Después de más de dos meses en casa, la bibliotecaria Lisa Fagundes echa tanto de menos el trabajo con sus libros que cree sufrir síndrome de abstinencia: quiere verlos, tocarlos, olerlos. “Es como una enfermedad”, dijo entre risas.
Pero ahora debe combatir una enfermedad diferente: COVID-19. Mientras las bibliotecas están cerradas, Fagundes es uno de los muchos bibliotecarios que se capacitan para ser rastreadores de contactos, llamando a las personas que han estado expuestas al coronavirus y pidiéndoles que se pongan en cuarentena en sus casas para evitar la propagación.
Los bibliotecarios son perfectos para esta tarea, explicó Fagundes, que suele trabajar en el mostrador de información de la Biblioteca Principal de San Francisco. Son curiosos, entienden la tecnología, y se relacionan bien con personas que apenas conocen.
“Porque, muchas veces, los clientes se acercan a ti y te dicen, ‘estoy buscando un libro ‘ y no saben realmente lo que están buscando o no saben cómo describirlo,” contó Fagundes.
O son adolescentes que no se atreven a decir que están buscando libros sobre sexo o identidad homosexual. Fagundes está acostumbrada a hacerles hablar sin inmutarse y sin prejuicios. Se necesitan habilidades similares para el rastreo de contactos, que implica preguntar a las personas sobre su estado de salud y sus relaciones personales.
“Hablar de temas sensibles es algo natural para los bibliotecarios”, señaló. “Hay muchas preguntas y la gente tiene que sentir que los escuchas y que no tratas de aprovecharte o de imponerles tu punto de vista”.
Fagundes es parte del primer equipo de rastreadores de contactos capacitado por la nueva academia virtual de la Universidad de California-San Francisco (UCSF). California otorgó a la universidad un contrato de $8,7 millones en mayo para expandir la academia y capacitar a 20,000 nuevos rastreadores de contactos en toda California en julio. Es uno de los mayores esfuerzos de este tipo en la nación.
El gobernador Gavin Newsom dice que los condados necesitan 15 rastreadores de contactos por cada 100,000 residentes para contener adecuadamente el virus después que se levanten todas las órdenes de quedarse en casa.
Equipos de rastreo más pequeños han manejado la carga de trabajo en los últimos meses, cuando la mayoría de la gente estaba en sus hogares. Funcionarios locales de salud dijeron que la persona que da positivo para el coronavirus está en contacto cercano con un promedio de cuatro o cinco personas mientras es contagiosa; por lo general miembros de la familia y vecinos.
Pero a medida que los condados permiten la reapertura de empresas, el promedio de contactos de una persona aumentará a 40, y los contactos serán mucho más difíciles de localizar, lo que requerirá de una mayor fuerza laboral para identificarlos y telefonearlos.
“Tienes una ventana de cuatro o cinco días para encontrar a las personas y aislarlas, que es lo que hacemos en lugar de tratarlas, porque no tenemos tratamiento para COVID”, indicó el doctor George Rutherford, profesor de epidemiología de la UCSF que lidera el programa de capacitación.
Este nuevo programa requiere 20 horas durante cinco días para completarlo e incluye lecciones sobre epidemiología y entrevistas motivacionales, así como demostraciones de cómo hacer llamadas telefónicas de rastreo de contactos.
En este momento, todos los rastreadores de contactos trabajan desde su casa con un permiso pagado o trabajando a tiempo parcial en sus trabajos habituales.
Además de los bibliotecarios, San Francisco ha pedido ayuda a funcionarios de las oficinas de impuestos y del fiscal de la ciudad, incluyendo analistas financieros, asistentes legales e investigadores. Algunos condados rurales incluso han reclutado a ayudantes del sheriff para este trabajo.
Megan Elliott es gerente de la Oficina del Evaluador de San Francisco, donde supervisa la valoración de los bienes raíces para determinar cuánto impuesto cobrar. Está acostumbrada a tener conversaciones en las que tiene que decirle a la gente cosas que no quieren oír.
