Una mujer del condado de Rockland, en Nueva York, no le había dicho a su obstetra que tenía fiebre y sarpullido, dos de los indicadores de una infección por sarampión. Ella es parte de la comunidad judía ortodoxa y tuvo un parto prematuro a las 34 semanas, posiblemente como resultado de la infección. Su bebé nació con sarampión y pasó sus primeros 10 días en la unidad de cuidados intensivos neonatales.
El bebé ya está en casa, pero “no sabemos cómo evolucionará”, dijo la doctora Patricia Schnabel Ruppert, comisionada de salud del condado de Rockland. Cuando los niños pequeños contraen sarampión, aumenta el riesgo de sufrir complicaciones por la enfermedad, como convulsiones o problemas de audición y visión en el futuro.
El caso de sarampión al que se refirió Ruppert es sólo uno de muchos. Los brotes del estado de Nueva York, que comenzaron en octubre pasado, se han prolongado e infectado a más personas que cualquier otro brote reportado en el país. Se han confirmado 370 casos de la enfermedad en todo el estado hasta la última semana de marzo, sobre todo en el municipio neoyorquino de Brooklyn y en los pueblos del condado de Rockland al noroeste de la ciudad.
Esa cantidad representa casi la mitad de los 578 casos confirmados en 11 estados que fueron reportados a nivel nacional por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) desde enero de 2018 hasta finales de febrero. El estado de Washington, con 76 casos a fines de febrero, cuenta con el segundo número más alto de casos.
Los casos de sarampión en Nueva York han afectado sobre todo a niños de familias judías ortodoxas, que asisten a escuelas religiosas donde las tasas de vacunación pueden haber estado por debajo del 95%, un nivel que se considera necesario para mantener la inmunidad. Los brotes comenzaron cuando viajeros sin vacunar regresaron de Israel, donde persiste un brote, y propagaron la enfermedad aquí.
Además de la proximidad geográfica, la identidad cultural puede contribuir a que un brote se arraigue en la cerrada comunidad ortodoxa, con la sensación de que su visión del mundo no se ajusta a la sociedad secular moderna, dijo Samuel Heilman, profesor de sociología en Queens College y autor de varios libros sobre judíos ortodoxos.
“Se trata de una visión que asume que nosotros tenemos nuestros métodos y ellos los suyos”, explicó Heilman.
Aunque algunos judíos ortodoxos afirman que las vacunas van en contra de la ley judía, eso no es correcto, explicó el doctor Aaron Glatt, quien también es rabino y presidente del departamento de medicina del South Nassau Communities Hospital de Long Island. “No hay ningún dictamen jurídico que diga que la vacunación es contraria a la ley judía”, añadió.
En un momento en que los funcionarios de salud pública y los proveedores de atención de salud luchan por controlar los brotes, uno de sus mayores desafíos es hacerle saber a las personas que el sarampión es una enfermedad peligrosa que debe tomarse en serio.
“Quienes rechazan las vacunas es porque creen que no las necesitan”, señaló el doctor Paul Offit, director del Vaccine Education Center en el Hospital de Niños de Philadelphia.
La sociedad puede haberse vuelto complaciente. Antes que el programa de vacunación comenzara en los Estados Unidos en 1963, hasta 4 millones de personas se infectaban cada año. Unas 50,000 personas eran hospitalizadas y unas 500 morían anualmente. Para el año 2000, el sarampión era una enfermedad que los funcionarios de salud pública consideraban esencialmente erradicada en los Estados Unidos, gracias a un programa integral de vacunación que redujo en un 99% el número de casos.
Pero el sarampión ha vuelto a aparecer en los últimos años, en parte debido a los temores avivados por los activistas antivacunas que han afirmado, sin prueba alguna, que las vacunas causan una variedad de problemas, incluido el autismo.
El virus es extremadamente contagioso. Si una persona infectada tose o habla, las gotitas pueden permanecer en el aire o posarse sobre una superficie y causar infección durante horas. El 90% de las personas que están expuestas y son susceptibles se infectarán. Aunque la fiebre y el sarpullido rojo que se extiende de la cara a todo el cuerpo son síntomas comunes, los efectos secundarios pueden ser graves e incluso letales, especialmente para los niños pequeños y las personas con sistemas inmunes débiles.
En un esfuerzo por contener los brotes de Nueva York, Ruppert prohibió para empezar que 6,000 niños de 60 escuelas y guarderías, en su mayoría religiosas, del condado de Rockland asistieran a clase porque no habían sido vacunados. A medida que más niños han sido vacunados y la tasa de vacunación escolar ha alcanzado el 95%, esas cifras han disminuido. Sin embargo, unos 3,800 alumnos de 35 centros escolares siguen sin poder asistir a la escuela.
En Brooklyn, 1,800 estudiantes de 140 escuelas se vieron afectados en un principio, dijo la doctora Jane Zucker, comisionada asistente de la Oficina de Inmunización del Departamento de Salud de la ciudad de Nueva York. Esas cifras también se han reducido.
Desde que comenzaron los brotes, los proveedores de atención médica del condado de Rockland han administrado más de 16,000 vacunas, y se han proporcionado más de 7,000 en la ciudad de Nueva York.
La vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola se administra en dos dosis, la primera cuando el niño tiene entre 12 y 15 meses, y la segunda entre los 4 y los 6 años. Tiene una eficacia del 97% en la prevención de la enfermedad.
En Nueva York y en casi todos los demás estados, los niños pueden estar exentos de los requisitos de vacunación por razones médicas o religiosas. Hay 17 estados que permiten que los padres no vacunen a sus hijos por razones filosóficas, según la National Conference of State Legislatures, pero Nueva York no es uno de ellos.
El temor a contraer el sarampión no se limita a las personas que forman parte de la comunidad judía ortodoxa. Heilman contó que a una de sus nueras le gusta comprar en un supermercado kosher en el condado de Rockland, no lejos de su casa en la zona residencial de White Plains. Pero con una hija de 11 meses que aún no ha sido vacunada, no quiere correr ningún riesgo. Mientras persista la amenaza del sarampión, su nuera irá de compras a otra parte, comentó Heilman.