Una vez más, tu mamá tenía razón. Realmente necesitas comer vegetales. Y mejor todavía si abandonas el tocino y le abres la puerta al aceite de oliva, porque una nueva investigación respalda la idea de que adoptar la dieta mediterránea podría disminuir significativamente el riesgo de enfermedades cardíacas.
Según un estudio publicado en JAMA Network Open, las personas que siguieron este tipo de dieta tuvieron un 25% menos de riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares en el transcurso de 12 años.
Los componentes de esta dieta son conocidos para cualquiera que siga las noticias de nutrición. Evita las carnes rojas en favor de las grasas “buenas” como el pescado y las aves. Cambia la sal por hierbas y especias. Y sí, deja la mantequilla y en su lugar opta por el aceite de oliva. Lo más importante, comer muchas frutas y verduras. Las nueces son buenas, también los granos enteros. Y, de vez en cuando, tomar un vaso de vino tinto.
Desde los años 50, los investigadores han venido señalando los posibles beneficios cardiovasculares de esta dieta. Más recientemente, se le ha atribuido cualidades contra otras enfermedades y condiciones como el Alzheimer y el asma. También se comprobó que ayuda a las embarazadas a controlar los factores que hacen que los bebés nazcan con sobrepeso y que tengan mayor riesgo de obesidad a medida que crecen.
Sin embargo, hasta este nuevo estudio, no se habían realizado ensayos aleatorios en los Estados Unidos para determinar los efectos a largo plazo de la dieta mediterránea. Esta investigación también buscó arrojar luz sobre los fundamentos moleculares que explican por qué es buena.
Los mecanismos por los cuales la dieta mediterránea reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares “eran una especie de caja negra”, dijo Shafqat Ahmad, autor principal del estudio e investigador en el departamento de nutrición del Brigham and Women’s Hospital y del Harvard T.H. Chan School of Public Health. “Sabíamos que reducía el riesgo cardiovascular”, agregó, “pero no comprendíamos bien por qué”.
Utilizando un panel de nueve biomarcadores en los análisis de sangre, Ahmad y su equipo pudieron dilucidar exactamente por qué la dieta reduce las enfermedades cardíacas.
Los tres mayores mecanismos biológicos fueron los cambios en la inflamación, el azúcar en la sangre y el índice de masa corporal.
Y justamente la inflamación fue el problema de Meg Grigoletti, una estudiante graduada de 23 años de Nueva Jersey que cambió a una dieta mediterránea cuando se estaba recuperando de una cirugía de espalda en 2014. Sus médicos le recomendaron la dieta para reducir la hinchazón, con la esperanza de que aliviara su dolor de espalda y la ayudara con sus migrañas.
“Es más un estilo de vida que una dieta”, dijo Grigoletti. “Aprendí qué comida es buena para mí y cuál no”.
Los investigadores hicieron el seguimiento de más de 25,000 mujeres que formaron parte del Estudio de Salud de las Mujeres, una encuesta realizada entre mujeres profesionales de la salud mayores de 45 años. Al comienzo del estudio, las participantes completaron un cuestionario sobre 131 alimentos diferentes para evaluar sus dietas. Luego se les asignaron diferentes “puntajes MED” en una escala de 1 a 9, según la forma y cantidad de consumo de la dieta mediterránea.
Luego se realizó un seguimiento de la salud cardiovascular de las participantes durante 12 años.
El resultado fue que las que estaban en la categoría de consumo medio vieron una reducción del 23% en el riesgo de enfermedad cardiovascular, y la categoría superior tuvo un 28% menos de riesgo.
Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), la enfermedad cardíaca es la principal causa de muerte tanto para hombres como para mujeres, cobrándose aproximadamente 600,000 vidas cada año. La enfermedad coronaria es la forma más común, matando a más de 370,000 personas anualmente. Cada año, alrededor de 735,000 estadounidenses sufren un ataque al corazón.
Los autores señalaron que estos hallazgos sí tienen limitaciones. Por ejemplo, el estudio se basó en datos que los propios pacientes proporcionaron, que no siempre son precisos, especialmente cuando se trata de elecciones de dieta. Las participantes, todas mujeres profesionales de la salud, también podrían inclinarse hacia comportamientos más saludables que el resto de la población.
Los resultados del estudio no fueron sorprendentes para el doctor Andrew Freeman, director de prevención cardiovascular y bienestar en el National Jewish Health Hospital en Denver. Freeman no participó en el estudio, pero ha estado recomendando a sus pacientes una dieta mediterránea, o una versión similar que enfatiza las verduras y las frutas, durante años.
“Este tema ha venido haciendo ruido, y la señal es que este tipo de dieta basada en plantas es la mejor”.
También reconoció que hay una gran cantidad de información nutricional que va y viene en internet, que genera “mucha exageración”, lo que hace que a algunos consumidores les cueste seguir hábitos alimenticios saludables.
Y los médicos a menudo tampoco tienen información clara. “La gran mayoría de los cardiólogos y proveedores de salud en general tienen muy poca capacitación en nutrición”, dijo Freeman.
Freeman mismo cambió a una dieta basada principalmente en vegetales de hojas después de su residencia, y perdió 35 libras. Ahora también recomienda este enfoque a sus pacientes. Dijo que ha visto cómo mejoraban las condiciones de sus pacientes: enfermedades del corazón, presión arterial alta y diabetes.
“La nutrición y la medicina para el estilo de vida es el lugar donde existe la posibilidad de una cura”, dijo Freeman.