Mientras la comunidad científica busca un tratamiento eficaz para decenas de miles de pacientes enfermos a causa del nuevo virus respiratorio, se prueban remedios sorprendentes: medicamentos que combaten a asesinos conocidos como el VIH, el Ébola y la malaria.
Las farmacéuticas estadounidenses han enviado dos medicamentos antivirales a China, en donde médicos y funcionarios de salud pública buscan un tratamiento eficaz para los enfermos por el nuevo coronavirus, recientemente denominado COVID19. El virus ha afectado a decenas de miles de personas en todo el mundo y se ha cobrado más de 1,300 (al 13 de febrero). La mayoría de los casos y de las muertes ocurrieron en la provincia de Hubei, en China, donde comenzó el brote.
Entre los posibles remedios se encuentra un medicamento para el VIH que podría bloquear una enzima que el virus necesita para madurar. Un medicamento no aprobado que se utiliza para combatir el virus del Ébola se está probando en pacientes chinos para ver si puede alterar el material genético del nuevo virus.
Un tercer medicamento, utilizado en todo el mundo para combatir el parásito que causa la malaria, también se prueba en China para ver si puede frenar la infección evitando que el virus se infiltre en las células.
Los investigadores reconocen que las pruebas científicas para usar estas medicinas son endebles. Pero incluso con datos sólidos, dicen, los ensayos en humanos son la única manera de saber si estos medicamentos serán eficaces.
“Sólo porque funcione bien en un tubo de ensayo y en animales no significa que funcione en las personas”, dijo el doctor Stanley Perlman, profesor de microbiología e inmunología de la Universidad de Iowa.
Esta iniciativa no es extraordinaria. Cuando surge un nuevo virus y pone en peligro a un gran número de personas, los científicos a veces recurren a medicamentos ya existentes que pueden readaptarse. Las medicinas disponibles en los Estados Unidos ya han sido sometidas a rigurosas pruebas para demostrar que son seguras, evitando así la necesidad de realizar costosas pruebas en humanos para evaluar su seguridad en una emergencia.
Generalmente, se observa la evidencia científica sobre los medicamentos y el virus para tratar de encontrar una opción viable.
“Lo habitual es que se cree una red bastante amplia porque no se sabe qué va a funcionar para un virus determinado”, señaló el doctor Rajesh Gandhi, profesor de medicina de la Universidad de Harvard y presidente electo de la Asociación de Medicina del VIH.
En 2003, un coronavirus relacionado con el actual, sin tratamiento conocido, causó un brote global de síndrome respiratorio agudo severo (SARS). La respuesta consistió en el ensayo de un abanico de drogas, incluida una combinación de ritonavir y lopinavir, medicamentos antirretrovirales utilizados para combatir el VIH.
Los primeros estudios indicaron que los medicamentos eran eficaces para combatir el virus en pacientes. La combinación de medicamentos, conocida por el nombre comercial de Kaletra, parece funcionar para impedir que la enzima llamada proteasa permita que el virus madure y se replique. Pero el brote, y la capacidad de probar tratamientos robustos, desapareció en poco más de un año.
Nueve años después, otro coronavirus causó el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS, en inglés). Ese brote dio a los científicos otra oportunidad de probar la medicación contra el VIH para esta familia de virus, y han comenzado ensayos clínicos en Arabia Saudita.
Ahora los médicos chinos usan Kaletra contra el nuevo coronavirus.
A pesar que se ha podido probar el medicamento contra el VIH para combatir patógenos relacionados con el que causa el brote actual, “todo el mundo está de acuerdo en que no tenemos una terapia estándar para el nuevo coronavirus”, indicó Gandhi.
Uno de los remedios menos ortodoxos que se están probando contra el coronavirus en China es la cloroquina.
Es una medicina contra la malaria, una enfermedad causada por un parásito que se transmite por la picadura de un mosquito. Un número limitado de estudios ha encontrado que la droga funciona contra el SARS. Un estudio publicado este año en Cell Research encontró que la droga era efectiva en pruebas de laboratorio para evitar que el virus se propague al detener su método de infección de las células.
La falta de certeza sobre el tratamiento de los coronavirus se debe, en parte, a la manera en que los brotes surgen y desaparecen: pueden propagarse como un incendio forestal y luego desaparecer, como lo hizo el SARS, señaló Gandhi. Aunque esto es bueno para la salud pública, también significa que los científicos pierden la oportunidad de probar a fondo un tratamiento que combata el virus específico en los seres humanos.
La doctora Anne Schuchat, subdirectora de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), dijo en conferencia de prensa, el 11 de febrero, que la investigación sobre el virus que causa el brote no debe ser algo que se haga “a última hora, porque no sabemos cuánto tiempo persistirán algunas de estas nuevas infecciones emergentes”.
El brote de una nueva enfermedad, potencialmente mortal, puede hacer que los médicos quieran hacer todo lo posible para salvar a sus pacientes, señaló Perlman, el profesor de Iowa. Pero los ensayos en humanos son esenciales para entender cómo funcionará un medicamento contra un virus.
Los medicamentos experimentales que no han sido probados en ensayos con humanos pueden dañar a los pacientes, puntualizó Perlman. Sin embargo, el uso de medicamentos aprobados aún deja la puerta abierta a preguntas importantes, como qué tan grande debe ser la dosis.
“Es muy difícil cuando se está en primera línea y el paciente está enfermo y se quiere hacer algo”, añadió.
Los científicos que tratan a pacientes con coronavirus unen el tratamiento con la investigación para probar la eficacia de un medicamento no aprobado: el remdesivir. Fabricado por Gilead Sciences, esta droga de amplio espectro se ha utilizado en experimentos para combatir el virus del Ébola, y las pruebas en animales sugieren que ayuda a evitar que los coronavirus SARS y MERS se repliquen. Pero aún no está claro si funcionará contra el COVID-19.
Su rendimiento fue superado por otras dos medicinas durante el brote de Ébola de 2018 en la República Democrática del Congo. Los investigadores en China están probando el remdesivir en un ensayo aleatorio y controlado contra el brote.
El aumento de investigación e inversión en estos brotes puede causar estragos en las empresas farmacéuticas, especialmente si el virus desaparece, como ocurrió con el SARS, explicó el doctor Jesse Goodman, profesor de medicina de la Universidad de Georgetown en Washington, D.C. El gobierno federal ayuda a paliar estos costos con iniciativas como el Biomedical Advanced Research and Development Authority, del Departamento de Salud y Servicios Humanos, que ayuda a las asociaciones público-privadas a desarrollar medicamentos contra las amenazas a la salud pública.
Debido a la volatilidad de los brotes, “resulta difícil para las compañías justificar realmente inversiones” en terapias específicas, indicó el doctor Amesh Adalja, especialista en enfermedades infecciosas y miembro del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud en Baltimore.
Goodman dijo que una de las lecciones aprendidas de los brotes anteriores es la necesidad de invertir más en la infraestructura necesaria para llevar a cabo ensayos clínicos, como médicos, laboratorios y sistemas que les permitan compartir muestras. De cara al futuro, la Organización Mundial de la Salud trata de dotar a los países de los medios necesarios para comenzar rápidamente a investigar una enfermedad en caso de producirse un brote.
“El momento de prepararse para los estudios clínicos no es en medio de un brote”, dijo Goodman, ex científico de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA). “Es mucho antes”.