Cuando el huracán Harvey inundó Houston en agosto, la doctora Jennifer McQuade planeó donar calcetines a los afectados. En cambio, sorprendida por la falta de atención médica en un refugio cercano, la oncóloga se convirtió en la líder no oficial de un grupo de médicos y madres atendiendo emergencias en el Centro de Convenciones George R. Brown de la ciudad. Clasificó pacientes, pidió donaciones y reclutó más médicos.
Tuvo tanto éxito que McQuade y los demás voluntarios aún tenían 2.500 libras de suministros médicos cuando las autoridades federales se hicieron cargo del refugio de Houston una semana después. Entonces, cuando el huracán María devastó a Puerto Rico el pasado 20 de septiembre, dejando a los hospitales sin electricidad, suministros y drogas, el desafío fue encontrar un avión para entregar la preciosa carga a la isla.
“Pedir aviones es una locura”, dijo la doctora Ashley Saucier, especialista en emergencias pediátricas en Baton Rouge, Louisiana, quien trabajó con McQuade durante la emergencia en Houston. Pero eso no la detuvo.
En Estados Unidos continental, una red de médicos ágiles y decididos se ha coordinado para brindar ayuda a sus colegas en Puerto Rico, llegando constantemente a clínicas antes incluso que la asistencia federal. Se basan en un sentido de solidaridad de la comunidad médica, las conexiones formadas a través de los huracanes en Houston y Florida, y usan aviones privados pertenecientes a corporaciones, equipos deportivos y donantes.
Para mediados de octubre, los médicos estiman que entregaron 40 toneladas de suministros.
A través de Facebook, Saucier se puso en contacto con Cajun Airlift, un grupo de pilotos de Louisiana que ofrecieron sus aviones para las víctimas de las inundaciones en Texas. Ellos transportaron algunos de los suministros.
Rick Shadyac, CEO del St. Jude’s Hospital en Memphis, Tennessee, puso a Saucier en contacto con FedEx, que también tiene su sede en Memphis, para recoger más suministros excedentes que tenía McQuade en Houston y llevarlos a Puerto Rico.
Y a través de otro médico, McQuade conoció a Hilda y Greg Curran, una pareja que tiene familia en Puerto Rico y un jet que planeaban usar.
Cinco días después que María tocó tierra, los Curran entregaron 1.000 libras de suministros médicos —donaciones adicionales del Texas Children’s Hospital o compradas a través de fondos recaudados por Saucier— al Centro Integral de Cáncer de la Universidad de Puerto Rico en San Juan.
Hospitales en Puerto Rico siguen teniendo problemas con la electricidad, y tienen muchas veces que depender de generadores. En muchas partes de la isla las clínicas quedaron en ruinas, desesperadas por suministros y medicamentos, incluyendo vacunas contra el tétanos y la gripe, antibióticos, insulina y medicamentos antiinflamatorios.
Muchos de los médicos que organizan la campaña de donación tienen familia en Puerto Rico, mientras que otros, incluyendo Saucier y McQuade, no tenían conexiones previas con el territorio estadounidense.
Saucier experimentó en primera línea una emergencia ante un desastre en agosto de 2016, cuando el sur de Louisiana sufrió inundaciones mortales. Poco después, formó una pequeña organización sin fines de lucro llamada Baton Rouge Emergency Aid Coalition, que recaudó fondos y organizó a médicos. Cuando Puerto Rico fue devastado por el huracán María, esa pequeña red se unió a algo mucho más grande, que creció orgánicamente y de boca en boca a medida que se conocía el tamaño de la emergencia médica en la isla.
La red de apoyo tiende a inclinarse a ser joven y femenina. “Tanto aquí, como en Puerto Rico, el 90% a 95% de las personas con las que trabajo son mujeres”, dijo Rafael Enrique Guerrero-Preston, investigador y genetista de cáncer en Baltimore, quien nació en Puerto Rico. Conoció a McQuade y Saucier en línea por recomendación de otro médico.
