Como rastreadora de contactos, a Teresa Ayala-Castillo a veces le preguntan si los tés de hierbas y el Vicks VapoRub pueden tratar a COVID-19.
Estas terapias no son exactamente una guía oficial de salud, pero Ayala-Castillo no se sorprende. Escucha y luego sugiere otras ideas, como descansar y beber mucho líquido.
“No quiero decirles que son cuentos, porque estos remedios son cosas con las que estoy 100% familiarizada ya que mi mamá los usó conmigo”, dijo Ayala-Castillo, una ecuatoriana-estadounidense bilingüe, de primera generación, que trabaja para la ciudad de Long Beach, California.
Los departamentos de salud de los Estados Unidos trabajan a un ritmo frenético para dotar de personal a sus “ejércitos” de rastreadores de contactos para controlar la propagación del coronavirus que causa COVID-19.
Los expertos estiman que los departamentos de salud locales y estatales tendrán que agregar entre 100.000 y 300.000 personas para que la economía vuelva a funcionar.
Mientras organizan estos grupos, muchos estados y localidades quieren contratar a personas de minorías raciales y étnicas más afectadas por el virus. Entienden la necesidad de contar con rastreadores capacitados y culturalmente competentes que puedan convertir a contactos desconfiados o renuentes en participantes entusiastas en la campaña para erradicar el virus.
Las actividades de rastreo del virus varían según el estado. La mayoría han creado planes para añadir rastreadores de contactos mediante la contratación o el voluntariado, pero los más ricos —incluidos California, Connecticut, Massachusetts, Nueva Jersey, Nueva York y Washington— llevan ventaja, aseguró Marcus Plescia, director médico de la Asociación de Funcionarios de Salud Estatales y Territoriales.
Delaware, cuya meta es comenzar las contrataciones en un mes, dará prioridad a personas de comunidades vulnerables y que sean bilingües. Y Minnesota contrata personal con cuotas de diversidad que coinciden con la demografía de los casos de COVID-19 del estado.
“No hay una fórmula mágica que asegure el éxito de esa llamada y establezca una conversación productiva”, señaló Chris Elvrum, del Departamento de Salud de Minnesota. “Tenemos que entender que existen diferentes maneras de abordar el tema para las diferentes comunidades”.
El rastreo de la enfermedad funciona así: luego que alguien da positivo para COVID-19, un investigador del departamento de salud local llama al paciente para hacerle preguntas específicas sobre su salud, sus movimientos y con quién interactuó durante un cierto período de tiempo.
Luego, un rastreador llama a las personas identificadas por el paciente para hacerles saber que estuvieron potencialmente expuestos al virus. A estos contactos se les pide permanecer en casa por 14 días. Si viven con otras personas, la recomendación puede extenderse a esos individuos.
Si se siguen las órdenes de permanecer en casa, resulta relativamente fácil averiguar quién puede haber estado expuesto a la enfermedad, dicen funcionarios de salud.
Las personas infectadas por lo general sólo han estado con familiares o amigos cercanos y a menudo advierten a los contactos que esperen una llamada del departamento de salud, explicó Emily Holman, quien maneja el área enfermedades contagiosas de Long Beach.
Pero en algunos casos se puede requerir la presencia de trabajadores de campo, indicó la doctora Kara Odom Walker, secretaria del Departamento de Salud y Servicios Sociales de Delaware.
“Hay algunas comunidades que no van a responder a una llamada telefónica, a un mensaje de texto o a una carta”, dijo Walker. “Eso podría deberse a una falta de cultura de la salud, al miedo, o al estatus migratorio”.
Hasta ahora, la mayoría sigue las instrucciones, aseguran los funcionarios. Holman estima que menos del 1% de los contactados en Long Beach se negaron a participar.
Pero surgen problemas, especialmente entre quienes no pueden trabajar desde casa o son el único sustento de sus hijos, apuntó Elvrum.
Las personas notificadas sobre su contacto con alguien con COVID pueden pensar que la llamada es parte de un fraude, o preocuparse de que la información sea compartida con las autoridades de inmigración o que les cueste su trabajo.
Los departamentos de salud no tienen que entregar la información recopilada con fines médicos a las autoridades federales de inmigración, pero se necesita un rastreador de contactos sensible, empático y conocedor de la cultura para explicar esto.
