Hace unos nueve años, la promesa de viviendas más baratas atrajo a Shari Castaneda a Palmdale, California, en el norte del condado de Los Ángeles.
La madre soltera con cinco hijos había estado luchando para poder pagar las cuentas. “Escuché que el alquiler era mucho más barato aquí, así que me mudé”, contó.
Pero cuando tuvo problemas de salud –comenzó a perder el equilibrio y a caerse-, Castaneda encontró menos opciones médicas en su nueva área. Incapaz de encontrar atención especializada local, viajó casi 65 millas a un hospital público en Los Ángeles, donde los médicos descubrieron un tumor en su columna vertebral.
La cirugía para extirparlo fue a 75 millas de su casa, en el centro oncológico City of Hope en Duarte, California. El procedimiento la dejó parcialmente paralizada. “Entré al hospital y nunca volví a caminar”.
Castaneda, de 58 años, recibe pagos por discapacidad del Seguro Social y es beneficiaria del Medi-Cal, el programa estatal de Medicaid para personas de bajos ingresos. “Pero aquí no hay médicos disponibles”, dijo Castaneda. “Llamé a todos los del directorio, y nadie recibe a pacientes de Medi-Cal”. Ahora, Castaneda ve a médicos a casi 50 millas de distancia, en Northridge.
Los suburbios en los Estados Unidos, a menudo percibidos como enclaves de los ricos, albergan a casi 17 millones de estadounidenses que viven en condiciones de pobreza, más que en las ciudades o áreas rurales, y la creciente demanda de atención restringe la capacidad de los servicios de salud suburbanos para proporcionarlas, según un estudio reciente publicado en Health Affairs. Históricamente, las áreas suburbanas han recibido apenas una fracción del financiamiento para la salud del que tienen las ciudades, lo que las deja con una infraestructura inadecuada, y obligando a personas como Castaneda a pelear por la atención médica que necesitan.
El estudio de Health Affairs encontró que aproximadamente una quinta parte de las personas pobres que viven en los suburbios no tienen seguro, y muchos de los que sí tienen cobertura, especialmente los que reciben Medi-Cal, no pueden encontrar proveedores o deben viajar muy lejos para sus citas médicas.
La Ley de Cuidado de Salud Asequible (ACA) redujo la tasa de personas sin seguro en California del 17% en 2013 a aproximadamente el 7% el año pasado debido principalmente a la expansión de Medicaid, que sumó más de 3.7 millones de adultos a las listas de Medi-Cal. Pero eso no ha asegurado el acceso a la atención médica para millones de habitantes de los suburbios, apuntó Alina Schnake-Mahl, aspirante a un doctorado en la Harvard T.H. Chan School of Public Health en Boston, y autora principal del estudio de Health Affairs.
“Eso va en contra de la idea de que todos en los suburbios están asegurados porque todos tienen un trabajo profesional o administrativo con cobertura”, dijo.
Pero la cobertura no equivale a atender siquiera a los pacientes con Medi-Cal, como puede atestiguar Castaneda. Antes de la ley de salud, tenían problemas para encontrar médicos que los vieran debido a las bajas tasas de pago de Medi-Cal. Ese problema se intensificó cuando millones más se inscribieron en el programa, lo que motivó a muchos afiliados a buscar servicios en las instalaciones de atención de la red de seguridad.
Los servicios de atención médica en los suburbios “no son lo suficientemente sólidos como para cubrir las necesidades de una creciente población de bajos ingresos”, dijo Charlie Gillig, abogado supervisor en el Centro de Servicios de Salud del Consumidor del condado de Los Ángeles, quien ha asesorado a Castaneda sobre servicios de transporte médicos bajo Medi-Cal.
