En los últimos tres años, la neuróloga Glynnis Zieman ha tratado a cientos de víctimas de violencia doméstica en su clínica de Phoenix, Arizona. “Son los nuevos pacientes por lesiones cerebrales”, dijo.
Zieman comienza cada nueva consulta con una simple pregunta para la paciente: “¿Cuáles son los síntomas con los que crees que puedo ayudarte?”
Para la mayoría de sus pacientes, es la primera vez que alguien les pregunta cómo se lastimaron. “De hecho, una paciente me dijo que la única persona que le preguntó si alguien la había golpeado fue un paramédico, mientras la trasladaban en ambulancia”, contó Zieman. “Y su marido estaba al pie de su camilla”.
Muchas pacientes van a la clínica por síntomas físicos, como dolores de cabeza, agotamiento, mareos o problemas para dormir, pero la investigación de Zieman muestra que la ansiedad, la depresión y el TEPT (trastorno por estrés postraumático, PTSD en inglés) terminan siendo los problemas más graves.
Los estudios de lesiones cerebrales traumáticas (TBI, por sus siglas en inglés) han revelado vínculos con la demencia y la pérdida de memoria en veteranos y atletas. El TBI también se ha relacionado con trastorno de estrés postraumático (TEPT) en miembros de las fuerzas armadas en servicio o ya retirados.
Pero las sobrevivientes de violencia doméstica pueden estar sufriendo en silencio.
Alrededor del 70% de las personas atendidas en la sala de emergencias por estos abusos nunca son identificadas de esta manera. Es una crisis de salud cubierta por el secreto y la vergüenza, una crisis que Zieman está destapando con su trabajo en el Barrow Concussion and Brain Injury Center.
Zieman dirige lo que ella califica como el primer programa dedicado a tratar lesiones cerebrales traumáticas en sobrevivientes de violencia doméstica.
“Alrededor del 81% de nuestros pacientes recibieron tantos golpes en la cabeza que perdieron la cuenta, lo cual es astronómico comparado con los golpes que reciben los atletas”, expresó Zieman y agregó que no es solo el gran número de lesiones lo que hace que los casos de estos pacientes sean tan complejos.
“Una sola conmoción cerebral sufrida por un atleta ya es muy difícil de tratar, pero estos pacientes son distintos”, dijo. “A diferencia de los atletas, no tienen la suerte, por decirlo de una manera, de recuperarse después de una lesión y antes de volver a lesionarse”.
Se estima que la violencia doméstica afecta a más de 10 millones de personas cada año. Las lesiones de cabeza y cuello son algunos de los problemas más comunes, y Zieman está sacando a la luz la frecuencia con que aparece la lesión cerebral traumática.
Pero al no reconocerse la gravedad de los problemas relacionados con el abuso se ha dejado a muchas sobrevivientes sin un diagnóstico definitivo. Y a muchas se les hace responsables de su deterioro cognitivo. “Se les ha etiquetado por tanto tiempo con todas estas cosas horribles; pero no es su culpa”, enfatizó Zieman. “Hay una verdadera razón médica detrás de estos problemas y hay algunas cosas que se pueden hacer”.
Los datos sobre la violencia doméstica y la lesión cerebral traumática son escasos porque muchos casos no se denuncian, pero Zieman afirmó que los resultados iniciales de la investigación de su equipo indican que el problema es más frecuente de lo que se pensaba.
Una revisión de 2016 de los archivos médicos de pacientes en el programa, casi todas mujeres, indicó que solo una quinta parte había ido al médico. El 88% había sufrido más de una lesión en la cabeza.
Zieman trabaja con refugios locales de violencia doméstica para identificar a mujeres que pueden estar sufriendo lesiones cerebrales. Los trabajadores sociales de los refugios las envían a la clínica de Zieman, en donde sus síntomas físicos, como dolores de cabeza o mareos, se pueden tratar al mismo tiempo que los efectos cognitivos y emocionales del abuso. Gracias a subvenciones y donaciones privadas, la atención es gratuita, independientemente de si las personas tienen seguro médico, dijo Zieman.
Ashley Bridwell, trabajadora social en Barrow, ayuda a las sobrevivientes a sobrellevar la vida con una lesión cerebral. “Les resulta casi imposible realizar tareas simples, como llenar una solicitud o recordar una cita, o poder contar su historial médico, o social, es casi imposible teniendo en cuenta lo que están experimentando”, dijo.
Bridwell ayudó a iniciar el programa hace seis años después de trabajar con la comunidad sin hogar y darse cuenta que muchos clientes tenían lesiones cerebrales traumáticas debido a la violencia doméstica. Contó que los pacientes a menudo tienen una larga historia de abuso emocional y físico. Y muchos sufren deterioro cognitivo por sufrir de lesiones cerebrales traumáticas leves a repetición.
A veces los pacientes llegan a la clínica con una enorme cantidad de síntomas aparentemente inexplicables. Bridwell dijo que recuerda a una mujer que perdió su trabajo porque se olvidaba de las cosas. La mujer pensó que tenía Alzheimer.
“Acercarse a nosotros para obtener información sobre lesiones en la cabeza, y sobre cómo múltiples golpes pueden afectar tu memoria, tu atención, tu concentración, tu velocidad de procesamiento, resultó ser algo de incalculable valor para ella”, expresó Bridwell.
El diagnóstico le dio una nueva forma de hablar y de entender su sufrimiento más íntimo. “Se dan cuenta que no es su culpa”, dijo Bridwell.
Y Zieman señaló que el TEPT y el trauma afectan profundamente a esta población.
“La importancia de los síntomas del estado de ánimo en esta población supera con creces lo que vemos en nuestros otros pacientes”, dijo.
Zieman apuntó que la ciencia médica aún se encuentra en las primeras etapas para comprender los efectos de las lesiones cerebrales repetitivas y cómo tratarlas mejor. El trauma de la violencia doméstica solo complica el panorama, pero los sobrevivientes que ella trata son sus pacientes favoritos.
“Siento que podemos hacer la mayor diferencia para estos pacientes”, dijo.
Esta historia es parte de una asociación que incluye a KJZZ, NPR y Kaiser Health News.
La cobertura de KHN sobre los problemas de salud de las mujeres es apoyada en parte por The David and Lucile Packard Foundation.