ATLANTA, Georgia. – El doctor Alluri Raju, nativo de la India, recuerda vívidamente cómo su origen étnico causó preocupación, y discriminación, en la ciudad de Richland, en el suroeste de Georgia. Las autoridades del hospital local dudaron en otorgarle los privilegios de médico de familia y cirujano general cuando llegó al área en 1981.
“Supongo que querían alejarme para que no fuera competencia”, recordó.
Sin embargo, en los 37 años en que Raju ha estado practicando en Richland, más de 20 médicos han llegado y se han ido, y él es el único que se queda, no solo en Richland, sino en todo el condado de Stewart y el lindante condado de Webster, un área tan grande como la mitad de Rhode Island con unos 8,000 habitantes.
Hoy, es un vecino más y sus pacientes lo tratan con respeto, no como un extranjero.
Historias como la de Raju son el común denominador de muchos médicos inmigrantes en los Estados Unidos.
La Asociación Médica Americana dijo que, según las últimas cifras de 2017, el 18% de los médicos practicantes y los residentes en los Estados Unidos en el campo de la atención de pacientes habían nacido en otros países. El porcentaje de médicos en Georgia nacidos en el extranjero es similar, un 17%.
Sin embargo, la estrategia del presidente Donald Trump de asegurar las fronteras y restringir la inmigración, y los amargos debates entre los partidos políticos, han sembrado preocupación sobre las oportunidades para los médicos nacidos en el extranjero.
Como Raju, muchos de estos médicos trabajan en áreas rurales que están desesperadas por atraer profesionales médicos. Sin embargo, esas áreas a menudo apoyan a Trump y a sus estrictas políticas de inmigración. Una reciente encuesta nacional encontró que la inmigración es la principal preocupación para los votantes republicanos.
Algunos expertos en atención de salud dicen que la postura de Trump podría hacer más difícil que áreas rurales como Richland lleguen a superar la crítica escasez de médicos.
Los pacientes de Raju dicen que no ven ningún problema en recibir atención de un inmigrante. Raju ha tratado a Willie Hawkins, un trabajador de carreteras retirado, durante 30 años, así como a su madre y a su hermana.
A veces, dijo Hawkins con una sonrisa, tiene que preguntarle a la enfermera qué acaba de decir el médico.
“Sabes, él habla un poco gracioso”, dijo Hawkins, de 66 años. “Pero, ¿a quién le importa?”.
Tal vez cuando Raju llegó a la práctica por primera vez, la gente era un poco escéptica, recordó Hawkins. Muchos nunca habían conocido a alguien de la India, contó. “Pero ya no importa”, agregó.
Los médicos nacidos en el extranjero son vitales para el sistema nacional de salud. Los Estados Unidos están lidiando con una escasez de médicos que se espera que llegue a 120.000 para 2030, según la Association of American Medical Colleges.
“Los médicos nacidos en el extranjero van a lugares a los que nadie quiere ir”, enfatizó la doctora Gulshan Harjee, quien nació en Tanzania y es cofundadora del Centro de Salud Comunitario Clarkston, una clínica gratuita que atiende principalmente a inmigrantes y refugiados en el área metropolitana de Atlanta.
De acuerdo con un estudio realizado por el doctor Aasim Padela en la Universidad de Chicago, casi la mitad de los médicos musulmanes en el país sintieron más escrutinio en el trabajo en comparación con sus compañeros, y muchos dijeron que experimentaron discriminación en el lugar de trabajo, luego de medidas adoptadas por la administración Trump para limitar. Casi una décima parte de los médicos encuestados informaron que los pacientes habían rechazado su atención porque eran musulmanes.
Un sueño por cumplirse
Belsy García Manrique también quiere cumplir con su rol.
A los 7 años, dejó su hogar en Zacapa, Guatemala, y se dirigió al norte a través de México con su madre y su hermana. Fue una odisea de dos semanas, una combinación de caminar y conducir, hasta el extremo sur de Texas. Su padre, Félix, quien había venido a los Estados Unidos dos años antes en busca de asilo político, se reunió con ellas y llevó a la familia a su hogar en Georgia.
Durante muchos años, soñó con ser doctora, con la esperanza de tratar a pacientes de habla hispana en la zona del noroeste del estado en donde creció.
Sin embargo, la política de inmigración de los Estados Unidos bloqueó su camino a la escuela de medicina. Ella no era residente legal. La mayoría de los estados, incluido Georgia, impidieron que los jóvenes indocumentados como García Manrique calificaran para pagar la matrícula estatal en las universidades públicas.
Pero, hace seis años, García Manrique respiró aliviada cuando el presidente Barack Obama emitió una orden ejecutiva a través de la cual creó el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA). DACA ofreció a más de 800,000 inmigrantes indocumentados traídos a los Estados Unidos por sus padres cuando eran pequeños la oportunidad de quedarse sin temor a ser deportados.
Desde 2012 hasta 2016, las escuelas de medicina de California a Massachusetts aceptaron a aproximadamente 100 estudiantes de DACA, cuyas familias procedían de México, Pakistán, Venezuela y otros países. García Manrique aplicó a cerca de 40 escuelas. La Escuela de Medicina Stritch en la Universidad Loyola de Chicago, la primera escuela de medicina en aceptar estudiantes de DACA, fue la única que la admitió.
Poco después de asumir el cargo en 2017, Trump rescindió DACA, una medida que se ha convertido en el tema de batallas legales y políticas. Si la ley se valida, a García Manrique se le permitirá permanecer en los Estados Unidos. Pero si se anula, a ella y a otros recipientes de DACA que son residentes de medicina no se les permitirá renovar sus permisos de trabajo.
García Manrique está terminando la escuela de medicina y está solicitando un programa de residencia para entrenarse en medicina familiar. Solo dos programas médicos de Georgia, en Emory University y Morehouse College, dijeron que considerarían a un recipiente de DACA. Ella aplicó a ambos.
De sus 50 solicitudes, García Manrique recibió ofertas de entrevistas de casi una docena de programas, incluidos los de Illinois, California y Washington. No ha escuchado de los de Georgia.
Y en estos días no está segura de si la Georgia que conocía, y la Georgia que amaba, es un lugar donde se sentiría bienvenida.
“Después de un cierto tiempo de ser menospreciado, de que te digan ‘no’, de tener que hacer un esfuerzo adicional para obtener los mismos beneficios, te cansas”, dijo García Manrique. “He visto a muchos inmigrantes que tienen talento mudarse del sur. ¿Por qué no estar en un lugar donde te quieran?”.