En medio de un proyecto de trabajo en una empresa de consultoría corporativa global, Katherine Switz sufrió un ataque de ansiedad. Su cuerpo se congeló, su corazón se aceleró, su pecho se apretó y su mente se quedó en blanco, lo que le impidió concentrarse en la pantalla de la computadora y hacer su trabajo.
La ansiedad duró tres meses, y al parecer estuvo relacionada con su trastorno bipolar. Durante ese tiempo, fue incapaz de pedir ayuda a sus empleadores o a sus compañeros de trabajo, por miedo a que la despidieran, o no la promocionaran, por su bajo rendimiento.
“No sabía cómo pedir ayuda. No sabía qué hacer”, dijo Switz, de 48 años, quien trabajaba como consultora asociada en negocios en Washington, DC, cuando ocurrió el episodio.
Mientras que un diagnóstico de cáncer puede generar simpatía en el trabajo y la oferta de comidas preparadas para ayudar a la familia, admitir un trastorno psicótico puede provocar juicio, miedo y evasivas entre los compañeros de trabajo. Pero, incluso si no se habla mucho de estas enfermedades, 1 de cada 5 adultos en el país sufre un trastorno de salud mental, y 1 de cada 22 adultos vive con una enfermedad mental grave, como esquizofrenia, depresión grave o trastorno bipolar, según el Instituto Nacional de Salud Mental.
El Americans With Disabilities Act de 1990 prohíbe la discriminación contra las personas con discapacidades. La ley incluye ciertas afecciones de salud mental, y requiere que los empleadores proporcionen las comodidades necesarias para ayudar a sus empleados afectados a hacer su trabajo. Algunos empleadores también ofrecen apoyo de salud mental a los empleados a través de programas de asistencia, conocidos como EAP, que brindan servicios de asesoramiento a corto plazo y derivaciones a tratamientos por adicciones, entre otros.
Pero incluso con esas protecciones federales y los programas que ya establecieron algunas compañías, muchos empleados son reacios a pedir ayuda en sus trabajos. Se estima que 8 de cada 10 trabajadores con una condición de salud mental no reciben tratamiento debido a la vergüenza y el estigma vinculados a estas condiciones, según la National Alliance of Mental Illness.
Como resultado, aumenta la presión sobre los empleadores para que adopten mejores estrategias para lidiar con la salud mental.
California tomó nota y el año pasado aprobó una legislación que lo ha convertido en el primer estado en establecer estándares voluntarios para la salud mental en el lugar de trabajo.
Bajo la nueva ley, el estado creará pautas para ayudar a las empresas a fortalecer el acceso a la atención de salud mental para sus empleados, y reducir el estigma.
La medida tiene como objetivo equiparar la estrategia de salud mental en el lugar de trabajo a la que empleadores ya promueven con la salud física, de modo que un empleado con síntomas graves de salud mental se sienta cómodo, por ejemplo, tomando una licencia médica, tal como lo haría una persona con cáncer durante los períodos de tratamiento y recuperación.
La ley se inspiró en el grupo sin fines de lucro de California One Mind at Work. La organización había desarrollado una carta de principios de salud mental para guiar a las empresas. Pero debido a que la ley no tiene ángulos regulatorios, es posible que algunas compañías no entiendan cómo invertir en salud mental los volverá más competitivos en el mercado.
One Mind at Work ofrece una herramienta: una calculadora en línea para estimar cuánto dinero está perdiendo la empresa al no abordar la salud mental. La pérdida anual estimada de ganancias ligadas a afecciones de salud mental es de al menos $190 mil millones en todo el país, especialmente debido al ausentismo y a la pérdida de productividad.
“Queremos mostrar pruebas económicas tangibles de que mejorar la salud mental en el lugar de trabajo es bueno para los negocios”, dijo Garen Staglin, cofundador de One Mind at Work, quien también es inversionista de capital privado.
El enfoque está funcionando.
Sutter Health, Bank of America, Walgreens, Levi Strauss & Co. y el estado de California son algunos de los empleadores que han firmado el estatuto de One Mind y han comenzado a incluir estrategias para abordar el bienestar mental.
Algunas compañías ofrecen entrenadores de salud, capacitación en concientización sobre salud mental para gerentes y grupos de apoyo en el lugar de trabajo, con la esperanza de crear una atmósfera de comprensión, para que las personas se sientan cómodas hablando de sus condiciones y pidiendo ayuda.
Algunos incluso tienen servicios de meditación en la oficina, y centros de bienestar para ayudar a los empleados a acceder a recursos de salud mental, como sesiones de asesoramiento gratuitas, consejería financiera y aplicaciones móviles que enseñan técnicas de control del estrés.
Hace poco, Levi Strauss & Co., con sede en San Francisco, dio a los empleados acceso a asesoramiento inmediatamente después de emergencias en el trabajo. Y Sutter Health está creando un curso en línea de concientización sobre la salud mental para todos los empleados, que resaltará lo que es vivir con una enfermedad mental.
Otra forma en que las empresas han estado trabajando para apoyar a los empleados es presionando a sus aseguradoras para que ofrezcan una gama más sólida de beneficios de salud mental.
“Los empleadores a menudo pueden sentir que están a merced de los planes de salud. Pero los empleadores tienen el poder del bolsillo”, dijo Angela Kimball, CEO interina de la National Alliance of Mental Illness. “Tienen una enorme capacidad para cambiar el mercado simplemente exigiendo algo mejor”.
Switz ahora vive en Seattle y es directora ejecutiva de Stability Network, una organización sin fines de lucro que fundó con la meta de reducir el estigma de salud mental en el lugar de trabajo. La red está compuesta por un grupo de profesionales que hablan públicamente sobre cómo es vivir y trabajar conviviendo con una enfermedad mental.
Durante la lucha de tres meses con su ansiedad, Switz recibió una pobre evaluación de su desempeño y estuvo a punto de perder su trabajo. Le dieron tres meses para cambiar las cosas.
Fue asignada a un proyecto más enfocado que le facilitó el manejo de su ansiedad. Además, los síntomas comenzaron a desaparecer por sí solos, lo que le permitió funcionar como siempre, a su mejor nivel.
Switz dijo que sabe que otras personas con afecciones mentales no son tan afortunadas y son despedidas porque no obtienen la ayuda que necesitan.
“A veces, la gente necesita pedir un tratamiento especial para mejorar”, dijo. “Y creo que eso asusta muchísimo a los demás”.
Esta historia de KHN fue publicada primero en California Healthline, un servicio de la California Health Care Foundation.