La mitad de los 39 millones de residentes de California vive en los suburbios, y las tasas de pobreza oscilan entre cerca del 25% en Bakersfield, en el Valle Central, y alrededor del 8% en los suburbios fuera de San Francisco, según un análisis de Elizabeth Kneebone, directora de investigación en el Centro Terner para la Innovación de la Vivienda de la Universidad de California-Berkeley y miembro senior de Brookings Institution. El mismo análisis mostró que 2,7 millones de californianos de los suburbios vivían por debajo de la línea de pobreza en 2016, en comparación con 1,9 millones en las principales ciudades.
Castañeda, quien usa una silla de ruedas motorizada grande, dice que es difícil, “a menudo imposible”, organizar un viaje en una camioneta. Llegar al médico se ha convertido en una larga y dolorosa prueba.
Y eso es si puede programar una visita, dijo Castaneda, y agregó que también enfrenta largos tiempos de espera para ver a su médico en Northridge, un suburbio que está recibiendo cada vez más pacientes de zonas más pobres. “No se puede hacer una cita cuando estás enfermo… así que he estado esperando y esperando”, contó. “Me dijeron, ‘si te enfermas lo suficiente, solo ve a la sala de emergencias’”.
Por supuesto, también puede ser difícil conseguir una cita en la clínica o ver a un especialista en las ciudades, pero en los suburbios, dijo Gillig, “la geografía agrava un problema ya existente”.
En su reciente libro sobre la cambiante geografía de la pobreza, Scott Allard, profesor de políticas públicas y gobernabilidad en la Universidad de Washington, mostró que el financiamiento para servicios humanos era ocho veces mayor en las áreas urbanas que en los suburbios.
Las áreas metropolitanas de California han tenido muchas décadas para construir sistemas masivos de atención médica para atender a los pobres, incluidos los hospitales del condado, los centros de salud calificados a nivel federal y las clínicas comunitarias. Pero la escala actual de la pobreza suburbana es una tendencia reciente.
Los legisladores luchan por atender las necesidades de salud de las ciudades en el este del condado de Contra Costa, a unas 50 millas de San Francisco. En Oakley, por ejemplo, los líderes empresariales y comunitarios cabildearon fuertemente por un nuevo centro de salud, que se inauguró en 2011.
“Aquí hay una gran necesidad, especialmente para las personas indocumentadas o que no tienen seguro. No tienen otro lugar adonde ir”, dijo Leticia Cazares, gerenta regional de La Clínica, que opera el nuevo centro de salud. La clínica tiene dos doctores y una enfermera practicante para atender a 3,000 pacientes, la mayoría de los cuales tienen Medi-Cal.
Muchas de las personas que visitan clínicas comunitarias como la de Oakley no tienen seguro, ya sea porque son inmigrantes sin papeles o porque ganan demasiado dinero para calificar para Medi-Cal o para cobertura subsidiada bajo el Obamacare, y no pueden pagarla de su propio bolsillo.
La familia de Alex G. se adapta a ambos escenarios. Su esposo, Edward, y su hijo de 8 años, quien también se llama Alex, son ciudadanos estadounidenses, pero ella es indocumentada. La familia vive en Brentwood, una ciudad de aproximadamente 60,000 habitantes en el este del condado de Contra Costa.
Estudiante universitaria de 32 años, quien se negó a dar su apellido por temor a la deportación, Alex ha solicitado la residencia permanente, un proceso largo con un resultado incierto.
Su esposo tiene “un buen trabajo” como programador de máquinas industriales. Él tiene seguro por su empleador, pero para que Alex y su hijo tengan seguro, tendrían que pagar $1,200 por mes. Dado el alto costo de vida de California, “simplemente no podemos darnos el lujo de pagar eso”, dijo Alex. El salario de su esposo, de $70,000, es demasiado alto para los subsidios de Medi-Cal u Obamacare.
Alex sufrió recientemente fuertes dolores de estómago y tuvo que esperar varios días por una clínica móvil que estaciona frente a un centro comunitario cercano una vez a la semana.
Cada vez que su hijo tiene una infección en el oído o fiebre, Alex lo lleva a la clínica móvil gratuita. “Al no tener seguro, me preocupa mucho cada vez que se enferma”, dijo.