A medida que la pandemia de covid-19 se enfrenta a una batalla, que se espera pierda, con las vacunas, muchos expertos en el campo de las enfermedades infecciosas emergentes ya están enfocados en prevenir la próxima.
Temen que otro virus salte de la vida silvestre a los humanos, uno que sea mucho más letal pero que se propague tan fácilmente como el SARS-CoV-2, la cepa del coronavirus que causa covid-19. Un virus así podría cambiar drásticamente la vida en el planeta, dicen expertos.
“Lo que me mantiene despierto por la noche es pensar que otro coronavirus como el sindrome respiratorio de Medio Oriente (MERS), que tiene una tasa de mortalidad mucho, mucho más alta, se vuelva tan transmisible como covid”, dijo Christian Walzer, director ejecutivo de salud de la Wildlife Conservation Society. “La logística y el trauma psicológico sería insoportable”.
El SARS-CoV-2 tiene una tasa de mortalidad promedio de menos del 1%, mientras que la tasa de mortalidad del MERS, que se propaga de los camellos a los humanos, es del 35%. Otros virus que han superado la barrera de las especies, como el Nipah, transmitido por murciélagos, tienen una tasa de mortalidad de hasta el 75%.
“Hay una gran diversidad de virus en la naturaleza, y existe la posibilidad de que uno de ellos tenga las características de transmisión presintomática con una alta tasa de mortalidad”, explicó Raina Plowright, investigadora de virus en el Bozeman Disease Ecology Lab, en Montana. (Covid-19 es altamente transmisible antes de la aparición de síntomas, pero es mucho menos letal que varios otros virus conocidos). “Algo así cambiaría la civilización”.
Es por eso que en noviembre, el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania y la Wildlife Conservation Society realizaron una conferencia virtual llamada One Planet, One Health, One Future, con el objetivo de prevenir la próxima pandemia, ayudando a líderes mundiales a comprender que los virus asesinos como el SARS-CoV-2, y muchos otros patógenos menos mortales, surgen por la destrucción de la naturaleza.
Con la atención del mundo atrapada por la propagación del coronavirus, expertos en enfermedades infecciosas están redoblando sus esfuerzos para mostrar la sólida conexión entre la salud de la naturaleza, la vida silvestre y los humanos. Es un concepto conocido como One Health.
Si bien la idea es ampliamente aceptada por funcionarios de salud, muchos gobiernos no la han incluido en sus políticas. Por eso, la conferencia se programó para que coincidiera con la reunión de las superpotencias económicas del mundo, el G20, para instarlos a reconocer la amenaza que representan las pandemias transmitidas por la vida silvestre, no solo para las personas sino también para la economía mundial.
La Wildlife Conservation Society, la organización de conservación más antigua de los Estados Unidos, fundada en 1895, se ha unido a otros 20 grupos conservacionistas para pedir a estos líderes que “den prioridad a la protección de bosques y otros ecosistemas que estén mayormente intactos, y actúen para poner fin al comercio de vida silvestre para el consumo humano, así como todo el comercio ilegal e insostenible de vida silvestre”, dijeron en un comunicado de prensa.
Expertos predicen que implementar éstas, y otras medidas, costaría alrededor de $700 mil millones, según la Wildlife Conservation Society. Se estima que covid-19 ha costado $26 mil millones en daños económicos. La solución ofrecida por quienes hacen campaña para cumplir las metas de One Health también mitigaría los efectos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
La creciente invasión de entornos naturales a medida que aumenta la población mundial hace que la pregunta sea cuándo ocurrirá otra pandemia mortal, no si ocurrirá, dicen expertos, y podría ser mucho peor que covid. La propagación de virus animales o zoonóticos a los seres humanos es causa de cerca del 75% de las enfermedades infecciosas emergentes.
Pero una multitud de virus desconocidos, algunos potencialmente patógenos, habitan en la vida silvestre alrededor del mundo. Especialistas en enfermedades infecciosas estiman que hay 1,67 millones de virus en la naturaleza; y sólo se han identificado unos 4,000.
Es posible que el SARS-CoV-2 se originara en los murciélagos en China y luego se transmitiera a los humanos, quizás a través de un huésped intermediario, como el pangolín, un animal similar al armadillo que se caza para consumo humano.
Si bien la fuente del SARS-CoV-2 es incierta, se conoce la vía de animal a humano en otras epidemias virales, como el Ébola, el Nipah y el MERS. Los virus que han estado circulando y mutando en la vida silvestre, especialmente en murciélagos, saltan a los humanos, donde encuentran un sistema inmunológico receptivo y provocan un brote de una enfermedad infecciosa mortal.
“Hemos penetrado más profundamente en ecozonas que no habíamos ocupado antes”, explicó Dennis Carroll, veterano en el campo de las enfermedades infecciosas emergentes de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional. Carroll está configurando el Global Virome Project para catalogar los virus en la vida silvestre, con el fin de predecir cuáles podrían causar la próxima pandemia.
