Cuando los hospitales de todo el país luchan contra la nueva ola de la pandemia, no son camas ni ventiladores lo que escasean. Son las personas que cuidan de los enfermos.
Pero existe mano de obra altamente calificada de médicos, enfermeras y otros trabajadores de salud, con formación en el extranjero, que no se aprovecha debido a las dificultades para la obtención de licencias y credenciales.
Según el Migrant Policy Institute de Washington D.C., unos 165,000 inmigrantes formados en el extranjero, que ya están en los Estados Unidos, tienen títulos en campos relacionados con la salud, pero están desempleados o subempleados en medio de la crisis.
Muchos de estos trabajadores cuentan con una enorme experiencia en epidemias, como el SARS, el Ébola o el VIH, en otros países, pero deben permanecer al margen de la pandemia de covid.
La pandemia pone de manifiesto las barreras para la concesión de licencias que ya existían, pero muchos creen que puede servir de llamada de atención para que las legislaturas estatales aborden la cuestión para esta crisis y las que vengan.
Ya hay cinco estados —Colorado, Massachusetts, Nevada, Nueva Jersey y Nueva York— que han adaptado sus normativas de concesión de licencias para permitir que los profesionales de salud, con formación internacional, presten sus servicios durante la crisis de personal provocada por la pandemia.
“Hay taxistas, dependientes, personas que pasean a tu perro, que también son médicos y enfermeros en sus países de origen, y no pueden integrarse en el sistema tal y como está establecido”, dijo Jina Krause-Vilmar, CEO de Upwardly Global, una organización sin fines de lucro que ayuda a los profesionales inmigrantes a incorporarse al mercado laboral.
Médicos como Sussy Obando, inmigrante colombiana de 29 años, tuvo que sortear todo tipo de trabas para que Estados Unidos le reconociera su título. En 2013, se graduó de seis años de la escuela de medicina en Colombia, y pasó un año tratando a pacientes en comunidades desatendidas. Pero cuando Obando llegó a los Estados Unidos, sus credenciales y experiencia no fueron suficientes.
Aunque las normativas para la obtención de estas certificaciones difieren de un estado a otro, los médicos formados en el extranjero suelen tener que aprobar un examen de licencia médica que cuesta más de $3,500 y, a continuación, completar al menos un año de formación en el puesto de trabajo, lo que en Estados Unidos se conoce como residencia.
Para muchos, incluida Obando, eso significa aprender inglés y la terminología médica pertinente. También se necesita experiencia clínica en los Estados Unidos para poder optar a una residencia, algo que los médicos formados aquí consiguen mediante rotaciones durante la carrera de medicina.
“Si no conoces a nadie en este campo, tienes que ir de puerta en puerta para encontrar a alguien que te dé la oportunidad de hacer rotaciones clínicas”, explicó Obando.
Envió correos electrónicos a los médicos hispanos que encontró en internet para ver si podía hacer una rotación clínica con uno de ellos. Acabó pagando para hacer una rotación de psiquiatría en la Facultad de Medicina McGovern de la Universidad de Texas, en Houston.
“Intenté dedicarme a la medicina interna”, contó Obando. “Pero como la psiquiatría era menos costosa, tuve que optar por eso”.
También trabajó durante casi un año como voluntaria en el Centro Oncológico MD Anderson de Texas, y ahora colabora en los ensayos clínicos de las vacunas contra covid en el Centro de Desarrollo de Medicamentos de Texas.
Ha solicitado una residencia a través de un programa nacional que pone en contacto a los graduados de las facultades de medicina con las plazas de residencia. Pero es difícil conseguir una plaza para los médicos formados en el extranjero, porque muchas están destinadas a graduados de las facultades de medicina estadounidenses. Y muchos programas de residencia sólo están abiertos a los recién licenciados, no a los médicos que llevan años ejerciendo en sus países de origen.
“Es competitivo para la gente que se ha formado en Estados Unidos acceder a un programa de residencia”, señaló Jacki Esposito de World Education Services, una organización sin fines de lucro que ayuda a los inmigrantes a encontrar trabajo. “Si te has formado fuera de Estados Unidos, es aún más difícil”.
Por eso, estados como Colorado han suavizado el requisito de residencia durante la emergencia declarada por covid.
Gracias a una orden ejecutiva del gobernador demócrata, Jared Polis, en abril, los funcionarios estatales crearon un programa de licencias temporales, permitiendo a los médicos comenzar a ejercer bajo supervisión durante seis meses, y luego lo extendieron hasta junio de 2021.
