Una cosa es tener una lista de metas por cumplir a cualquier edad. Otra completamente distinta es alcanzar el objetivo de ir a la universidad por primera vez en la vida a los 92, o pilotear una avioneta a los 97.
Estos son los logros de Cecile Tegler, de 92 años, y Mildred “Milly” Reeves, de 97. Y no son los últimos.
“Nunca pensé en tener una lista de sueños por cumplir”, dijo Reeves, quien vive en Mount View Assisted Living, en Lockport, New York. Reeves se familiarizó con la ingeniería de aeroplanos en sus años 20, cuando era inspectora de pequeñas piezas para Bell Aircraft, durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando la guerra terminó, la mujer se casó y tuvo siete hijas, por lo que la idea de pilotear un avión se convirtió en algo cada vez más lejano.
Tegler, su amiga y compañera residente en Mount View, tampoco había creado una verdadera lista de metas pendientes. Sin embargo, sí tuvo el impulso de ir a la universidad, ya que sus padres -que tenían que apoyar a sus propios padres- no tuvieron dinero para pagarle los estudios universitarios. Las dos hijas de Tegler se graduaron de la universidad, pero ella nunca imaginó que también podría estudiar.
El año pasado, debido a los inusuales esfuerzos del personal de la comunidad de vida asistida en donde viven, Tegler asistió a un colegio comunitario, donde finalmente aprendió a usar una computadora. Por su parte Reeves tomó el control de una avioneta, y la manejó sola durante unos 15 minutos. Estuvieran o no en una lista de metas a cumplir, esos logros impulsaron a estas dos mujeres a proponerse nuevos objetivos de vida.
De hecho, tiene lógica que estas listas -metas de vida específicas que las personas se proponen alcanzar antes de morir- sean más populares a medida que los estadounidenses viven más tiempo, con más tiempo libre en sus manos.
Tales metas no tienen que ser acerca de pilotear avionetas o anotarse en la universidad a los 90. A veces, las listas que se centran en ayudar a otros pueden ser las más eficaces. Esa fue la trama de la película de 2007 “The Bucket List”, protagonizada por Jack Nicholson, quien personificó a un multimillonario excéntrico que termina compartiendo una habitación de hospital con un mecánico interpretado por Morgan Freeman. Ambos hombres sufren enfermedades terminales, pero optan por completar sus metas de vida juntos, sólo para descubrir que su nueva amistad encabeza la lista.
“Las mejores listas de metas no suelen ser sobre paracaidismo o escalar la Gran Muralla de China”, explicó Marc Agronin, psiquiatra experto en geriatría quien es vicepresidente de salud mental e investigación clínica en el Miami Jewish Health Systems. “Nuestras listas de objetivos deben estar alineadas con nuestros valores fundamentales”. Agronin sugiere que la gente simplemente mire a su alrededor y vea las riquezas que tienen y el potencial de aventura en sus propias comunidades.
Reeves, cuyo nieto la acompañó entusiasmado en su vuelo inaugural para capturar el momento en video, obtuvo algo de eso. La mujer dijo que para ella fue tan placentero que su nieto la acompañara en el vuelo como el momento en el que tomó los controles del aeroplano. Reeves se enorgullece de sus siete hijas, 12 nietos y 14 bisnietos.
Mientras tanto, Tegler, que asistió a la clase de computación tres veces por semana en Niagara County Community College, en Niagara Falls, Nueva York, aprendió a usar Microsoft Word y Excel. Tegler fue una de las primeras en Mount View en inscribirse en la universidad y desde entonces ha inspirado a otros a seguir sus pasos. Entre los que ahora consideran un regreso a la universidad está su amiga Reeves.
“He ayudado a muchas personas en mi vida”, contó Tegler, quien no expresó ningún temor o vacilación al asistir a la universidad con un grupo de veinteañeros. Muchos estudiantes de la clase la ayudaron a aprender a usar la computadora. Cuando Tegler era más joven, dijo, a menudo se ofrecía como voluntaria en los hogares para veteranos porque su marido, padre y hermanos, todos, sirvieron en el ejército.
David Tosetto, dueño de Mount View y de Cobb’s Hill Manor, en Rochester, Nueva York, ayuda tranquilamente a Reeves, Tegler y a otros 266 residentes de los dos hogares de vida asistida a cumplir sus objetivos. “La meta es darles algo para soñar”.
Tosetto considera que los residentes felices son residentes por más largo tiempo y también implica empleados más felices. Por lo tanto, no les cobra un centavo extra por las salidas vinculadas a estas metas. Además de la escuela de vuelo y las oportunidades de la universidad, también está organizando una clase de buceo en una piscina local, y una aventura de kayak este verano.
“El objetivo final es conseguir que se involucren más en la sociedad y en la creencia de que todavía pueden hacer cosas”, agregó Tosetto, quien pone en marcha los programas publicando grandes “listas de metas” en los pasillos y salas de las dos instalaciones, anunciando las distintas oportunidades y animando a los residentes a inscribirse.
Tosetto no patrocinará algunas actividades, como el paracaidismo. “Simplemente no sé cómo pueden aterrizar de manera segura”, explicó. “Por supuesto, si eligen hacerlo por su cuenta, eso depende de ellos”.
Al final, dijo Agronin, autor del libro “How We Age: A Doctor’s Journey Into the Heart of Growing Old” (Cómo envejecemos: el viaje de un médico hacia el corazón del envejecimiento), su legado no es acerca de cuántos aviones pilotearon o cuántos países visitó. “Cuando el viaje de su vida termine, usted todavía tiene el resto de su vida para vivir”, dijo. Su auténtico legado es acerca de las personas en las que impacta a lo largo del camino. “Las relaciones que creas y lo que enseñas a tus hijos es cómo construyes tu legado”, dijo.
A los 97, Reeves sigue construyendo el suyo.
Cuando se le preguntó por el que ella considera un logro de vida del que esté orgullosa, no fue pilotear la avioneta en absoluto. “Todavía soy una Girl Scout”, se jactó, señalando que ganó el Premio de Oro, el mayor honor de una exploradora.
La cobertura de KHN relacionada con el envejecimiento y la mejora del cuidado de adultos mayores es apoyada por la John A. Hartford Foundation.