Está en la naturaleza de los candidatos presidenciales y de los flamantes presidentes: prometer grandes cosas. Apenas unos meses antes de su juramentación en 1961, el presidente John F. Kennedy prometió que iba a enviar un hombre a la luna antes de que terminara la década.
Esa promesa se cumplió, pero muchas otras no, como la de Bill Clinton de lograr una atención médica universal o la George H.W. Bush de no generar nuevos impuestos.
Ahora, durante una pandemia que ocurre una vez en un siglo, Joe Biden ha prometido proporcionar 100 millones de dosis de vacunas contra covid-19 en sus primeros 100 días de mandato.
“Este equipo ayudará a que 100 millones de dosis lleguen a los brazos de los estadounidenses en los primeros 100 días”, dijo Biden en la conferencia de prensa del 8 de diciembre en la que presentó a su equipo de salud.
Luego de esa afirmación, la campaña de Biden aclaró que se había referido a que 50 millones de personas recibirían sus dos dosis. Más tarde aclararon que distribuirían las dosis a medida que estuvieran disponibles, en vez de retener suministros para las segundas dosis.
De cualquier manera, la meta de Biden parece difícil de alcanzar.
“Creo que es un objetivo posible. Pero también un gran desafío”, dijo Claire Hannan, directora ejecutiva de la Association of Immunization Managers.
“Mientras que el ritmo de 1 millón de dosis al día es en alguna medida un aumento con respecto a lo que estamos haciendo ahora, será necesaria una tasa mucho más alta de vacunación para frenar la pandemia”, dijo Larry Levitt, vicepresidente ejecutivo para políticas de salud de la Kaiser Family Foundation (KFF).
“La administración Biden planea racionalizar la distribución de vacunas, pero aumentar el suministro rápidamente podría ser una tarea difícil”, agregó.
Bajo la administración Trump, el despliegue de vacunas ha sido mucho más lento que el plan de Biden. El lanzamiento comenzó el 14 de diciembre. Desde entonces, se han administrado 12 millones de dosis y se han distribuido 31 millones, según el monitoreo de vacunación de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
Esta lentitud se ha atribuido a la falta de comunicación entre el gobierno federal y los departamentos de salud estatales y locales. También a la falta de fondos para una vacunación a gran escala, y a la confusa orientación del gobierno federal sobre la distribución.
La administración Biden podría tener los mismos problemas, según expertos. Los estados aun no están seguros de cuántas vacunas recibirán y si habrá un suministro suficiente, dijo el doctor Marcus Plescia, director médico de la Association of State and Territorial Health Officials, que representa a las agencias de salud pública estatales.
“Se nos ha proporcionado poca información sobre la cantidad de vacunas que recibirán los estados en el futuro cercano y puede que no haya un millón de dosis disponibles cada día en los primeros 100 días de la administración”, dijo Plescia.
Otro problema ha sido la falta de dinero: los estados han tenido que iniciar campañas de vacunación con presupuestos esqueléticos a causa de la pandemia. “Los estados deben pagar por crear los sistemas, identificar al personal y capacitarlos, el rastreo de contactos, las campañas de información, todo lo que necesitan para terminar vacunando a una persona”, explicó Jennifer Kates, directora de política global y VIH de KFF. “Tienen que crear un programa de vacunación masiva si precedentes sobre una base inestable”, observó.
El último estímulo para covid, promulgado en diciembre, asignó $9 mil millones en fondos a los CDC para esfuerzos de vacunación. Se supone que la mitad, unos $45 mil millones se destinarán a estados, territorios y reservas indígenas.
Pero cuando la vacunación se amplíe a más grupos, no está claro si las campañas se puedan sostener con ese nivel de financiamiento.
La semana del 11 de enero, Biden lanzó un plan de $1.9 mil millones para abordar los problemas de la economía y covid. Incluye dinero para crear programas nacionales de vacunación y pruebas, pero también para asistencia financiera a individuos, ayuda a gobiernos locales, extensión del seguro de desempleo y dinero para que las escuelas reabran de manera segura.
Aunque el Congreso tardó casi ocho meses en aprobar el último proyecto de ley de ayuda tras las objeciones republicanas, Biden parece optimista de que logrará que algunos republicanos se unan a su plan. Pero aún no está claro que funcione. También está la cuestión de si el juicio político del presidente saliente Donald Trump se interpondrá en el camino de las prioridades legislativas de Biden.
Además, los estados se han quejado de la falta de orientación e instrucciones confusas sobre a qué grupos se les debe dar prioridad para la vacunación, un tema que la administración Biden deberá abordar.
El 3 de diciembre, los CDC recomendaron que el personal de atención médica, los residentes de centros de atención a largo plazo, las personas de 75 años o más y los trabajadores esenciales de primera línea se vacunaran primero.
Pero el 12 de enero, los CDC cambiaron de rumbo y recomendaron que todas las personas mayores de 65 años debían vacunarse. Biden dijo que seguiría esta recomendación.
El secretario saliente de Salud y Servicios Humanos, Alex Azar, también dijo el 12 de enero que los estados que muevan su suministro de vacunas más rápido tendrán prioridad para recibir más envíos.
Aún no se sabe si los CDC de la administración de Biden se apegarán a esta guía. Los críticos han dicho que podría hacer que la distribución de vacunas sea menos equitativa. En general, asumir el control con una visión sólida y una comunicación clara será clave para aumentar la distribución de vacunas, dijo Hannan.
“Todos deben comprender cuál es el objetivo y cómo va a funcionar”, agregó.
Un desafío para Biden será frenar las expectativas de que la vacuna es todo lo que se necesita para poner fin a la pandemia. En todo el país, hay más casos de covid que nunca y en muchos lugares los funcionarios no pueden controlar la propagación.
Los expertos en salud pública dijeron que Biden debe intensificar los esfuerzos para aumentar las pruebas en todo el país, como ha sugerido que hará al prometer establecer una junta nacional de pruebas de pandemias.
Con el fuerte enfoque en la distribución de vacunas, es importante que esta parte de la ecuación no se pierda.
En este momento, “está en todo el mapa”, dijo Kates de KFF, y agregó que el gobierno federal necesitará tener un claro sentido de las áreas del país en donde se están haciendo las pruebas y en las que no, para “arreglar” esa capacidad de salud pública.