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A los 80 y 91, estas dos mujeres desafían a la palabra envejecer

Harlene Goodrich (izq.) y Dorothy Kelly son ejemplo de cómo envejecer bien. Arriba, Goodrich se detiene en Vernal Fall, en el Parque Nacional Yosemite, durante una caminata en 2016 para esparcir las cenizas de su difunto esposo. (Cortesía de Harlene Goodrich) Kelly es una farmacéutica jubilada que dona los honorarios que recibe por dar conferencias sobre figuras históricas para ayudar a la protección de una iglesia del siglo XVIII cerca de su casa. (Tim Betler/UPMC).

Si se puede envejecer con clase, entonces Harlene Goodrich, de 80 años, y Dorothy Kelly, de 91, deberían ser consideradas las estrellas del rock del envejecimiento.

Estas dos mujeres, que no se conocen, cada una vive en un extremo del país y difieren en sus ideas políticas, están de acuerdo, sin embargo, en los principios básicos sobre cómo envejecer bien:

  • Formar y reformar círculos de apoyo con amigos.
  • Participar activamente en grupos políticos y no políticos.
  • Encontrar maneras de expresar la creatividad.
  • Mantenerse físicamente activas.
  • Mantenerse emocionalmente activas de manera que se inspire a la mente y se nutra al espíritu.

En una época en la que la expectativa de vida de las mujeres sobrepasa los 90 años y cada vez más hombres pasan de los 80, el arte del envejecimiento requiere trabajo, pensamiento, planificación y también una buena dosis de espontaneidad.

Aprender este arte es crucial, ya que muchos estadounidenses gozan hoy de la posibilidad de vivir más allá de los 80, dijo Mark Williams, doctor del Centro Médico Regional de New Hanover en Wilmington, Carolina del Norte, y autor de “El arte y la ciencia del envejecimiento: una guía médica para un cuerpo, mente y espíritu saludables”.

“Creo que no le damos el respeto que se le debe al hecho de envejecer bien, hasta que nos llega a cada uno de nosotros”, dijo Anne Newman, de 62 años, profesora y presidenta de epidemiología en la Escuela de Graduados de Salud Pública de la Universidad de Pittsburgh. “Es un equilibrio entre la rebelión y la aceptación que requiere de mucha gracia y coraje”.

Y humor. Quizás, más que nada humor.

Goodrich, una ex maestra de escuela, quien vive en Seal Beach, California, todavía se reúne regularmente con sus amigos que se retiraron de la enseñanza. Durante una de las últimas reuniones con el grupo, Goodrich, quien se sometió a una complicada cirugía de espalda y tuvo una operación de rodilla en la última década, escuchó a varias mujeres de entre 65 y 83 años quejándose de dolores y más dolores. Ella detuvo la charla y propuso darle a cada mujer cinco minutos para que se queje de sus dolores ante el grupo. La idea provocó la risa de todas, recordó Goodrich.

“El humor es muy importante cuando llegas a un punto en tu vida en el que cada semana tienes al menos una cita con el doctor”, dijo.

Tal vez la clave para su longevidad es su capacidad para reírse de las cosas sobre las que todo el mundo se estresa. “Cuando apago la luz por la noche, apago el mundo”.

No importa que las dos mujeres sean polos opuestos políticamente.

Goodrich voló desde su antigua casa de California a pocas cuadras de la playa para unirse a la marcha de mujeres que tuvo lugar en Washington, DC, el año pasado. Kelly, una farmacéutica jubilada que vive en el área de Pittsburgh y tiene 78 años, fue la primera mujer republicana elegida para el consejo municipal en su distrito de mayoría demócrata. Luego fue reelegida a los 81 años. Y hoy todavía ayuda con el registro de votantes.

Según las dos mujeres no importa a qué partido político se apoye, lo más importante es que a uno le importen las cosas lo suficiente como para involucrarse. También dicen que la clave para envejecer bien es comenzar el proceso con espíritu positivo cuando aún se es joven, manteniéndote comprometido con las personas y con actividades estimulantes.

Kelly tiene 91 años y es bien conocida por su cocina y por las fiestas que organiza. Hace poco recibió a 20 personas y preparó una torta. (Tim Betler/UPMC)

A los 78, Kelly se convirtió en la primera concejal republicana en su distrito de mayoría demócrata. Fue reelegida a los 81.

