“Exploté”. Así es cómo Jessica Lioy describe su intento de suicidio en abril.
Después de un año difícil en el que volvió a vivir con sus padres en Syracuse, Nueva York, cambió de universidad, y rompió con su novio, la joven de 22 años se encontró al borde del abismo. Impulsivamente se tragó un puñado de pastillas para dormir. Su madre entró a su habitación, vio las pastillas esparcidas por el suelo y llamó al 911.
Durante 2017, 1.4 millones de adultos intentaron suicidarse, y más de 47,000 lograron acabar con su vida, convirtiendo al suicidio en la décima causa de muerte en los Estados Unidos, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Esos números han estado aumentando durante los últimos 20 años.
Al igual que otros estados, Nueva York, donde nació Lioy, ha visto aumentar esa tasa. Pero, sorprendentemente, ha reportado constantes tasas muy por debajo del resto. En comparación con la media nacional de 14 suicidios por cada 100,000 personas en 2017, la de Nueva York fue de 8.1, la más baja del país.
¿A qué se debe? A primera vista, el estado no parece ser un candidato obvio para el rango más bajo. En este estado se incluye la propia ciudad de Nueva York, veloz y estresante, con pequeños apartamentos y multitudes de extraños. Y el norte es retratado como sombrío y frío, y hasta despreciado en el famoso musical de Broadway “A Chorus Line” con el comentario: “suicidarse en Buffalo es redundante”.
Expertos dicen que no hay una explicación simple para tener la tasa más baja del país. “No puedo decir por qué”, confesó el psiquiatra Jay Carruthers, quien es director de prevención del suicidio en la Oficina de Salud Mental del estado de Nueva York.
No a las armas y la urbanización, posibles factores
No hay una respuesta única, pero varios factores probablemente juegan un papel, según Carruthers y otros expertos en suicidio.
Es posible que una de las claves sea la baja tasa de posesión de armas. Las armas de fuego se usan en aproximadamente la mitad de las muertes por suicidio, y tener acceso a una pistola triplica el riesgo, según un estudio publicado en Annals of Internal Medicine. Debido a que las armas son peligrosamente mortales, alguien que intenta suicidarse con una pistola tendrá éxito en aproximadamente el 85% de los intentos, en comparación con una tasa de mortalidad del 2% si alguien opta por consumir píldoras, según un estudio realizado por el Harvard Injury Control Research Center.
“La evidencia científica demuestra que tener fácil acceso a las armas hace la diferencia entre una crisis suicida fatal o no fatal”, dijo Catherine Barber, investigadora principal en Harvard y coautora del estudio.
El estado de Nueva York tiene algunas de las leyes de armas más duras del país. En 2013, después del tiroteo masivo en la escuela primaria Sandy Hook en Newtown, Connecticut, el estado amplió su prohibición de armas de asalto, requirió la recertificación de pistolas y armas de asalto cada cinco años, cerró la venta privada sin verificaciones de antecedentes y aumentó las sanciones penales por el uso de armas ilegales.
Este año, el estado promulgó leyes que, entre otras cosas, establecieron un período de espera de 30 días para la compra de armas para las personas que no pasan inmediatamente una verificación de antecedentes. También previenen la compra de armas en el caso de personas que muestran señales de ser una amenaza para ellos mismos o para otros, una ley a veces denominada “bandera roja” o de “riesgo extremo”.
La población también está muy concentrada en zonas urbanas, en la ciudad de Nueva York viven mas de 8 millones de personas. Según la Oficina del Censo, casi el 88% de la población del estado vivía en áreas urbanas en el censo de 2010, mientras que la cifra nacional es de alrededor del 81%.
Las tasas de suicidio suelen ser más bajas en las ciudades. En 2017, la tasa en todo el país para la mayoría de los condados rurales fue de 20 por cada 100,000 personas, casi el doble que la tasa de 11.1 para la mayoría de los condados urbanos, según los CDC. La tendencia se está acelerando. Si bien la tasa de suicidios en la mayoría de los condados urbanos aumentó en un 16% entre 1999 y 2017, creció un 53% en la mayoría de los condados rurales.
