Cuando era aspirante a un doctorado en filosofía, más de dos décadas atrás, Duana Welch, ahora de 49 años, investigó en profundidad las consecuencias que enfrentaría al denunciar el acoso sexual en el lugar de trabajo.
“Cuando las mujeres denunciaban el abuso y acoso sexual, no se les creía y se las culpaba”, dijo. “Estaba muy enojada por el precio que había que pagar por hablar. Sabía lo que sucedería”.
Como la mayoría de las personas que han tenido experiencias similares, Welch, experta en relaciones en Eugene, Oregon, se calló. La mujer enterró en su memoria los encuentros inapropiados con hombres que la acosaron en el trabajo: le preocupaba que su incipiente carrera estuviera condenada al fracaso.
Eso fue hasta #MeToo.
“Salté de inmediato”, dijo. “Sabía que éste era nuestro momento. Fue la primera vez que hablé públicamente sobre los abusos y la conducta sexual inapropiada que he experimentado”.
Pero averiguar por qué Welch y millones han publicado sus historias en las redes sociales usando #MeToo no es tan simple como adjudicarlo al poder del hashtag. Por el contrario, está en juego un conjunto complejo de factores psicológicos y sociales. Motivadas por las revelaciones sobre el titán de Hollywood Harvey Weinstein, la creciente lista de acosadores acusados, y de personas que no están dispuestas a permanecer en silencio, demuestran que lo que está sucediendo con esta avalancha de acusaciones es más que una fuerza numérica.
“Admitir ser una víctima estigmatiza”, dijo John Pryor, profesor emérito de psicología en la Universidad Estatal de Illinois, quien ha estudiado el acoso sexual durante más de 30 años y está participando en un estudio de la Academia Nacional de Ciencias sobre acoso sexual en áreas de trabajo de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.
“La investigación ha demostrado que las personas con condiciones estigmatizantes a menudo lo ocultan para evitar que se les coloque una etiqueta. Con respecto al acoso sexual, cuantas más personas den un paso adelante y digan ‘yo también’, menos se estigmatizará”, dijo Pryor.
Gayle Pitman, profesora de psicología y estudios de la mujer en el Sacramento City College en California, dijo que la sensación que recibió leyendo los mensajes de #MeToo es que son “casi como una catarsis”.
“‘Finalmente, puedo liberar esto’. También hay algo de miedo. ‘¿Qué pasa ahora que lo revelé? ¿Qué van a pensar de mí y cómo me sentiré ahora?'”, explicó. “Definitivamente existe la posibilidad de revivir una experiencia traumática o abrir heridas pasadas. Mucha gente que ha sido víctima de violencia sexual probablemente tiene un trastorno de estrés postraumático no tratado y puede permanecer latente durante un largo tiempo hasta que algo lo desencadena, incluso una revelación intencional”, agregó.
El riesgo de desencadenar una experiencia traumática se reduce a medida que aumentan las mujeres que hablan y se valida la experiencia. “Piensas menos que es mi culpa y que fui yo la que hice algo mal, dejas de culparte”, explicó Lucía Gilbert, de San José, California, profesora emérita de psicología en la Universidad de Santa Clara. “Significa que has sido validada. Ahora hay una validación en la cultura, y eso es enorme”.
Los expertos coinciden en que las redes sociales son el centro de este cambio.
“Conectan la historia de una persona a una historia mucho más amplia y simultáneamente crean un peso específico para tu historia. No soy solo yo. Mi voz es parte de este hoyo gigante”, dijo Amanda Lenhart, del grupo de expertos no partidista New America, que ha estudiado Internet y la vida estadounidense en el instituto de investigación Data & Society, y en el Pew Research Center.
Aunque se la conoce como una crítica de las redes sociales, la profesora de psicología Jean Twenge de la Universidad Estatal de San Diego, autora de un libro que explora los efectos perjudiciales de los teléfonos inteligentes en la juventud, dijo que la tendencia #MeToo ilustra los aspectos positivos de las redes sociales.
“Permite a las personas agruparse y compartir sus historias a la velocidad del rayo”, dijo. “El lugar de trabajo definitivamente eleva las apuestas para la persona que sufre el acoso sexual, y también aumenta el nivel de enojo porque estás hablando de la subsistencia de alguien. Estás hablando de una carrera o de alimentar a tus hijos. Parte de la conversación no es solo la estrella de Hollywood, sino el cajero del supermercado”.
Las mujeres pueden creer que ahora es un momento más seguro para revelar lo que no revelaron antes, dijo Gilbert.
“Están expresando su opinión, y el ambiente político se siente diferente”, dijo. La marcha mundial de mujeres del 21 de enero “fue enorme. Las mujeres pueden comprender mejor la importancia de luchar por sus derechos”.
Gilbert sugiere que el cambio es posible cuando el poder se traslada a más mujeres que están en la cima en ciertas industrias tradicionalmente dominadas por hombres, como el entretenimiento y los medios, la política, las ciencias y la tecnología.
“Es mucho más difícil cambiar el patrón de comportamiento y el sentido de derecho cuando no se cambia el eje del poder”, dijo Gilbert.
En su estudio de 1995, realizado con más de 2.600 empleados en una agencia gubernamental con más de 8,000 empleados y 37 oficinas en todo el país, Pryor descubrió que las normas de la oficina y la cultura del lugar de trabajo son factores subyacentes, que en realidad no han cambiado en las últimas décadas.
“Si miras esos lugares de trabajo, oficina por oficina, las mujeres son más propensas a decir que fueron acosadas sexualmente en las oficinas donde los hombres dijeron que era tolerado”, dijo Pryor.
La abogada de derecho familiar Cindi Graham, de 53 años, de Amarillo, Texas, sabe todo sobre cómo se puede tolerar ese comportamiento.
“Hay un abogado que dice cosas inapropiadas y todos se ríen y dicen él es así”, dijo. “Es ofensivo. Este hombre mirará descaradamente los pechos de las mujeres. No llegará tan lejos, pero echará un vistazo”.
Welch dijo que el comportamiento inapropiado y el acoso que experimentó variaron entre tener un supervisor que se exponía a ella en su oficina (lo que provocó que fuera transferida rápidamente y recibiera un recorte salarial) a ser acosada durante dos años por un hombre cuya oficina estaba ubicada en el camino a la suya.
“Tenía mucho poder, incluido poder sobre mi carrera”, dijo. “Encontré otra manera de entrar al edificio y él vino a mi oficina y me dijo: ‘Empiezo a sentir que me estás evitando'”.
“Cuando tenía 20 años, mi historia hubiera sido un evento aislado y me habrían culpado”, dijo Welch. “Lo que veo ahora es una causa realmente importante. Ahora la mayoría de la gente nos cree”.
La cobertura de KHN de los problemas de salud de las mujeres es apoyada en parte por The David and Lucile Packard Foundation.