con la mejor persona. Accedes a los que han pagado por la optimización de los motores de búsqueda”, explicó David Skonezny que dirige una página de Facebook llamada It’s Time For Ethics In Addiction Treatment (Es la hora de la ética en el tratamiento de las adicciones).
Entonces, ¿cuál es la mejor opción para encontrar un centro de rehabilitación de buena reputación? Asistir a las reuniones de programas de recuperación como Alcohólicos Anónimos o LifeRing. Las personas que van a esas reuniones han pasado por lo que tú o tus seres queridos están pasando y a menudo comparten consejos y sugerencias. Pero hay que tener cuidado con quienes intentan venderte un programa específico.
También se puede llamar a la línea de ayuda de la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias, que funciona las 24 horas, los 7 días de la semana (800-662-HELP), en inglés y español, y que ofrece información sobre adicción y sugiere grupos de tratamiento y apoyo. Un sitio web del gobierno federal, www.findtreatment.gov, también ofrece referencias. Si tu hijo tiene un trastorno por consumo de sustancias, la Asociación para Niños Libres de Drogas (Partnership for Drug-Free Kids) ofrece gran cantidad de información y apoyo.
Una vez que tengas algunas opciones prometedoras, comienza la verdadera tarea. Debes investigar minuciosamente a esos centros, no sólo para confirmar su integridad sino para asegurarte que tú o tus seres queridos reciban la atención personalizada que necesitan.
Para eliminar a los malos profesionales, busca quejas contra los centros que estás considerando, si tu estado las publica en internet. Lamentablemente, California no lo hace, aunque puedes ver los que tienen licencias revocadas o suspendidas, así como los que operan sin licencia, en el sitio web del Departamento de Servicios de Atención Médica (DHCS).
En este sentido, Google puede ser muy útil: busca el centro por su nombre, emparejado con términos como “fraude”, “acusado” o “body broker”.
Debería sonar una alarma si las personas que dirigen un programa de tratamiento preguntan sobre tu seguro y finanzas de inmediato, dijo Cynthia Moreno Tuohy, directora ejecutiva de NAADAC, la Asociación de Profesionales de la Adicción, con sede en Alexandria, Virginia. “Si estoy más preocupada por el dinero y el seguro, no acudan a mí”, comentó.
Y no te dejes deslumbrar por el dinero. “Sólo porque cueste mucho, no pienses que es genial”, señaló Vargas, cuya hija, Rebekah, también lucha contra las drogas.
Cuando su hijo ya había pasado años en centros de rehabilitación, Vargas descubrió que existían programas de tratamiento público gratuitos, aunque son difíciles de conseguir. En California, los administran los condados y los financia en su mayoría Medi-Cal, el programa de seguro administrado por el gobierno para personas de bajos ingresos.
Hay una lista de los programas de los condados y los números de contacto en el sitio web del DHCS en la pestaña “individuals”.
¿Cómo sabes qué tipo de programa es el adecuado para ti? Una evaluación inicial es crítica. Que la haga un médico especialista en adicciones en lugar de una persona que trabaja en un centro de tratamiento.
En California, se pueden encontrar doctores certificados en medicina de la adicción en el sitio web de la Sociedad de Medicina de la Adicción de California. A nivel nacional se puede ir al sitio de la Sociedad Americana de Medicina de la Adicción.
A cualquier programa de rehabilitación se le debe preguntar sobre las credenciales no sólo de sus médicos, sino también de los trabajadores sociales, psicólogos clínicos y consejeros de adicciones. Se pueden verificar las calificaciones específicas sobre la adicción de los consejeros de rehabilitación y los trabajadores sociales llamando a NAADAC (703-741-7686), o a la organización que los acredita en su estado. En California, se puede consultar el sitio web del California Consortium of Addiction Programs and Professionals.
Otra cuestión importante, según los expertos en recuperación, es si un programa respalda los medicamentos contra la adicción —debería hacerlo— y si está preparado para administrarlos en el propio centro o a través de un tercero. No permitas que eludan esa pregunta.
Y recuerda: La adicción es una batalla de por vida. Las recaídas son comunes. Siempre hay esperanza, aunque por razones difíciles de determinar, algunas personas se recuperan mejor que otras.
Harris dice que Jameson no era una de esas personas: “Amaba a su familia. Amaba la vida. Pero no pudo detenerse”.
Esta historia de KHN fue publicada primero en California Healthline, un servicio de la California Health Care Foundation.