En 2017, Kim Nelson acababa de mudarse desde Florida con su familia a su ciudad natal en Carolina del Sur. Aún había cajas esparcidas por todo el apartamento, y mientras sus dos hijas jugaban, Nelson leyó un artículo en su teléfono. Decía que las exenciones religiosas para las vacunas habían aumentado casi un 70% en los últimos años en el área de Greenville.
Recuerda haberle gritado a su marido que estaba en la otra habitación: “¡David, tienes que leer esto! ¡No lo puedo creer!”
Nelson no tenía ninguna amiga que fuera madre y que no vacunara a sus hijos.
“Fue realmente revelador de que esto era un gran problema”, dijo.
El padre de Nelson es médico; a ella siempre la vacunaron e hizo lo mismo con sus hijos. Pero esta noticia la asustó. Sabía que los bebés eran vulnerables, ya que no podían comenzar a recibir la mayoría de las vacunas hasta cumplir los dos meses. Y algunos niños y adultos tienen enfermedades que comprometen su sistema inmunológico, lo que significa que no pueden recibir vacunas y tienen que depender de la inmunidad del grupo. Por aquel entonces, Nelson le estaba dando vueltas al tema de la salud pública, incluso estaba considerando un cambio de carrera, de trabajar en bancos a la salud pública. Decidió que tenía que hacer algo.
“Creo firmemente que, si uno tiene la capacidad de abogar, entonces tiene que hacerlo”, comentó. “La responsabilidad es nuestra si queremos un cambio”.
Como muchas mamás, Nelson había pasado horas navegando internet. Ella sabía lo fácil que era caer por los agujeros online, en un mundo de estudios falsos e historias de miedo.
“No soporto la mala información en internet”, explicó Nelson. “Y cuando veía ese tipo de información sobre las vacunas, me apresuraba a comentar: ‘Eso no es cierto’ o ‘No, así no es como funciona’… por lo general me bloqueaban”.
Nelson fundó su propio grupo, South Caroline Parents for Vaccines (Padres de Carolina del Sur a favor de las Vacunas). Comenzó a publicar artículos científicos en línea. Comenzó a responder a mensajes privados de padres preocupados con preguntas específicas. También descubrió que el refuerzo positivo era importante, por eso entraba en grupos de madres con palabras de ánimo.
“Si alguien publicaba ‘Mi hijo recibió hoy sus vacunas de los dos meses'”, Nelson contó que rápidamente posteaba un comentario diciendo, “¡Bien hecho, mamá!”
Nelson, de 33 años, se inspiró en grupos de todo el país que realizan un trabajo similar. Grupos con alcance nacional como Voices for Vaccines, y grupos regionales como Vax Northwest en Washington, adoptan un enfoque similar, alentando a los padres a educarse y a compartir información con otros padres sobre las vacunas.
A nivel nacional, el 91% de los niños menores de 3 años están vacunados contra el sarampión. Pero en algunas comunidades la tasa es mucho menor. En el condado de Clark, en Washington, donde un brote de sarampión ya llega a 62 casos, alrededor del 76% de los niños de kindergarten van a la escuela sin todas sus vacunas. Los especialistas en salud pública, preocupados por el debilitamiento de la inmunidad de los grupos, están alertando cada vez más sobre la necesidad de mejorar las tasas de vacunación.
Sin embargo, los esfuerzos para convencer a los padres sobre el valor de las vacunas a menudo fracasan. Y algunos se mantienen atrincherados en la decisión de no vacunar, incluso cuando se les presentan datos científicos que avalan la inmunización.
Los pediatras podrían desempeñar un papel importante, y muchos lo hacen, pero no se les compensa por tener largas discusiones con los padres, y a algunos de ellos les resulta una tarea frustrante. Eso ha creado una gran brecha para que surjan enfoques alternativos. Nelson pensó que sería mejor concentrarse en las mamás que todavía estaban indecisas sobre las vacunas.
“Es más fácil convencer a una mamá indecisa que a alguien que está firmemente en contra de las vacunas”, señaló Nelson. Y explicó que los padres que se oponen a la vacunación a menudo están tan convencidos de ello que no quieren participar en una discusión. “Se sienten validados por esa elección, es parte de su comunidad, es parte de su identidad”.
Lo más importante es medir los tiempos: las personas pueden necesitar información sobre las vacunas antes de convertirse en padres. Un primer embarazo, cuando los hombres y las mujeres comienzan a hacer la transición a sus funciones como padres, es cuando muchas veces surge el problema por primera vez. Nelson señala un estudio de una encuesta de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) que mostró que el 90% de las mujeres embarazadas ya se habían decidido por las vacunas cuando llevaban seis meses de embarazo.
“No van a ir al pediatra todavía”, contó Nelson. “Su ginecólogo probablemente no está hablando sobre el programa de vacunas pediátricas. Entonces, ¿adónde van? Se están conectando en internet”.
Nelson trata de contrarrestar la mala información en internet con datos. Pero también entiende el valor del diálogo en persona. Organizó una clase en una biblioteca pública y anunció el evento en los foros de madres. Nelson estaba nerviosa por si se presentaba gente hostil a las vacunas.
“¿Están aquí para robarme seguidores? ¿O están aquí para aprender sobre las vacunas?”, se preguntaba Nelson. “Y decidí que, si habían venido hasta aquí, les daría la mejor información posible”.
Amy Morris estaba embarazada, pero condujo una hora y media para asistir a la clase. Morris no era la típica madre primeriza a la que Nelson intentaba llegar. Ella ya tenía tres hijos. Pero durante este embarazo, le entró un mayor nerviosismo sobre las vacunas. Había sufrido recientemente un aborto espontáneo, y le ocurrió justo en el momento en que se vacunó contra la gripe. Morris había estado leyendo artículos a favor y en contra de las vacunas en los foros de madres, y estaba empezando a tener algunas dudas. En la clase de Nelson aprendió sobre los riesgos de no vacunarse.
“Eso fue lo que me convenció”, dijo Morris.
Ahora, con su saludable hijo de 8 meses, Thorin, en el regazo, explicó que estaba contenta de haber ido, porque se sentía vulnerable.
“Siempre supe que era lo correcto”, dijo Morris. “Estaba prestándole atención a ese monstruo del miedo dándome vueltas en la cabeza”.
Nelson dijo que la comunidad antivacunas se alimenta de miedo. Y ha aprendido a hacer preguntas para ayudar a los padres a llegar a la raíz de su ansiedad.
“Creo que aprecian cuando uno se acerca a ellos con empatía y no se limita a tratar de hacerles tragar los datos a la fuerza”, indicó Nelson.
Nelson ahora está tratando de lograr que los hospitales locales integren esa charla sobre vacunas en sus clases de preparación para el parto. Está estudiando una maestría en salud pública en la Universidad de Carolina del Sur, y también trabaja con el Bradshaw Institute for Community Child Health and Advocacy. Incluso está considerando la posibilidad de presentarse a un cargo público.
Esta historia es parte de una asociación que incluye a WFAE, NPR y Kaiser Health News.