A medida que el nuevo coronavirus se expandía en todo el mundo, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos distribuyeron a principios de febrero 200 kits de pruebas que habían producido, a más de 100 laboratorios de salud pública administrados por estados y condados en todo el país.
Cada kit contenía material para analizar muestras de entre 300 y 400 pacientes. Y los laboratorios, ya sea que atendieran a la población de la ciudad de Nueva York o a pequeños pueblos de zonas rurales, aparentemente recibieron la misma cantidad de kits.
Los kits se distribuyeron casi por igual en localidades de los 50 estados. Esa decisión presagiaba semanas de caos en la disponibilidad de las pruebas para COVID-19: los envíos parecían extrañamente fuera de sincronía con los lugares en donde realmente se necesitaban.
Una mujer en Dakota del Sur con síntomas leves y sin fiebre se hizo la prueba. Mientras, políticos en lugares como Nueva York, Boston, Seattle y el área de la Bahía de San Francisco, todos en medio de graves brotes, no pudieron obtener suficientes pruebas para evaluar a los pacientes enfermos y, por ende, para tener la información que necesitaban para proteger al público en general.
Las pruebas rápidas son cruciales en las primeras etapas de un brote. Permiten que los trabajadores de salud identifiquen casos, y se centren en aislar y tratar a las personas infectadas.
Sin embargo, funcionarios de salud de la Ciudad de Nueva York y estados como Nueva York, Washington, Pennsylvania y Georgia confirmaron a Kaiser Health News que inicialmente recibieron solo un kit de prueba, sin saber si tendrían la oportunidad de contener los brotes que pudieran surgir.
Además, pronto descubrirían que las pruebas que habían recibido eran defectuosas, carecían de componentes críticos y arrojaban resultados defectuosos.
Durante esas primeras semanas, el virus explotó, infectando a miles de personas y dando lugar a medidas de distanciamiento social y de aislamiento en casas a nivel nacional. Autoridades de salud pública apenas están comenzando a lidiar con las consecuencias de esa crisis temprana de pruebas, que probablemente atormentará al país en los próximos meses.
Demasiado poco y demasiado tarde
El primer envío al estado de Washington llegó más de dos semanas después que los funcionarios anunciaran el primer caso de coronavirus en el país, en un momento en que brotes mortales de la enfermedad estaban surgiendo en lugares como Life Care Center, en Kirkland. En unas semanas, tres docenas de personas infectadas con COVID-19 morirían en el hogar de adultos mayores, en los suburbios de Seattle.
La propagación de COVID-19 no tardaría en abrumar al estado, que hasta el lunes 23 de marzo tenía más de 1,300 casos.
La administración Trump en los últimos días ha intentado acelerar las pruebas para detectar el virus después que los primeros pasos en falso obstaculizaran la respuesta del gobierno para contener la propagación, y funcionarios han tenido que responder a un aluvión de críticas de expertos en salud pública, funcionarios estatales y miembros del Congreso.
Funcionarios federales han facilitado el proceso para que los laboratorios universitarios y comerciales realicen sus propias pruebas, y están aumentando su capacidad. A partir del 16 de marzo, laboratorios públicos y privados en el país ya tenían la capacidad de evaluar a más de 36,000 personas por día, de acuerdo con estimaciones compiladas por el American Enterprise Institute, un grupo de expertos de tendencia conservadora en Washington, DC, una cifra que se espera que rápidamente aumente en las próximas semanas.
Sin embargo, esa cifra puede variar considerablemente según el estado y no indica cuántas pruebas se administran realmente a los pacientes.
La ampliación de las pruebas tiene lugar después de semanas de vacilaciones y cientos, si no miles, de personas no diagnosticadas que han propagado el virus.
“Ahora estamos comenzando a ver que se han extendido de manera prioritaria. Les pedimos que priorizaran las regiones más afectadas ”, dijo el miércoles 18 de marzo Deborah Birx, coordinadora de equipo de respuesta al coronavirus de la Casa Blanca, sobre las pruebas de los laboratorios privados, sin dar más detalles.
La ampliación de las pruebas tendrá lugar después de semanas de vacilaciones y cientos, si no miles, de personas no diagnosticadas que propagan el virus.
Por ejemplo, el 8 de febrero, el departamento de salud del estado de Nueva York recibió un kit de prueba de los CDC defectuoso para 800 muestras de pacientes, una cantidad que es consistente con otros estados, según un vocero. Más tarde comenzó a evaluar a los pacientes con una prueba que los funcionarios estatales desarrollaron con base en el protocolo de los CDC y lograron aumentar los tests significativamente: hasta el viernes 20 de marzo, más de 7,200 personas habían dado positivo en todo el estado.
En la ciudad de Nueva York, el primer lote se obtuvo el 7 de febrero.