La soledad, el aislamiento y el acceso a armas letales pueden ser una combinación potente que conduce al suicidio, dijo Jerry Reed, quien dirige los esfuerzos de prevención de suicidio, violencia y lesiones en Education Development Center. El centro administra el Suicide Prevention Resource Center, financiado con fondos federales, entre otros proyectos de prevención del suicidio.
Las personas en áreas rurales pueden vivir a muchas millas del centro de salud mental más cercano, de un terapeuta, o incluso de sus propios vecinos.
“Si tu cónyuge fallece o sufre una enfermedad crónica y nadie lo está vigilando y tiene acceso a armas de fuego, puede sentir que ya no vale la pena seguir viviendo”, señaló Reed.
Una intervención que “obliga” a seguir adelante
Los esfuerzos de Nueva York para prevenir los suicidios incluyen la realización de un ensayo controlado aleatorio para evaluar la efectividad de un breve programa de intervención desarrollado en Suiza para personas que han intentado suicidarse, porque corren el riesgo de volver a intentarlo.
El estudio aún no ha comenzado, pero médicos del Centro Psiquiátrico Hutchings en Syracuse recibieron capacitación en el Attempted Suicide Short Intervention Program (ASSIP) como se le llama. Comenzaron a probarlo con algunos pacientes el año pasado.
Jessica Lioy fue una de ellas. Después de su intento de suicidio, pasó una semana en la unidad psiquiátrica para pacientes hospitalizados en el Hospital de la Universidad de Upstate en Syracuse. Un trabajador social le sugirió ese programa ambulatorio.
El programa es simple. Tiene solo cuatro elementos:
- En la primera sesión, los pacientes se sientan con un terapeuta para una discusión de una hora, grabada en video, sobre por qué intentaron suicidarse.
- En su segunda reunión, miran el video para reconstruir cómo pasó de experimentar algo doloroso a intentar suicidarse.
- Durante la tercera sesión, el terapeuta ayuda al paciente a enumerar objetivos a largo plazo, señales de advertencia y estrategias de seguridad, junto con los números de teléfono de las personas a las que llamar durante una crisis. El paciente lleva la información en todo momento.
- Finalmente, durante los dos años siguientes, el terapeuta escribe periódicamente “cartas” al paciente para saludarlo, recordarle sus riesgos y estrategias de seguridad.
En el ensayo suizo, aproximadamente el 27% de los pacientes en el grupo de control intentaron suicidarse nuevamente durante los siguientes dos años. Solo el 8% de los que participaron en el programa de intervención volvieron a intentar suicidarse durante ese tiempo.
“La diferencia con ASSIP es la participación del paciente. Está muy centrado en el paciente”, dijo la doctora Seetha Ramanathan, la psiquiatra de Hutchings que supervisa el programa. También se centra mucho en el intento de suicidio, no en otros problemas como la depresión o el TEPT (PTSD en inglés), indicó.
Jessica recordó que, al principio, no tenía grandes esperanzas con el programa: ya le había contado su historia a muchos médicos y terapeutas de salud mental. Pero sintió que esto era algo diferente.
“Te sacan durante una hora de tu universo, te hacen concentrarte en lo peor de tu vida, y luego te ayudan a superarlo. Te obligan a sentir algo, y te obligan a reflexionar sobre esa situación y cómo seguir para adelante para no volver a ese lugar. Es muy inmediato”, comentó Lioy.
No todo ha sido fácil. Poco después de regresar a casa, Lioy se sintió deprimida y no podía levantarse de la cama. Pero ya había aprendido la importancia de pedir ayuda, y contactó a sus padres.
“Pude hablar con ellos y fue increíble. Nunca había hecho eso antes”, confesó.
Además, ha habido otros cambios. Desde que regresó a casa, Lioy terminó su licenciatura en genética molecular y está trabajando como auxiliar de farmacia. Se está postulando para programas de doctorado y tiene nuevo novio, aunque dijo que ya no necesita un novio para sentirse bien consigo misma.
SI NECESITAS AYUDASi tú o alguien que conoces está pensando en el suicidio, llama a la Línea Nacional de Prevención del Suicidio al 1-800-273-8255, o usa el chat de Lifeline, ambos disponibles las 24 horas del día, los siete días de la semana.