Diez residentes salieron de su comunidad de retiro un domingo por la tarde para participar de una reunión secreta en la cafetería de un supermercado. Querían buscar respuestas a una pregunta tabú: ¿cómo pueden ejecutar su propia muerte de manera rápida y en paz, cuando sientan que han vivido lo suficiente?
Estas personas, que viven en apartamentos independientes en una comunidad de alto nivel adquisitivo para adultos mayores cerca de Filadelfia, no mostraron síntomas de depresión. Tienen entre 70 y 80 años, y aseguran no tener la intención de acabar con sus vidas. Pero dicen que quieren poder tomar una “acción preventiva” antes que su salud decaiga debido, sobre todo, a la demencia.
Según expertos, cada vez más personas mayores piensan en la posibilidad del suicidio, a medida que la generación de baby boomers —los nacidos después de la Segunda Guerra Mundial, conocidos por valorar la independencia y la autonomía— llega a una edad más avanzada, en un momento en que la medicina moderna puede prolongar la vida mucho más tiempo que antes.
El grupo se reunió hace unos meses con Dena Davis, profesora de bioética de Lehigh University, que defiende el “suicidio racional”: la idea de que el suicidio puede ser una decisión razonada, y no el resultado de problemas emocionales o psicológicos. Davis, de 72 años, ha dejado claro su deseo de poner fin a su vida en lugar de experimentar el lento declive de la demencia, como le ocurrió a su madre.
El concepto del suicidio racional es muy controversial. Va en contra de muchas normas sociales, convicciones religiosas y morales, y de los esfuerzos de los trabajadores de prevención del suicidio que sostienen que vale la pena salvar una vida.
“Mi preocupación a nivel social es que, si todos estamos de acuerdo en que suicidarse es una forma aceptable y apropiada de proceder, entonces se convierte en una norma social y se vuelve más fácil de realizar, más común”, dijo la doctora Yeates Conwell, psiquiatra especializada en geriatría de la Universidad de Rochester y una de las principales expertas en el suicidio de personas mayores. Según Conwell, esto es particularmente peligroso en el caso de los adultos mayores debido a las actitudes discriminatorias por la edad.
Como sociedad, tenemos la responsabilidad de cuidar a las personas a medida que envejecen, argumentó Conwell. Promover el suicidio racional “crea el riesgo de que las personas mayores se sientan obligadas a usar ese método en lugar de abogar por una mejor atención que aborde sus preocupaciones de otras maneras”.
Una investigación de Kaiser Health News en abril encontró que los estadounidenses mayores —al menos unos centenares por año— se suicidan mientras viven en centros de cuidado de largo plazo o al comenzar esa transición. Muchos de los casos reportados por KHN tuvieron que ver con depresión o enfermedad mental. Lo que no está claro es cuántos de estos suicidios son de personas que ejecutan lo que Davis llamaría una elección racional.
Los expertos en prevención del suicidio sostienen que, aunque es normal pensar en la muerte a medida que envejecemos, la idea del suicidio es señal de que las personas necesitan ayuda. Argumentan que todos los suicidios deben evitarse por la vía de la salud mental, y ayudando a las personas mayores a llevar una vida rica y satisfactoria.
Pero para Lois —la mujer de 86 años que organizó la reunión en Filadelfia— no todos los suicidios de estadounidenses mayores son tragedias. Viuda, sin hijos, Lois dijo que prefería acabar con su vida antes de deteriorarse lentamente, como le ocurrió a su madre después de romperse la cadera a los 90 años. (Lois pidió ser identificada sólo por su segundo nombre, dado lo delicado del tema). En los ocho años que lleva en su comunidad de retiro, Lois dijo haber conocido a otros residentes que piensan lo mismo sobre el suicidio. Pero debido al estigma, las conversaciones generalmente se mantienen en secreto.
Lois insistió en que el grupo se reuniera fuera de la comunidad, en Wegmans, justamente por la naturaleza “subversiva” del tema. Apoyar el suicidio racional, dijo, choca con el espíritu de su comunidad de retiro, donde los adultos mayores hacen la transición de apartamentos independientes a la vida asistida, y a un asilo, a medida que envejecen.
Los adultos mayores pagan mucho dinero para mudarse a esta bucólica comunidad, que incluye una piscina cubierta climatizada, una sala de conciertos y muchos acres de senderos. Se les garantiza vivienda, atención médica, compañía y comodidad por el resto de sus vidas.
“Estamos saboteando eso”, comentó Lois sobre su grupo. “Les decimos muchas gracias, pero eso no es lo que buscamos”.
Carolyn, miembro del grupo de 72 años que pidió que no se revelara su apellido, dijo que viven en un “lugar fabuloso” donde los residentes disfrutan de “mucha independencia”. Pero ella y su esposo, de 88 años, también quieren la libertad de determinar cómo morir. Ella es una enfermera jubilada cuyas ideas se moldearon durante la epidemia del VIH/SIDA. En la década de 1990, creó un programa que enviaba voluntarios a hospicios para trabajar con personas con SIDA, que en ese momento era una sentencia de muerte.
Contó que muchos pacientes guardaban drogas letales en un tocador o mesita de noche. Y le decían: “Cuando esté listo, eso es lo que voy a hacer”. Pero al empeorar su condición, les era imposible llevar a cabo su decisión.
“Vi a demasiada gente que planeaba tener ese final tranquilo y en paz que nunca les llegó. Las pastillas se perdieron y se les pasó el momento en que tenían los medios para acabar con sus propias vidas”, explicó.
Carolyn enfatizó que ella y su esposo no se sienten suicidas, ni tienen un plan específico para morir en una fecha determinada. Pero dijo que mientras su salud se lo permita, quiere conseguir un medicamento letal que le ofrezca la opción de un final en paz.
