Hace cuatro años, cuando la meningitis B, una infección extremadamente rara pero potencialmente letal, enfermó a un pequeño número de estudiantes en la Universidad de Princeton y la Universidad de California-Santa Barbara (UCSB), su vacuna no se vendía en los Estados Unidos. A pesar de estar disponible en el extranjero, nunca se había autorizado en el país por su capacidad limitada de comercialización.
La evidencia científica que respalda una necesidad absoluta de inmunizar contra la meningitis B sigue siendo insuficiente. El riesgo de contraerlo es menor que el de estar en un accidente automovilístico.
Sin embargo, los 13 casos en las universidades —que resultaron en una muerte y una doble amputación— ayudaron a cambiar la perspectiva financiera de una vacuna.
Actualmente hay dos vacunas, ambas cuestan más de $300, son ampliamente anunciadas en televisión y promocionadas como una inversión inteligente para los padres que aman a sus hijos universitarios.
“Como mamás, enviamos a nuestros hijos al mundo, llenos de esperanza”, dice una madre en el anuncio de Bexsero, del gigante farmacéutico GlaxoSmithKline. “Y no queremos que algo como la meningitis B se interponga en su camino”, dice otra voz.
Los analistas predicen que las dos vacunas generen al menos cientos de millones de dólares anualmente en ventas globales.
Mientras nuevas generaciones entran a la universidad, algunos médicos y otros expertos, están cada vez más incómodos con el papel del marketing al propagar temor entre los padres para vender la vacuna MenB —y otras vacunas cada vez más caras que previenen enfermedades muy raras. Una serie completa de Bexsero cuesta $320; Trumenba, la competencia, cuesta $345.
“Los padres creen que sus hijos son susceptibles a esta terrible condición y las farmacéuticas usan ese miedo”, dijo Adrienne Faerber, profesora del Dartmouth Institute for Health Policy and Clinical Practice quien investiga el marketing de medicamentos.
La publicidad, especialmente cuando se combina con noticias, pone a los padres en un dilema que no es resuelto por las directrices federales de vacunación ni los requisitos universitarios.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades recomiendan que los médicos consideren la vacuna contra la meningitis B en personas de 16 a 23 años caso por caso. Esta recomendación —categoría B— no es tan universal como la del sarampión o las del papiloma humano o incluso la vacuna “tetravalente” para la meningitis A, C, W e Y, que todos los estudiantes deben recibir.
Aunque las aseguradoras generalmente lo cubren como parte de la atención preventiva, la mayoría de las universidades no requieren la vacuna, simplemente la mencionan como una opción.
El resultado puede confundir a los padres.
En los últimos años, los intereses de las farmacéuticas han comenzado a expandirse más allá de las vacunas relativamente baratas cómo el tétano, a nuevas, mucho más caras para infecciones menos comunes.
Estos nuevos tratamientos tienen el potencial de transformar un lado menos lucrativo de la producción de medicamentos, la fabricación de vacunas, en una importante mina. Pero como las vacunas más nuevas se consideran menos cruciales y muchas veces no son necesarias, el marketing se ha convertido en una fórmula para ventas.
Bexsero y Trumenba ofrecen pistas sobre cómo se desarrolla la ecuación.
Ambas vacunas obtuvieron una aprobación acelerada por la Food and Drug Administration en 2015 y 2014, respectivamente, después de los brotes en Princeton y UCSB.
La meningitis B no se propaga fácilmente. Requiere contacto físico cercano, como besar o compartir utensilios. Puede ser fatal pero es tratable si se detecta temprano. Tiende a aparecer en focos de dispersión rara, retardada y autolimitados en los campus universitarios. La vacuna estándar contra la meningitis no la previene.
Después de que siguieron apareciendo nuevos casos en Princeton y UC-Santa Barbara durante muchos meses, el CDC organizó una importación de emergencia de Bexsero. Todos los estudiantes en esos campus recibieron la vacuna y no hubo más casos.
Ahora las farmacéuticas están instando a todos los padres a actuar. El año pasado, Pfizer invirtió más de $21 millones en anuncios para la vacuna, según Kantar Media, una firma que rastrea la publicidad multimedia. GlaxoSmithKline destinó $79.000.
Esas cifras no incluyen los esfuerzos para promover la meningitis y las campañas en redes sociales realizadas por GlaxoSmithKline, un “esfuerzo sustancial” que “no es barato”, dijo Sriram Jambunathan, quien dirige la franquicia meningocócica de GlaxoSmithKline en Estados Unidos. Tampoco incluyen las inversiones de Pfizer en cuestiones similares.
Analistas pronostican que Bexsero podría generar más de $1.000 millones por año para 2022. Trumenba espera ganar $880 millones para Pfizer.
Pero las ganancias de la industria pueden costar en términos de la eficiencia de gastos médicos y la inflada preocupación de los consumidores.
Los CDC estiman que en los Estados Unidos ocurren menos de 300 casos de meningitis B por año y algunos expertos entrevistados sugieren que podrían ser sólo 50 a 60.
“Como madre, yo diría que si mi hijo tiene esta enfermedad, y yo tuve la oportunidad de prevenirla, y no lo hice, me mataría”, dijo Martha Arden, médica practicante y directora médica de Mount Sinai Adolescent Health Center. “Pero las probabilidades son pequeñas. Es mucho más peligroso enviar a un niño a esquiar que no ponerle la vacuna”.
Para los padres que optan por las vacunas, hay advertencias. Los investigadores no saben, por ejemplo, cuánto tiempo dura su inmunidad. Muchos señalaron que tampoco cubre todas las cepas de la infección, por lo que su eficacia en Estados Unidos es incierta.
En un mundo donde ya no hay suficientes fondos para hacer frente a todos los posibles daños médicos, muchos expertos señalaron que otras preocupaciones de salud podrían ser una inversión más inteligente.
Sin embargo, el precio no siempre es una barrera, “Cuando es su hijo, o un caso que conoce, de repente los argumentos económicos se complican”, dijo Jambunathan.
La cobertura de KHN del desarrollo de medicamentos recetados, costos y precios es apoyada en parte por Laura y John Arnold Foundation y la cobertura de problemas de salud infantil es apoyada en parte por una beca de The Heising-Simons Foundation.