“Nunca nos vimos en persona”, dijo.
La doctora Dalian Caraballo, médica de cabecera en Miami, estaba organizando una campaña de donación y una página de Facebook para médicos puertorriqueños cuando un contacto la presentó con los voluntarios en Texas y Louisiana. Debido a que vive en una ciudad que es una conveniente parada para que los pilotos carguen combustible, Caraballo se encarga de recoger los suministros y cargarlos en los aviones antes de viajar a Puerto Rico.
Los aviones generalmente cargan 1.000 libras como máximo, por lo que solo se incluyen los suministros que un médico en Puerto Rico solicita específicamente. Cada caja es pesada, etiquetada y acompañada de un “manifiesto” o instrucciones que indican quién debe recibirla. “Incluso si [el envío] es pequeño, usted sabe que está llegando a los médicos correctos”, dijo Caraballo.
Los médicos ayudan por motivos personales y de maneras que se relacionan con sus especialidades. La doctora Amarilis Sánchez-Valle, médica de Tampa, estudia afecciones genéticas metabólicas que requieren una fórmula especializada para bebés para evitar el daño cerebral y otros efectos sobre la salud.
Inicialmente, su preocupación fue su familia. “Tengo una hermana en Puerto Rico con esclerosis múltiple [a la que] le quedan solo dos dosis de su medicamento”, escribió en correos electrónicos a la Cruz Roja Americana y la Sociedad Nacional de EM el pasado 25 de septiembre, cinco días después que María tocara tierra. “¿Hay alguna manera de llevar medicinas a Puerto Rico en los próximos días?”
Representantes de ambos grupos se disculparon y dijeron que no podían ayudar porque todos los canales oficiales de entrega habían sido interrumpidos.
Sánchez-Valle contactó a neurólogos en Tampa para obtener muestras del medicamento. “El problema era cómo llegar hasta allí. El aeropuerto estaba cerrado. FedEx estaba cerrado”.
Un amigo la puso en contacto con una persona que trabaja para American Airlines. El empleado de la aerolínea acordó poner el medicamento en la bodega de carga de un vuelo con ayuda humanitaria. Sánchez-Valle dijo que su hermana tiene “suerte de tenerme. ¿Pero qué hay de todos los demás pacientes? ¿Qué pasa con mi población de pacientes [infantil]?”, preguntó.
Sánchez-Valle se contactó con ex colegas en Puerto Rico y los proveedores de fórmula con los que trabaja. Varias compañías acordaron donar cientos de libras de fórmula.
La fórmula llegó a la isla gracias a la doctora Elimarys Pérez-Colón y su colega la doctora Asa Oxner, dos especialistas en medicina interna en Tampa. Las mujeres tomaron un vuelo comercial a San Juan a principios de octubre, cada una llevando cinco maletas con 800 libras de suministros, desde jeringas hasta filtros de agua y donaciones que recibieron de fabricantes y médicos como Sanchez-Valle. Cuando llegaron a San Juan, el aeropuerto parecía estar funcionando bien. Y la capital y otras ciudades costeras estaban recibiendo ayuda adecuada de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) y el ejército, dicen las mujeres.
Pero mientras viajaban a ciudades del interior como Villalba, donde entregaban suministros, encontraron necesidades increíbles.
Los hospitales y clínicas a las que llegaron funcionaban con generadores diesel. Los medicamentos para el asma escaseaban, señaló Pérez-Colon. Las personas de las ciudades pequeñas bebían agua sin tratar, un importante riesgo de infección. “Agua limpia es uno de los mayores problemas”, dijo.
Para algunos residentes que ya tenían problemas de salud, sus condiciones empeoraron con el calor, la falta de electricidad y el acceso limitado al agua potable. Algunos informaron haber sido visitados por FEMA una vez; otros, nada.
“La ayuda no está llegando a las ciudades pequeñas. No está llegando al centro de la isla”, dijo Pérez-Colón.