Los hospitales en gran parte del país están tratando de hacer frente a un número sin precedentes de pacientes con COVID-19.
El lunes 30 de noviembre hubo 96,039 internaciones a lo largo del país, un récord alarmante que supera con creces los dos picos anteriores en abril y julio de poco menos de 60,000 pacientes hospitalizados.
Pero las camas y el espacio no son la principal preocupación. Es la fuerza laboral. A los hospitales les preocupa que los niveles de personal no puedan satisfacer la demanda, ya que los médicos, enfermeras y especialistas, como los terapeutas respiratorios, se agotan o, peor aún, se infectan y enferman.
La solución típica para la escasez de personal (contratar médicos de afuera) ya no es la solución, a pesar de que ayudó a aliviar la tensión al principio de la pandemia, cuando el primer aumento de casos se concentró en un puñado de “puntos calientes” como Nueva York, Detroit, Seattle y Nueva Orleans.
Reclutar esos refuerzos temporales también fue más fácil en la primavera porque los hospitales fuera de esas primeras ciudades afectadas estaban atendiendo a menos pacientes de lo normal, lo que llevó a despidos masivos.
Eso hizo que muchas enfermeras cesantes no dudaran en viajar a otra ciudad y ayudar en otro frente de batalla.
En muchos casos, los hospitales compitieron por las enfermeras itinerantes y las tasas de pago de las enfermeras temporales se dispararon. En abril, el Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt en Nashville, Tennessee, tuvo que aumentar el salario de algunas enfermeras del personal, que ganaban menos que las temporales recién llegadas.
En la primavera, estas enfermeras que viajaron a las “zonas calientes” no solo recibieron mejores salarios. Muchas contaron lo gratificante que fue salvar vidas en una pandemia histórica, estar cerca de pacientes que morían lejos de su familia.
“Era realmente una zona caliente, no nos sacábamos el equipo de protección y todos los que ingresaban eran COVID positivos”, contó Laura Williams, de Knoxville, Tennessee, quien ayudó a inaugurar el Ryan Larkin Field Hospital en la ciudad de Nueva York.
“Trabajaba seis o siete días a la semana, pero me sentí muy realizada”.
Después de dos meses agotadores, Williams regresó en junio a su trabajo de enfermería en el Centro Médico de la Universidad de Tennessee. Durante un tiempo, el frente de COVID se mantuvo relativamente tranquilo en Knoxville.
Pero luego golpeó la segunda ola. Y ha habido hospitalizaciones récord en Tennessee casi todos los días: aumentaron un 60% en el último mes.
Los funcionarios de salud informan que es mucho más difícil encontrar médicos suplentes.
Tennessee ha construido sus propios hospitales de campaña para manejar el desborde de pacientes: uno se encuentra dentro de las antiguas oficinas del periódico Commercial Appeal en Memphis y otro ocupa dos pisos sin usar en el Nashville General Hospital.
Pero si fueran necesarios en este momento, el estado tendría problemas para encontrar médicos y enfermeras para administrarlos porque los hospitales ya están luchando para cubrir las camas que tienen.
“La capacidad hospitalaria depende casi exclusivamente de la dotación de personal”, explicó la doctora Lisa Piercey, quien dirige el Departamento de Salud de Tennessee. “Las camas no son el problema”.
Cuando se trata de dotación de personal, el coronavirus crea un desafío extremo.
A medida que el número de casos alcanza nuevos picos, un número récord de empleados del hospital tienen COVID-19 o se ven obligados a dejar de trabajar porque tienen que ponerse en cuarentena después de una posible exposición.
“Pero aquí está la trampa”, dijo el doctor Alex Jahangir, que preside el grupo de trabajo sobre el coronavirus de Nashville. “No se infectan en los hospitales. De hecho, los hospitales en su mayor parte son bastante seguros. Se están infectando en la comunidad”.
Algunos estados, como Dakota del Norte, ya han decidido permitir que las enfermeras con COVID positivo sigan trabajando mientras se sientan bien, una medida que ha generado una reacción violenta.
La escasez de enfermeras es tan aguda que algunos puestos de enfermeras itinerantes pagan un salario de $8,000 a la semana. A algunas enfermeras y médicos jubilados se les pidió que consideraran regresar a la fuerza laboral al comienzo de la pandemia, y al menos 338 de 65 años o más murieron de COVID-19.
En Tennessee, el gobernador Bill Lee emitió una orden de emergencia que flexibiliza algunas restricciones regulatorias sobre quién puede hacer qué dentro de un hospital, dándoles más flexibilidad al personal.
La doctora Jessica Rosen es médica de emergencias en St. Thomas Health en Nashville, donde tener que derivar pacientes a otros hospitales era algo raro. Dijo que ahora es algo común.
“Tratamos de enviar ambulancias a otros hospitales porque no tenemos camas disponibles”, expresó.
Incluso los hospitales más grandes de la región se están llenando. La primera semana de diciembre, el Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt abrió espacio en su hospital infantil para pacientes que no tenían COVID. Su hospital de adultos tiene más de 700 camas. Y como muchos otros hospitales, ha enfrentado el desafío de dotar de personal a dos unidades de cuidados intensivos, una exclusivamente para pacientes con COVID y otra para todos los demás.
Y los pacientes vienen de lugares tan lejanos como Arkansas y el suroeste de Virginia.
“La gran mayoría de nuestros pacientes que ahora están en la unidad de cuidados intensivos no ingresan a través de nuestro departamento de emergencias”, dijo el doctor Matthew Semler, neumonólogo en VUMC que trabaja con pacientes con COVID.
“Los transfieren a este centro, que está a horas de distancia, porque no hay capacidad en ningún otro”.
Semler dijo que su hospital normalmente traía enfermeras de fuera de la ciudad para ayudar. Pero ya no hay.
Los grupos de proveedores nacionales todavía están enviando personal, aunque cada vez más significa dejar a otro lugar con menos trabajadores. El doctor James Johnson, de la empresa de servicios médicos Envision, con sede en Nashville, ha desplegado refuerzos en Lubbock y El Paso, Texas.
Con esta crisis, la limitación no serán los ventiladores o el equipo de protección, dijo. En la mayoría de los casos, será la fuerza laboral médica. El poder de la gente.
Johnson, veterano de la Fuerza Aérea que trató a soldados heridos en Afganistán, dijo que está más concentrado que nunca en tratar de levantar la moral de los médicos y evitar el agotamiento. En general, es optimista, especialmente después de servir cuatro semanas en la ciudad de Nueva York al comienzo de la pandemia.
“Lo que experimentamos en Nueva York, y desde entonces, muestra que la humanidad está a la altura de las circunstancias”, dijo.
Pero Johnson agregó que los sacrificios no deberían provenir solo de los trabajadores de salud. Todos son responsables de tratar de evitar que los demás, y ellos mismos, se enfermen en primer lugar, dijo.
Esta historia es parte de una colaboración que incluye Nashville Public Radio, NPR y Kaiser Health News.