“El símbolo de eso es la industria de extracción: petróleo, gas y minerales, y la expansión de la agricultura, especialmente la ganadería. Ese es el mayor vaticinador de dónde podría registrarse una nueva pandemia”.
Un siglo atrás, si una persona se infectaba en una de estas ecozonas, moría en el mismo lugar. “Ahora, una persona infectada puede abordar un avión a París o Nueva York antes de siquiera saber que está infectada”, agregó.
El consumo de carne también está creciendo, y eso ha significado más ganado doméstico criado en bosques talados o “carne de monte”: animales salvajes. Ambos pueden provocar una propagación. Se considera que el virus del SIDA surgió de chimpancés salvajes en África central, que fueron cazados para la alimentación.
Un caso centinela sobre cómo los virus emergen de la naturaleza para convertirse en una epidemia es el virus Nipah.
Nipah lleva el nombre de la aldea de Malasia en donde se identificó por primera vez a fines de la década de 1990. Los síntomas son inflamación del cerebro, dolores de cabeza, rigidez en el cuello, vómitos, mareos y eventualmente, el estado de coma. Es extremadamente letal, con una tasa de mortalidad de hasta el 75% en humanos, en comparación con menos del 1% del SARS-CoV-2. Debido a que el virus nunca llegó a ser altamente transmisible entre humanos, solo ha matado a 300 personas en unos 60 brotes.
Una característica crítica impidió que Nipah se generalizara. “La carga viral de Nipah, la cantidad de virus que alguien tiene en su cuerpo, aumenta con el tiempo y es más infecciosa en el momento de la muerte”, dijo Plowright del laboratorio Bozeman, quien ha estudiado a Nipah y Hendra (que no son coronavirus sino henipavirus).
“Con el SARS-CoV-2, la carga viral alcanza su punto máximo antes de que desarrollen los síntomas, por lo que se interactúa con la familia o se va a trabajar antes de saber que se está enfermo”, explicó.
Si un virus desconocido, tan mortal como Nipah pero tan transmisible como el SARS-CoV-2, saltara de un animal a los humanos, los resultados serían devastadores.
Plowright también ha estudiado la fisiología e inmunología de los virus en los murciélagos y las causas de la propagación. “Vemos estos eventos debido al estrés que se ejerce sobre los murciélagos por la pérdida de hábitat y el cambio climático”, dijo. “Ahí es cuando son arrastrados a áreas humanas”.
En el caso de Nipah, los murciélagos frugívoros atraídos a los huertos cercanos a las granjas de cerdos transmitieron el virus a los cerdos, y luego a los humanos.
“Está asociado con la falta de comida”, dijo. “Si los murciélagos se alimentaran en bosques nativos y pudieran moverse de manera nómade para obtener los alimentos que necesitan en su hábitat, lejos de los humanos, no seríamos testigos de una propagación”.
Una creciente comprensión de los cambios ecológicos como la fuente de muchas enfermedades está detrás de la campaña para crear conciencia sobre One Health.
Las políticas de One Health se están expandiendo en lugares donde es probable que haya patógenos humanos en la vida silvestre o en animales domésticos. Se está capacitando a médicos, veterinarios, antropólogos, biólogos, y se entrena a otros en lo que se conoce como “habilidades centinela”, para que puedan reconocer estas enfermedades si llegaran a surgir.
Sin embargo, la escala de los esfuerzos preventivos es mucho menor que la amenaza que representan estos patógenos, dicen expertos. Los gobiernos necesitan reconocer el problema, y entender el costo de posibles epidemias o pandemias en desarrollo.
“Una carretera facilitará el transporte de bienes y personas y creará un incentivo económico”, dijo Walzer, de la Wildlife Conservation Society. “Pero también proporcionará una interfase en la que las personas interactúan y haya una mayor probabilidad de propagación. Este tipo de costos nunca se han considerado en el pasado. Y eso debe cambiar “.
El enfoque de One Health también aboga por la protección a gran escala de la naturaleza en áreas de alta biodiversidad donde la propagación es un riesgo.
Joshua Rosenthal, experto en salud global del Fogarty International Center de los Institutos Nacionales de Salud, dijo que si bien estas ideas son conceptualmente sólidas, implican una tarea extremadamente difícil. “Todas estas cosas son administradas por diferentes agencias y ministerios en diferentes países con diferentes intereses. Que todos estén en sintonía es un desafío”, dijo.
Los investigadores dicen que el tiempo apremia. “Tenemos altas densidades de población humana, altas densidades de ganado, altas tasas de deforestación, y esto está generando más contacto cercano entre murciélagos y personas”, explicó Plowright. “Estamos jugando con fuego”.