“En las propiedades residenciales, muchas veces tenemos que tratar con un propietario que cree que valoramos injustamente su nuevo proyecto de construcción”, explicó. “Así que mi trabajo es comunicarme con los contribuyentes de manera que entendiendan mejor por qué hacemos lo que hacemos y ayudarles a ver las razones en las que nos basamos”.
Se necesita una delicadeza similar para decirle a la gente que ha estado en contacto con alguien que dio positivo para coronavirus y que no puede ir a trabajar durante las próximas dos semanas.
Elliott les explica la importancia de proteger a la comunidad del virus, o la diferencia entre la cuarentena (quedarse en casa si se ha estado expuesto pero no se tienen síntomas) y el aislamiento (evitar a los miembros de la familia dentro de la casa si se está enfermo).
Los investigadores de la oficina del fiscal de la ciudad utilizan su experiencia en la búsqueda de personas. Algunas personas que se enferman pueden ser reacias a compartir información sobre sus contactos cercanos, o, simplemente no saben suficiente información sobre las personas con las que han estado en contacto.
“Digamos que estás trabajando en la construcción y almorzaste con un individuo al que identificas como ‘Bob, el plomero”, contó Rutherford. “Ese es el tipo de cosas a las que nos enfrentamos, recibimos información incompleta de localización”.
Los investigadores de la ciudad están familiarizados con las bases de datos y las estrategias electrónicas para encontrar el apellido y el número de teléfono de Bob, para que pueda ser notificado y hacerse la prueba.
El objetivo es capacitar a suficientes rastreadores de contactos para atender a los 58 condados de California, pero el estado está dejando en manos de cada condado el despliegue del programa y el manejo de los detalles, como por ejemplo qué tipo de servicios de apoyo ofrecer a las personas a las que se les pide ponerse en cuarentena.
En San Francisco, cuando se pide a personas potencialmente contagiosas que se queden en casa, los rastreadores de contactos las remiten para que se sometan a pruebas, les ofrecen suministros de limpieza gratuitos y ayudan con las entregas de alimentos y medicamentos. Si no pueden aislarse con seguridad de otros miembros de la familia en su hogar, los residentes tienen la opción de quedarse en un hotel financiado por la ciudad.
San Francisco tiene previsto lanzar un programa para ayudar a reemplazar dos semanas de ingresos perdidos, hasta $1,200, para las personas que den positivo pero que no tengan un trabajo que les permita darse de baja por enfermedad o no puedan acceder a los beneficios del seguro de desempleo.
Al sur de San Francisco, en el condado de Santa Clara, donde se identificaron los primeros casos de COVID-19 en los Estados Unidos, a los funcionarios de salud les ha costado reclutar suficientes bibliotecarios y otros empleados del condado para que se conviertan en rastreadores de contactos. Los funcionarios buscan ahora 800 voluntarios de la comunidad para cumplir su objetivo de crear un equipo de investigación de casos y de búsqueda de contactos de 1.000 personas, haciendo hincapié en los voluntarios que hablen otros idiomas, en particular el español y el vietnamita.
En San Francisco, a algunos empleados de la oficina del fiscal de la ciudad se les ha dicho que eventualmente volverán a sus trabajos regulares a tiempo parcial y continuarán haciendo rastreo de contactos también a tiempo parcial. La bibliotecaria Lisa Fagundes ha estado haciendo cuatro turnos de rastreo de contactos de cuatro horas por semana.
“Es algo que podría hacer el resto del año, si fuera necesario, y cuando la biblioteca recupere su ritmo, podría hacer ambas cosas”, aseguró. “Pero creo que la biblioteca no va a ofrecer un servicio completo durante algún tiempo, porque no es un servicio esencial, aunque nos desagrade”.
Esta historia es parte de una asociación que incluye a KQED, NPR y Kaiser Health News, un programa editorial independiente de la Fundación de la Familia Kaiser.