La madre de David Solie, Carol, de 89 años, era inflexible. “No, no me voy a mudar”, le decía a su hijo cada vez que le sugería que se fuera a vivir a una residencia para adultos mayores.
Y eso no era todo. Aunque Carol sufría de la enfermedad de las arterias coronarias, de osteoporosis severa, de fracturas por compresión de la columna vertebral y problemas de equilibrio, no quería ayuda. Cuando Solie contrató personal auxiliar después de una mala caída y una cirugía posterior, su madre los despidió en cuestión de días.
“Para ella era una vergüenza tener a alguien en su casa”, explicó Solie. “Este había sido su dominio por más de 50 años, un lugar donde hacía todo por sí misma y a su manera”.
Conflictos de este tipo a menudo amenazan las relaciones entre padres mayores e hijos adultos justo cuando más se necesita comprensión y apoyo. En lugar de trabajar juntos para resolver los problemas, las familias se enfrentan y dividen, sumidas en el resentimiento y la angustia.
Solie se puso tan nervioso que consideró solicitar en una corte una tutela de adultos: un acuerdo legal que le hubiera dado control sobre los asuntos de su madre. (La situación era complicada porque el hermano de Solie, que tiene síndrome de Down, vivía en la casa familiar). Pero el abogado de Solie le aconsejó no hacerlo porque destruiría la relación con su madre.
Hoy, Solie, consultor de atención de salud y escritor que tiene un prestigioso blog sobre envejecimiento, repite lo mismo cuando aconseja a los hijos adultos que cuidan de sus padres. La prioridad debe ser mantener la confianza y la relación intacta, sugiere, y olvidarse de querer ganar las discusiones. Lo que tus padres necesitan es la seguridad de que los escucharás, tomarás en serio sus preocupaciones y permanecerás a su lado pase lo que pase, dice.
La forma en que los hijos adultos se comunican con los padres puede contribuir en gran medida a aliviar las tensiones, señala Solie. En lugar de decirle a tu padre o a tu madre lo que tienen que hacer, pregúntales cómo prefieren resolver los problemas. Ten en cuenta sus prioridades y reconoce sus valores cuando hagas sugerencias. Dales opciones siempre que sea posible. Mantente en sintonía con sus necesidades y temores no expresados.
Cuando el doctor Lee Lindquist, jefe de geriatría de la Escuela de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, les preguntó a 68 adultos mayores en ocho grupos de enfoque por qué se resistían a recibir ayuda, escuchó una variedad de respuestas. Dijeron que temían perder su independencia, convertirse en una carga para sus seres queridos, que se aprovecharan de ellos y que les daba miedo renunciar al control de sus vidas.
Cuando se les preguntó qué podría marcar la diferencia, los adultos mayores dijeron que les gustaba la idea de la “interdependencia”, es decir, reconocer que las personas se necesitan unas a otras desde la infancia hasta la vejez. Y les ayudaba pensar que “al aceptar ayuda, estaban a su vez ayudando a la persona que la proporcionaba”, según el estudio de Lindquist, publicado el año pasado en el Journal of the American Geriatrics Society.
Desafortunadamente, ni la paciencia, ni la compasión, ni la tolerancia dan resultado en algunas circunstancias conflictivas. Pero éstas son algunas de las cosas que los expertos han aprendido:
Ten paciencia. Dale tiempo a tus padres para que se adapten. Al principio, Lillian Wolf, de 87 años, madre de Jane Wolf Frances, se negaba a mudarse con el padre de Jane de Nueva York al área de Los Angeles, donde vivía Frances, su única hija.
Aunque Lillian padecía de Alzheimer y Frances pensaba darles a sus padres su casa de una planta, “me frenaba el temor de que mi madre perdiera algo esencial para ella”, dijo.
Después de tres años de cuidado, Frances había aprendido a no presionar a sus padres. Sabía que estaban más lentos, y que necesitaban tiempo para procesar el cambio.
Así que Frances esperó hasta que el asistente de salud en el hogar de sus padres llamó con la preocupación sobre su capacidad para vivir de manera independiente. Después de tratar el tema con el médico, Frances habló de nuevo con su madre. El cambio a la vida asistida sería un nuevo comienzo que permitiría a la familia pasar más tiempo juntos, le dijo. Luego de varias conversaciones, su madre finalmente aceptó.
Frances es psicóloga, autora del libro “Parenting Our Parents: Transforming the Challenge Into a Journey of Love” (Siendo padres de nuestros padres: transformando el desafío en un camino de amor) y fundadora de www.parentingourparents.org. Frances aconseja a las familias que mantengan la calma cuando surjan desacuerdos con sus padres y que controlen las emociones. Pide que se escuchen atentamente las preocupaciones de los padres y que se les deje claro que se está tratando de ayudarlos, no de imponer una agenda.