“Los otros laboratorios de salud pública estatales y locales obtuvieron kits de prueba a medida que estuvieron disponibles”, dijo Eric Blank, director de programas de la Asociación de Laboratorios de Salud Pública.
Los lugares sin brotes, en el centro del país, tuvieron el lujo de tener tiempo para planificar. Por ejemplo, funcionarios de Missouri han tenido alrededor de 800 pruebas para trabajar, lo que llevó a solo 395 tests realizados hasta ahora en la región por laboratorios de salud pública, 26 de los cuales dieron positivo. Cuando se contabilizaron las pruebas de laboratorio privadas, desde el viernes 20 hubo 47 casos confirmados.
Sin embargo, proveedores de atención médica y personal de salud pública del estado se beneficiaron del hecho de que hay menos viajes internacionales a la región, según el doctor Steven Lawrence, experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Washington en St. Louis.
“Esto es muy similar a 1918 con la pandemia de influenza: St. Louis tuvo más tiempo para prepararse y pudo implementar medidas para aplanar la curva comparado con, por ejemplo, Philadelphia”, dijo Lawrence. “Seattle no tuvo la oportunidad de prepararse con tanta anticipación”.
Mientras que los laboratorios comerciales están listos, las restricciones estrictas están limitando las capacidades de hacer las pruebas, dijo Lawrence.
“El estado ha tenido sus manos atadas”, agregó.
Esperando y preguntándose
Debido a un retraso generalizado en las pruebas, aún es un misterio para miles de personas si han estado en contacto con alguien infectado.
“Los CDC distribuirán pruebas en función de dónde pueden hacer el mayor bien. Pero sin pruebas en hospitales y sin pruebas comerciales, no será posible satisfacer la necesidad “, dijo Tom Frieden, quien dirigió los CDC durante la administración Obama y es ex comisionado del Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York.
En California, a la maestra de escuela pública Claire Dugan, cuyo estado fue uno de los más afectados en la ola inicial de casos de coronavirus en el país, le dijeron que no calificaba para las pruebas porque no había viajado a ningún país con un brote del virus o no había estado en contacto con una persona infectada.
Dugan, quien vive en el área de la Bahía de San Francisco y ya es médicamente frágil después que una bala perdida casi la matara mientras conducía hace cuatro años, le pidió una prueba a su médico después de tener una temperatura de 100.7 grados a principios de este mes.
“Hay muchas razones por las que esto está tan mal”, dijo Dugan, quien depende de un tubo de alimentación y dijo que buscó una prueba no solo para protegerse a sí misma sino a sus estudiantes. “En este momento, la comunidad se está extendiendo, por lo que es un poco tonto que sigamos insistiendo en [los primeros criterios para las pruebas]. ¿Cómo puedo saber?”
Desde la distribución inicial de los CDC, los estados han estado reordenando más pruebas a través del International Reagent Resource, una herramienta de larga data en la que han confiado los laboratorios de salud pública. También han revisado los protocolos de prueba para usar solo una muestra por persona, lo que aumenta la cantidad de personas examinadas.
Sin embargo, los problemas aún abundan no solo con las pruebas sino con otros materiales necesarios para poder detectar el virus. El gobernador de California Gavin Newsom dijo el 12 de marzo que los laboratorios de salud pública del condado no pueden usar los 8,000 kits de prueba que tiene el estado porque les faltan componentes clave.
En Pennsylvania, funcionarios estatales no pudieron comenzar las pruebas hasta el 2 de marzo debido a problemas con el kit inicial de los CDC, según Nate Wardle, vocero del departamento de salud.
“Todavía tenemos pocos kits de extracción”, dijo Mandy Cohen, secretaria de Salud y Servicios Humanos en Carolina del Norte, en una entrevista a mediados de marzo. Funcionarios a principios de este mes pudieron evaluar solo a 300 pacientes debido a la escasez en los materiales de extracción necesarios para detectar el virus.
En Dakota del Norte, Loralyn Hegland escribió el 10 de marzo al consultorio de su médico poniendo en el asunto del correo: “tos seca”, preguntándole si debería hacerse la prueba después de enterarse que ese era un síntoma de COVID-19. La recomendación que recibió se hace eco de la de innumerables personas en el país. Le dijeron que su riesgo de exposición era muy bajo porque no había viajado fuera de los Estados Unidos y no había estado en contacto con una persona que hubiera sido diagnosticada “definitivamente” con el virus.
Hegland, quien vive en Fargo, no tenía fiebre, pero decidió, de todos modos, autoaislarse, por precaución.
¿Debería haber presionado para hacerse una prueba?
“¿Cuál es el punto?”, dijo. “No puedes saber lo que no sabes. Es así de simple. ¿De qué otra manera se lo explicas a la gente cuando no te hacen la prueba?”
La corresponsal de KHN en St. Louis, Lauren Weber, colaboró con este artículo.