Los funcionarios crearon una vía similar hacia la licencia temporal para los graduados de escuelas de medicina internacionales que carecían del año mínimo de formación en residencia.
Colorado también creó licencias temporales para enfermeras formadas en el extranjero, auxiliares de enfermería certificados, asistentes médicos y muchos otros profesionales de salud. Todas estas licencias requieren la supervisión de un profesional autorizado y sólo son válidas mientras siga vigente la declaración de emergencia de salud pública del gobernador.
El estado relajó también las reglas para esos trabajadores de la salud, permitiéndoles realizar cualquier tarea que les asignen sus supervisores.
“Así que, si eres un terapeuta ocupacional, puedes administrar vacunas siempre que te lo asignen y estén seguros de que tienes la capacidad y el conocimiento”, indicó Karen McGovern, subdirectora de asuntos legales de la división de profesiones y ocupaciones del Departamento de Agencias Reguladoras de Colorado. “Durante la pandemia, un profesional puede ir más allá de su especialidad para ayudar en lo que pueda ser útil”.
Hasta mediados de diciembre, el estado había recibido 36 solicitudes de médicos formados en el extranjero que querían obtener licencias temporales, aunque sólo un solicitante ha cumplido todos los criterios hasta ahora.
Nueva Jersey, por su parte, recibió más de 1,100 solicitudes de licencias médicas temporales el año pasado. (Michigan también emitió una orden ejecutiva que permitía las licencias temporales, pero posteriormente fue anulada).
Muchos de los profesionales médicos que se han quedado al margen tienen habilidades y experiencia únicas que serían inestimables durante la pandemia. Victor Ladele, de 44 años, terminó la carrera de medicina en Nigeria y trató a pacientes durante una sequía en Níger en 2005, en medio del genocidio de Darfur en Sudán Occidental en 2007 y tras una guerra civil en Liberia en 2010.
Su familia se trasladó a Estados Unidos unos años después, pero Ladele fue reclutado para ayudar en el brote de ébola en África Occidental en 2014. Lo que pensó que sería una estancia de tres meses se convirtió en una misión de dos años.
Ahora, de vuelta en Edmond, Oklahoma, trabajando en un programa de la ONU que ayuda a nuevas empresas, Ladele ha descubierto que los retos de esta pandemia son parecidos a muchas de sus experiencias del pasado.
Ha visto cómo un programa de localización de contactos de ébola indicaba a las personas con tos o fiebre que llamaran a una línea de atención telefónica, y de ahí se los enviaba a un centro de salud.
Pero tan pronto como se puso en marcha la iniciativa, empezaron a correr rumores en las redes sociales de que los médicos europeos de los centros traficaban con órganos. Hicieron falta meses de contacto con los líderes tribales y religiosos de África Occidental para restablecer la confianza en el sistema.
También fue testigo de cómo se difundía información falsa sobre covid y las mascarillas durante la pandemia.
“Si en Oklahoma, los funcionarios de salud pública hubieran hecho una labor de divulgación entre los pastores de las iglesias y hubieran obtenido su apoyo para el uso de mascarillas, habría más gente usándolas”, aseguró Ladele.
Lo ideal para Ladele sería dedicar la mitad de su tiempo a atender pacientes, pero el proceso de concesión de licencias sigue siendo un reto.
“No es insuperable”, dijo. “Pero cuando pienso en todos los obstáculos para obtener la credencial aquí, no estoy seguro de que merezca la pena el esfuerzo”.
Upwardly Global, una organización sin fines de lucro con sede en Nueva York ha ayudado a profesionales de salud a navegar el sistema de solicitud y obtención de credenciales. Muchos profesionales formados en el extranjero nunca han tenido que redactar currículos o hacer entrevistas de trabajo.
Aunque la pandemia ha facilitado la entrada en unos pocos estados de forma temporal, Krause-Vilmar cree que podría ser un modelo para abordar la escasez de personal en zonas desatendidas de todo el país.
Hasta septiembre de 2020, la Administración Federal de Recursos y Servicios de Salud ha designado más de 7,300 zonas con escasez de personal donde se necesitan 15,000 profesionales de salud adicionales.
“Llevamos mucho tiempo con una crisis de acceso a la salud, especialmente en las zonas rurales del país”, señaló. “¿Por qué no empezamos a pensar en un futuro con más licencias permanentes para esta gente que nos está ayudando a recuperarnos y a reconstruir?”.