“A veces es bueno decirles a tus padres: ‘Esto lo hago por ti; me gustaría que hicieras algo por mí'”, señaló Frances. “Los buenos padres preguntan: ‘OK, ¿qué puedo hacer por ti? Entonces, puedes decirles: ‘Puedes dejar que te ayude más’”.
Hazles saber que estás de su lado. Denise Brown estaba convencida que sus padres, Roger y Sally Loeffler, estaban tomando una terrible decisión. El año anterior, Roger, de 84 años, había sido diagnosticado y operado de cáncer de vejiga y de próstata. Sally, de 81 años, había sufrido tres hemorragias internas y le habían extirpado un tercio del estómago.
Brown no creía que pudieran seguir viviendo solos, y sus padres se habían mudado a una comunidad de retirados por recomendación suya. Pero entonces, en una reunión familiar, su madre se puso de pie y dijo: “No me voy a morir en este basurero. Odio este lugar”. Cuando Brown y sus hermanos miraron a su padre, éste dijo: “Voy a hacer lo que mamá quiera”.
Cuando sus padres decidieron mudarse a un apartamento, Brown se les enfrentó. “Levanté la voz y dije: ‘No es una buena idea, es terrible'”, contó. “Estaban sorprendidos, pero dijeron: ‘No importa; es lo que vamos a hacer'”.
Cuando Brown evaluó su reacción, se dio cuenta que era ella quien pensaba que sus padres estarían más seguros y tendrían una muerte más “amable” en la comunidad de retirados: “Pero eso no era lo que mis padres querían. Ellos valoraban su independencia. Es su decisión cómo vivir el final de su vida”.
Brown les dijo que respetaría sus deseos pero que necesitaba establecer límites. Su trabajo —Brown es la fundadora de http://www.CareGiving.com— tenía que ser una prioridad, y sus padres tendrían que buscar ayuda si ella no estaba disponible. (Los dos hermanos y la hermana de Brown también ayudan). Y tendrían que estar dispuestos a hablar abiertamente sobre cómo la afectaban sus decisiones.
Lo que no funciona: tratar de comunicarse cuando uno de ellos está cansado o enojado. “Nunca llegamos a ninguna parte”, dijo Brown. “Todo el mundo se pone a la defensiva y se cierra”.
Lo que sí funciona: “Hacerles preguntas, por ejemplo: ¿cómo crees que deberíamos tratar de resolver este problema? Es interesante escuchar sus respuestas, y hace que trabajar juntos sea mucho más fácil”.
Deja de esperar que tus padres sean los de antes. Después de la muerte de su padre, Loi Eberle se angustió cuando su madre, Lucille Miller, comenzó una relación con un hombre que a ella y a sus hermanos no les gustaba. Por consejo de este hombre, Miller invirtió en bienes raíces y perdió una gran cantidad de dinero.
Pero nada de lo que dijeron Eberle o sus hermanos pudo convencer a su madre de que esta relación era destructiva.
Eberle luchó con el resentimiento y la ira mientras las necesidades de su madre aumentaban después de un ataque cardíaco y un diagnóstico de miastenia, una grave enfermedad neurológica. “Mamá y yo tuvimos esta relación de amor/odio toda mi vida, y había una gran necesidad de sanación en nuestra relación”, dijo.
En 2012, Eberle trasladó a Miller, que entonces tenía 89 años, de su antiguo hogar en Minneapolis a una residencia para personas mayores en el norte de Idaho, cerca de donde vive Eberle. Gradualmente, se dio cuenta que su madre “había cambiado, era alguien diferente”, alguien vulnerable y que estaba al final de su vida.
“Creo que durante mucho tiempo pensé que iba a ayudar a mi mamá a que volviera a ser la persona de antes, pasé mucho tiempo tratando de hacerlo”, contó Eberle. “Finalmente tuve que perdonarme por el fracaso y entender que así es el proceso de la vida”.
Con este cambio de perspectiva, la tensión emocional se disipó. “Cuando me visitaba, mi madre siempre se alegraba mucho de verme”, dijo Eberle. Miller murió en marzo de 2017, a los 94 años.
Dejar de lado expectativas poco realistas puede desactivar los conflictos. Esta es la etapa final del camino con tus padres. Trata de dejar la angustia a un lado y ayuda a que este tiempo sea positivo para ellos y para ti. Por encima de todo, tus padres quieren sentirse emocionalmente conectados y aceptados, incluso cuando las capacidades disminuyen.