Mi percepción de la vejez está inextricablemente vinculada a mi abuela. Cuando era niño, pensaba que esa mujer de 65 años y pelo blanco, cuyo cuerpo se tambaleaba al caminar, era muy vieja. Ahora que tengo 66, mi percepción personal de la vejez, o quizás mi percepción errónea, ha cambiado. Sospecho que tengo mucha compañía.
Muchos de nosotros estamos convencidos que mientras todos los demás envejecen, esa persona que vemos en el espejo cada mañana está envejeciendo mágicamente a un ritmo algo más lento. Y esta “confusión” puede comenzar temprano. Una encuesta en línea de la Universidad Estatal de Michigan de 2018, realizada con personas de entre 10 y 89 años, reveló que la mayoría piensa que la edad mediana comienza a los 30, y que la vejez comienza, oh Dios mío, a partir de los 50.
Otro estudio, de la Universidad de Zurich, publicado en 2011, determinó que los adultos mayores a menudo intentan evitar los estereotipos negativos de su grupo de edad tomando distancia. Y una investigación de 2018, de la Universidad de Columbia, encontró evidencia considerable de que cuando se enfrentan con estereotipos de edad negativos, los adultos mayores tienden a distanciarse y disociarse de este estereotipo negativo.
Llámalo como quieras, pero este grupo de “baby boomers” (los nacidos después de la Segunda Guerra Mundial) de cabello canoso, en el que me incluyo, está teniendo dificultades para aceptar la realidad del envejecimiento. Sí, somos mortales, pero no lo creemos del todo. Expertos en el paso del tiempo dicen que la gran ironía es que este flirteo con una realidad ligeramente diferente a la de nuestros compañeros de envejecimiento puede, de hecho, ser algo saludable.
“Los baby boomers están redefiniendo qué es el envejecimiento y cómo se ve la vejez”, explicó Jennifer Ailshire, profesora asistente en la Escuela de Gerontología Leonard Davis de la Universidad del Sur de California. William Chopik, profesor asistente de psicología e investigador principal del estudio de Michigan, lo sabe mejor que nadie.
“Las personas, especialmente los adultos mayores, suelen decir que se sienten más jóvenes de lo que son”, dijo Chopik. “Las personas que dicen sentirse más jóvenes en realidad tienden a vivir vidas más largas y sanas, y no tienden a tener un patrón de debacle tan grande”.
En la mayoría de los casos, las personas dicen que se sienten aproximadamente un 20% más jóvenes de lo que realmente son, según el estudio de Michigan, que abarcó a más de 500,000 personas. Esto sigue aumentando a medida que la gente envejece, agregó. A partir de los 50, muchos dicen que se sienten unos 10 años más jóvenes.
El hecho de que generalmente vivimos más que antes también juega un papel, dicen expertos. “A medida que nuestra vida se alarga, también cambia nuestra visión de la vejez”, dijo Chopik. “Cómo nos vemos a nosotros mismos cambia constantemente a medida que envejecemos”.
Para mí, ha sido más como una oración de auto motivación. A los 66 años, cuando me miro en el espejo, es posible que no vea a alguien de 46 mirándome fijamente, pero tal vez sí a alguien más cercano a los 56. Tal vez es porque no puedo quedarme quieto. Salgo a pasear a mi perro a las 6:15 am, levanto pesas en el gimnasio a las 7:30 am, y estoy nadando antes de las 9 am cinco días, a la semana. Bienvenido a mi mundo sin escalas que parece que de alguna manera mantiene parcialmente controlada la vejez.
Si bien puede que no suene como tu mundo, considera a Theresa Paulus, la suegra de Ailshire, la profesora de la Universidad del Sur de California, quien también parece estar constantemente en movimiento.
Solo la rutina en bicicleta que tiene cada mañana la residente de Tempe, Arizona, de 63 años, hace ver a la mía como algo pobre. Por lo general, Paulus se levanta a las 5 am y sale rápidamente en su bicicleta Trek durante la próxima hora, o más, en una excursión de 10 millas. Si el clima es pésimo, en su lugar encontrará el camino a la clase de spinning en el gimnasio local antes de dirigirse a la sala de pesas.
“Honestamente, siento que estoy en mis 40”, dijo la enfermera de tiempo completo en un hogar de vida asistida quien, hace tres años, a los 60, se graduó en administración de servicios de salud de la Universidad Estatal de Arizona. “No he disminuido ni un poco la rutina de ejercicios que hacía a los 40”.
De hecho, puede que hasta la haya aumentado un poco. No la distancia, claro, pero todos los días trata de desafiarse un poco a ella misma, preguntándose si puede hacerlo un poco más rápido. También ha pasado su entusiasmo a la siguiente generación, ya que les ha enseñado a sus dos nietas a andar en bicicleta.
La capacidad de Paulus para recuperarse de las lesiones es legendaria entre amigos y familiares. En un reciente recorrido a pie por los Acantilados de Moher, en Irlanda, se torció el tobillo, pero continuó caminando, solo para descubrir cuando volvió a casa que se había roto el pie. En 1969, mientras entrenaba en su bicicleta, fue atropellada por un automóvil, pero escapó sin siquiera un hueso roto. Y después de un accidente con un ciclomotor en 2010, se aplastó la pierna y su médico le aconsejó que siempre caminara con un bastón. Paulus demostró que el doctor estaba equivocado y pronto estaba participando de nuevo en carreras de bicicletas.
A su nuera, Ailshire de la USC, no le sorprende nada de esto. Después de todo, dijo, los cuerpos de algunos baby boomers pueden funcionar como si fueran entre dos y 15 años más jóvenes que su edad real.
Paola Sebastiani, de 55 años, es una prueba viviente. Apenas califica como baby boomer, pero cuando se le preguntó qué edad tenía, la profesora de bioestadística de la Universidad de Boston dijo que ni siquiera se siente de 40.
Tal vez sea porque va al trabajo, y vuelve, caminando dos millas cada día. O tal vez porque se muestra inflexible en no comer carne roja y trata de comer aguacate a diario. O quizás es su actitud. “Mi mamá nunca hubiera usado jeans a mi edad, pero yo los uso todo el tiempo”, dijo. Su punto: las personas con una actitud positiva hacia el envejecimiento a menudo envejecen más lentamente.
Lo que nos lleva de nuevo a mi querida abuela. El olor más familiar de su cocina era el del pollo frito que crujía en la hornalla todos los viernes por la noche. No puedo recordar ni una vez viéndola hacer ejercicio. La acción, en su mundo, era un juego de cartas. Y, como era muy común en su tiempo, pensaba que fumar la ayudaba a relajarse.
¿Es de extrañar que fuera vieja a los 65?
Entonces, a los 66, he renunciado a la mayoría de los alimentos fritos. Nunca he fumado. No me siento mucho a jugar cartas o a mirar televisión. Y todo el tiempo que paso paseando a mi perro, levantando pesas y nadando a la mañana, lo veo como un escudo invisible que me protege de mirarme en el espejo y ver a un anciano que me mira fijamente.
En cambio, todavía me veo a mí mismo.