“Necesitas a alguien que sea un agente cultural para decir, no sólo que estas medidas son para protegerte, sino para decir que confíes en mí y que todo irá bien”, comentó Walker. “Yo voy a asegurarme personalmente de que tienes lo que necesitas para una cuarentena segura”.
Minnesota pondrá a 1,400 empleados a trabajar en la localización de contactos para julio, informó Elvrum. Los contratos estipulan que buscan a personas de grupos raciales y étnicos proporcionales a su número en el estado o al porcentaje de casos positivos de COVID-19 en esos grupos. Lo que sea más alto.
Se contrata a personas que hablen hmong, somalí y español, según Kou Thao, quien dirige el Centro para la Equidad en la Salud del Departamento de Salud de Minnesota.
Un 23% de los casos positivos del estado se registran entre personas de raza negra, que constituye sólo el 7% de la población total del estado. Los hispanos constituyen el 19% de los casos y el 6% de la población. Sin embargo, alrededor del 22% de los casos son desconocidos.
Virginia, que cuenta con 200 rastreadores de contactos y espera contratar un total de 1,300 empleados para apoyar el esfuerzo, busca personas que hablen de mandarín, criollo haitiano, español y bengalí, según Mona Bector, comisionada del Departamento de Salud del estado.
Virginia ha recibido más de 6,000 curriculums para estos puestos, dijo Bector.
Long Beach se enorgullece de una fuerza laboral diversa que refleja la población de la ciudad. Los funcionarios sacaron a sus rastreadores de contactos e intérpretes, incluyendo a Ayala-Castillo, de los miembros del personal municipal que hablan samoano, jemer, tagalo, español, vietnamita, mandarín y otros idiomas para crear una plantilla de 60 personas. Su objetivo es tener 200 personas entrenadas y listas para ser desplegadas cuando sea necesario.
Tener trabajadores que puedan hablar con los contactos en el idioma que prefieran es un paso importante, expresó Crystal Watson, del Centro de Seguridad Sanitaria de Johns Hopkins. Ser capaz de extraer información mientras se es sensible a las preocupaciones y desconfianzas de los pacientes es primordial, añadió.
El sargento Jairo Paulino, de 38 años, miembro de la Guardia Nacional de Delaware, es uno de los militares bilingües que se ofrecen a ayudar con las llamadas a los contactos de COVID-19. Cuando empezó el trabajo a mediados de mayo, notó que había un “gran atraso” en la lista de nombres porque el estado no tenía suficientes hispanohablantes para contactarlos a todos con rapidez.
Paulino nació en la República Dominicana y llegó a Nueva York de niño. Creció traduciendo para su padre y asistiendo a la iglesia; ambas referencias ayudan a construir la confianza en la comunidad latina, dijo.
El escaso acceso a Internet también plantea un desafío. En Tulare, un condado rural en el centro de California, los trabajadores de la salud piden a los pacientes que utilicen un portal en línea para ayudar a agilizar la recopilación de datos de sus contactos. Sin embargo, entre el 5% y el 10% de las personas no pueden conectarse a Internet, explicó Tiffany Swarthout, del departamento de salud del condado. En esos casos, los trabajadores de la salud hablarán con el paciente por teléfono.
Las preocupaciones laborales representan otra área de dificultad para los rastreadores de contactos. Algunas personas son reacias a quedarse en casa porque no tienen ingresos, especialmente si la pandemia ha dejado a miembros de la familia sin trabajo, señaló Jody Menick, una enfermera que supervisa la localización de contactos en el condado de Montgomery, Maryland, en las afueras de Washington, D.C.
Algunos empleadores solicitan pruebas de que los pacientes y sus contactos pueden regresar con seguridad después de la cuarentena, y algunas jurisdicciones proporcionan cartas oficiales que especifican el período de cuarentena del trabajador.
Pero los trabajadores indocumentados, que cuentan con menos protecciones que los empleados con estatus legal, han sido presionados para que se presenten a trabajar, contó Menick, poniéndoles en una situación muy difícil.
“¿Voy a conseguir dinero para comprar comida para mi familia, o me voy a quedar en casa?”