“El envejecimiento comienza cuando eres más joven y continúa cuando eres mayor”, dijo Kelly, quien vive en una comunidad para jubilados a las afueras de Pittsburgh. Kelly es bien conocida por su cocina y por las fiestas que organiza. El año pasado invitó a ocho familiares a las cenas de Pascua, Acción de Gracias y Navidad en su departamento. Una noche, durante las vacaciones, se superó a sí misma recibiendo a 20 personas de su comunidad para elaborar a mano una torta de nueces y hornearla. Todavía hace sus propias compras y conduce al supermercado.

Goodrich insiste en que no sintió su arribo a los 80 como una limitación, sino más bien como una inspiración. Y recientemente lo celebró con sus dos hijos y sus siete nietos en un hotelito de la región de Kentucky famosa por sus caballos. Durante la cena de celebración de su ochenta cumpleaños, sus hijos la sorprendieron con un imitador de Elvis que le cantó “Love Me Tender”.

Goodrich, quien a los 50 años regresó a la universidad para obtener una maestría en escritura creativa de la Universidad del Sur de California, ha ganado desde entonces varios concursos de dramaturgia, y esas obras de teatro se estrenaron en tres festivales diferentes. Además, a los 60 años hizo una edición propia de su libro infantil.

“Nadie envejece de repente”, dijo Goodrich. “Creo que todos estamos en el camino de la vida. Puede que sea vieja en unos años, pero soy la misma persona que ha estado viviendo la misma vida de siempre. La clave es participar en cada etapa del camino”.

Algunas veces esa participación es dolorosa. Tanto Goodrich como Kelly son viudas. Kelly perdió a su esposo, George, solo dos semanas antes del que hubiera sido su 50 aniversario de bodas. Se conocieron cuando eran universitarios en la escuela de farmacia, se casaron, tuvieron dos hijos y viajaron juntos por el mundo.

Goodrich y su esposo Michael documentaron el inicio de su caminata desde la frontera con México hasta la costa de California en enero de 1983. (Cortesía de Harlene Goodrich)

Después de la muerte de George, una afligida Kelly comenzó a escribirle cartas cada día a su esposo durante casi dos años. Esto la ayudó a superar la pérdida. “Tengo un montón de cartas, pero no creo que nadie quiera leerlas”, expresó.

Goodrich perdió a su segundo marido, Michael, también maestro de escuela como ella, después de 33 años de matrimonio, pero no antes de que los dos lograran una hazaña increíble: caminar todo el estado de California. Lo hicieron durante muchos años, por partes, desde 1983, y finalmente completaron el largo viaje desde San Diego hasta la frontera con Oregón en 2005, cuando Goodrich tenía 68.

Pero ella no ha terminado de explorar. Nunca ha dejado de ponerse metas. Nunca ha dejado de crecer. Goodrich llevó a su familia al valle del Loire, en Francia, en 2016. Trabaja con un entrenador personal dos veces por semana y camina todos los días, a menudo hasta la playa. Y últimamente ha tomado clases para aprender a tocar el ukelele.

Por su parte, Kelly dicta conferencias regularmente sobre figuras históricas desde Benjamin Franklin a Betsy Ross, y luego dona sus honorarios como oradora para la protección de una iglesia del siglo XVIII que se encuentra cerca de donde vive.

Neil Rosenthal, autor y consejero en el área de Denver, define con un término simple lo que impulsa a Kelly y a Goodrich a seguir poniéndose metas en sus 80 y 90 años: la sensación de asombro.

“Si no haces este tipo de cosas, envejecerás, y si haces estas cosas seguirás envejeciendo, pero mucho más lentamente”, dijo Rosenthal.

Rosenthal agregó que envejecer bien es algo que debe aprenderse. “Se trata de separar lo que importa de lo que no”. Al final, señaló, se trata de esa voluntad, por no decir deseo, de “divertirse”, incluso en los 80, 90 y, tal vez, más allá.

¿Divertirse? Un momento ¿Quién equipara el envejecimiento con la diversión? Bueno, poco antes de su cirugía de columna vertebral y de operarse para tener un reemplazo total de rodilla, Goodrich hizo un descenso entre montañas atada a un clave cuando tenía 70.

Por miedo o por exceso de comodidad, la mayoría de los adultos mayores dicen que no a muchas oportunidades que se les ofrecen, agregó Goodrich.

No es su caso.

“Yo digo que sí”, dijo Goodrich. “Siempre digo que sí”.

La cobertura de estos temas en KHN es patrocinada por John A. Hartford Foundation y Gordon and Betty Moore Foundation

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