“Lo ideal sería tener a mano la píldora, el líquido o la inyección”, dijo y añadió que, como ex enfermera, le avergüenza no saber qué medicamento usar o cómo conseguirlo.
Recientemente, Maine se convirtió en el noveno estado en permitir la ayuda médica para morir, lo que permite a algunos pacientes obtener una receta para medicamentos letales. Sin embargo, ese método es solo para personas con una enfermedad terminal, mentalmente competentes, y cuya muerte se espera en un plazo de seis meses.
Los pacientes no elegibles tendrían que acceder a una “consulta clandestina” para obtener medicamentos letales, explicó el doctor Timothy Quill, médico de cuidados paliativos de la Escuela de medicina de la Universidad de Rochester. Quill se hizo famoso en los 90 por admitir públicamente que le dio a una paciente de 45 años con leucemia somníferos para que pudiera poner fin a su vida. Dijo haber hecho lo mismo solo con otro paciente más.
Quill considera el suicidio como una opción para él mismo a medida que envejece. “Probablemente sería un caso clásico. Estoy acostumbrado a controlar mi vida”. Dijo que podría adaptarse a una situación en la que se volviera totalmente dependiente del cuidado de los demás, “pero me gustaría que esa fuera una elección, no una necesidad”.
El suicidio podría ser una opción tan racional como la decisión de terminar con una diálisis, después de lo cual el paciente muere normalmente en un plazo de dos semanas, señaló Quill. Pero añadió que cuando los pacientes mencionan el suicidio, se debería iniciar una conversación seria sobre lo que daría sentido a sus vidas y sus preferencias por la atención médica al final de la vida.
Los médicos no están capacitados para manejar las conversaciones sobre el suicidio racional, señaló la doctora Meera Balasubramaniam, psiquiatra geriátrica de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York quien ha escrito sobre el tema. Dijo que sus ideas están “evolucionando” respecto a si el suicidio de adultos mayores, que no son enfermos terminales, puede ser una opción racional.
“Una escuela de pensamiento es que incluso mencionar la idea de que esto podría ser racional es discriminar por la edad”, dijo. “Es algo a considerar. Pero ignorarlo y no hablar de ello tampoco favorece a nuestros pacientes, que ya lo están hablando y debatiendo entre ellos”.
Balasubramaniam explicó que, en sus conversaciones con los pacientes, explora sus temores sobre el envejecimiento y la muerte, y trata de ofrecer esperanza y afirmar el valor de sus vidas.
Estas conversaciones son importantes porque “el equilibrio entre el deseo de morir y el deseo de vivir es dinámico y cambia frecuentemente, de un momento a otro, de una semana a otra”, dijo Conwell, el experto en prevención del suicidio.
Carolyn, quien tiene tres hijos y cuatro nietos, dijo que las conversaciones sobre el suicidio a menudo se mantienen en secreto por temor a involucrar a un miembro de la familia en un acto que podría ser criminal. Los adultos mayores tampoco quieren meter en problemas a su comunidad de jubilados.
En algunos de los casos reportados por KHN, los centros para adultos mayores han enfrentado multas federales de hasta decenas de miles de dólares por no prevenir los suicidios.
También hay “una atmósfera de silencio en nuestra cultura”, indicó Carolyn. “No querer lidiar con el juicio de los demás, o no querer ofender a alguien por sus creencias, hace que sea difícil tener conversaciones abiertas”.
Carolyn dijo que cuando ella y sus vecinos se conocieron en el café, se sintió reconfortada al romper el tabú.
“Lo más maravilloso de todo fue estar alrededor de una mesa con gente con la que podía hablar del tema, y darme cuenta de que no estamos solos”, apuntó Carolyn. “Compartir nuestros miedos sobre si decidimos usar algo, y no funciona, y te quedas en coma o incapacitada”.
Las personas que intentan suicidarse y sobreviven podrían terminar en un hospital psiquiátrico “con gente vigilándote todo el tiempo, todo lo contrario de lo que estás tratando de lograr”, anotó Quill.
En la reunión, muchas preguntas tenían un sentido práctico, contó Lois.
“Sólo tenemos una oportunidad”, dijo. “Y todos quieren saber qué hacer”.
Davis dijo que no tenía respuestas prácticas. Ella es experta en ética, no en cómo suicidarse.
Investigaciones de opinión pública han mostrado cambios de opinión entre los médicos y el público en general sobre la aceleración de la muerte. A nivel nacional, el 72% de los estadounidenses cree que la ley debería permitir a los médicos poner fin a la vida de un paciente terminal si el paciente y su familia lo solicitan, según una encuesta de Gallup de 2018.
Lois dijo que las actitudes sociales comienzan a cambiar con respecto al suicidio racional, algo que ve como el resultado de un movimiento hacia la autonomía del paciente. Davis dijo que le gustaría ver encuestas sobre cuánta gente comparte esa opinión en todo el país.
“Me parece que debe haber un montón de personas en los Estados Unidos que piensa como yo”, señaló Davis. “Nuestras creencias no se respetan. Nadie dice: “Bien, ¿cómo respetamos y facilitamos las creencias de alguien que quiere suicidarse antes de sufrir demencia?”.
Si tu o alguien que tú conoces habla sobre la posibilidad de suicidarse, llama a la National Suicide Prevention Lifeline al 1-888-628-9454, o utiliza el online Lifeline Crisis Chat en español, ambos disponibles las 24 horas del día, los siete días de la semana.
Las personas de 60 años y mayores pueden llamar a toll-free Friendship Line las 24 horas al 800-971-0016. El IOA también hace llamadas a los adultos mayores que viven solos.