¿Existe una guía que explique las cosas que pasan con el cuerpo y la mente a medida que se envejece? ¿Algo que indique como adaptarse a los cambios, las diferencias?
Crear esta hoja de ruta no es fácil. El envejecimiento altera a las personas por décadas, un largo período influenciado por circunstancias sociales y económicas, conductas, el lugar en donde se vive, y otros factores. E impacta en la fisiología, pero no de manera uniforme para todos.
“Ocurren cambios predecibles, pero no necesariamente al mismo tiempo y en la misma secuencia”, dijo Rosanne Leipzig, vice presidenta de educación del Departamento de Geriatría y Medicina Paliativa Brookdale de la Facultad de Medicina Icahn de Mount Sinai, en Nueva York. “No hay grupo más heterogéneo que el de las personas mayores”, afirmó Leipzig.
Leipzig, de 72 años, trabaja a tiempo completo enseñando a residentes y becarios médicos y atendiendo pacientes y es autora de “Honest Aging: An Insider’s Guide to the Second Half of Life”, un completo análisis sobre qué esperar en la vejez.
Los objetivos del libro fueron “superar todos los aspectos negativos que existen sobre el envejecimiento” y “ayudar a las personas a comprender que hay muchas cosas que puedes hacer para adaptarte a la nueva normalidad a medida que envejeces, y tener una vida placentera, comprometida y significativa”.
Leipzig se refiere a los extraordinarios avances en la esperanza de vida. Gracias a estos logros médicos, los mayores de 60 años viven mucho más que las personas de principios del siglo XX. Hay más vida, pero no hay una comprensión cabal de lo que ocurre en esta etapa.
Hace unos meses, un estudiante de medicina le preguntó a Leipzig si las referencias a la edad deberían excluirse del historial médico escrito de un paciente, ya que se han eliminado las referencias a la raza. “Le dije que no; en medicina, la edad siempre es relevante”, dijo Leipzig. “Te da una idea de dónde se encuentran las personas en su vida, lo que han vivido y los trastornos que podrían tener, que son diferentes a los de los más jóvenes”.
¿Qué preguntas suelen hacer los adultos mayores con más frecuencia? Leipzig recitó una lista: ¿Qué puedo hacer con esta barriga? ¿Cómo puedo mejorar mi sueño? Tengo problemas para recordar nombres; ¿Es esto demencia? ¿Realmente necesito esa colonoscopía o mamografía? ¿Qué debo hacer para volver a estar en forma? ¿Realmente necesito dejar de conducir?
Detrás de esto se encuentra una mala comprensión de lo que es normal en la vejez y de las alteraciones físicas y mentales que trae consigo el envejecimiento.
Los siguientes son algunos de los problemas relacionados con la edad que destaca en su libro:
Los adultos mayores suelen presentar diferentes síntomas cuando enferman. Por ejemplo, una persona mayor que sufre un ataque cardíaco puede tener dificultad para respirar o sentirse confundida, en lugar de decir que siente dolor en el pecho. Una persona mayor con neumonía puede caerse o tener poco apetito en lugar de fiebre y tos.
Los adultos mayores reaccionan de manera diferente a los medicamentos. Debido a los cambios en la composición corporal y en la función hepática, renal e intestinal, son más sensibles a los medicamentos que las personas más jóvenes y, a menudo, necesitan dosis más bajas. Esto incluye medicamentos que alguien pudo haber tomado durante años. También se aplica al alcohol.
Los adultos mayores tienen reservas de energía reducidas. A medida que avanza la edad, los corazones se vuelven menos eficientes, los pulmones transfieren menos oxígeno a la sangre, se necesita más proteína para la síntesis muscular, y la masa y la fuerza muscular disminuyen. El resultado: las personas mayores generan menos energía incluso cuando necesitan más energía para realizar las tareas cotidianas.
El hambre y la sed disminuyen. Los sentidos del gusto y el olfato de las personas disminuyen, lo que reduce el atractivo de los alimentos. La pérdida de apetito se vuelve más común y las personas mayores tienden a sentirse llenas después de comer menos alimentos. El riesgo de deshidratación aumenta.
La cognición se ralentiza. Los adultos mayores procesan la información más lentamente y tardan más en decodificar nueva información. Las tareas múltiples se vuelven más difíciles y los tiempos de reacción, más lentos. Son típicos los problemas para encontrar palabras, especialmente sustantivos. Los cambios cognitivos relacionados con los medicamentos y las enfermedades son más frecuentes.
El sistema musculoesquelético es menos flexible. La columna se acorta a medida que los discos que separan las vértebras se vuelven más duros y comprimidos; los adultos mayores suelen perder de 1 a 3 pulgadas de altura cuando esto sucede. El equilibrio se ve comprometido. Los músculos de las piernas y las caderas se debilitan y la amplitud de movimiento de las articulaciones se contrae. Los tendones y ligamentos no son tan fuertes, y las caídas y fracturas son más frecuentes a medida que los huesos se vuelven más frágiles.
Cambios en la vista y el oído. Los adultos mayores necesitan mucha más luz para leer que los más jóvenes. Les resulta más difícil ver los contornos de los objetos o distinguir entre colores similares a medida que disminuye la percepción del color y el contraste. Con cambios en la córnea, el cristalino y el líquido dentro del ojo, se necesita más tiempo para adaptarse a la luz del sol y a la oscuridad.
El sueño se fragmenta. Los adultos mayores tardan más en conciliar el sueño, tienen el sueño más ligero y se despiertan más durante la noche.
Además de los consejos sobre comer bien y hacer ejercicio, Leipzig recomienda hablar mucho con el médico, sobre los medicamentos que se consumen, si hay que tomarlos de por vida o no, si logran controlar la afección. Y empezar a hacer las cosas en la vida cotidiana y el trabajo al propio ritmo.
“Nunca digas nunca”, enfatiza Leipzig. “Casi siempre hay algo que se puede hacer para mejorar tu situación a medida que envejeces, si estás dispuesto a hacerlo”.