En todo el país, médicos, enfermeras y otros profesionales de salud han permanecido callados sobre lo que ya se define como una epidemia de violencia… contra ellos.
Los arrebatos violentos provienen de los mismos pacientes y de sus familias. Y durante años, se han considerado como un “efecto secundario” del trabajo en salud.
Cuando una persona llega al departamento de emergencias de la Clínica Cleveland, ya sea como paciente, familiar o amigo, una señal grande dirige a los visitantes hacia un detector de metales.
Un oficial inspecciona todas las bolsas y carteras, y luego indica que la persona camine a través del detector de metales. En algunos casos, se usa una vara de metal, incluso en pacientes que llegan en camilla. Los funcionarios de la clínica dicen que confiscan miles de armas al año: cuchillos, gas pimienta y pistolas. Los detectores de metales se instalaron en respuesta a lo que el CEO Tom Mihaljevic llama una epidemia.
“Hay un problema muy fundamental en la atención médica de los Estados Unidos del que muy pocas personas hablan”, dijo, “y es la violencia contra los trabajadores de salud. Literalmente a diario, cada día, estamos expuestos a arrebatos violentos, en particular en las salas de emergencia”.
Muchos trabajadores de salud dicen que el abuso físico y verbal proviene principalmente de pacientes, algunos porque están desorientados debido a una enfermedad o medicamentos. A veces, el abusador es un miembro de la familia, furioso y frustrado porque un ser querido está muy enfermo.
La Clínica Cleveland ha introducido otras medidas de seguridad, como botones de pánico inalámbricos insertados en las tarjetas de identificación, y más cámaras de seguridad y agentes de civil en las salas de emergencia.
Pero estos incidentes no se limitan a zonas de urgencias.
Allysha Shin es enfermera registrada en la unidad de cuidados intensivos de neurociencia en el Hospital Keck de la Universidad del Sur de California en Los Ángeles. Uno de los incidentes más violentos que ha experimentado sucedió cuando estaba cuidando a una paciente que tenía una hemorragia cerebral.
La mujer ya había atacado a otro empleado, por lo que había estado atada a la cama, dijo Shin. Pero se logró soltar, y la pateó y golpeó en el pecho, antes de lanzarle un puñetazo a la cara.
“Hubo un momento en el que perdí el balance, pero pude esquivar el golpe. Si no lo hubiera esquivado, podría haberme noqueado”, dijo Shin. “Y muy bien podría haberme matado”.
El momento dejó a Shin conmocionada y ansiosa, incluso cuando volvió a trabajar días después. Todavía le vuelven imágenes de la agresión.
Shin contó que antes solía tener miedo de hablar sobre este tipo de ataques, por lo que ella define como una cultura de aceptar la violencia en la mayoría de los hospitales. “Se espera que vayas a recibir una paliza de vez en cuando”, dijo.
Según la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA), los incidentes de violencia grave en el lugar de trabajo son cuatro veces más comunes en la atención médica que en la industria privada. Y una encuesta realizada por el Colegio Americano de Médicos de Emergencia en agosto encontró que casi la mitad de los médicos de emergencia respondieron que habían sido agredidos físicamente. Más del 60% dijo que el asalto había ocurrido en el último año.
Los grupos que representan a médicos y enfermeras dicen que, si bien las mejoras de seguridad que algunos hospitales han implementado voluntariamente son un buen primer paso, se debe hacer más.
Aún hay un código de silencio en la atención médica, dijo Michelle Mahon, representante del sindicato National Nurses United. “¿Qué pasa si lo reportan?”, se preguntó. “En algunos casos, desafortunadamente, se los trata como si fueran ellos o ellas los que no saben cómo hacer su trabajo. Se los culpa de que haya sucedido”.
“Hay mucho enfoque en las técnicas para desacelerar y controlar el momento violento”, agregó Mahon. “Esas son herramientas útiles, pero a menudo se usan para culpar a los trabajadores”.
En California, el sindicato de enfermeras presionó por una ley que otorgue a OSHA más autoridad para monitorear la seguridad del hospital. El grupo ahora está respaldando un esfuerzo nacional para hacer lo mismo. “El estándar que estamos recomendando a nivel federal responsabiliza al empleador”, dijo Mahon. “Se exige el reporte de incidentes y transparencia”.
La Ley de Prevención de la Violencia en el Lugar de Trabajo para Trabajadores de Servicios Sociales y de Salud, presentada el otoño pasado en el Congreso, requeriría que los hospitales implementen planes para prevenir la violencia. Y cualquier hospital podría enfrentar multas por no informar incidentes a OSHA, dijo Mahon.
El objetivo de la legislación, y del sindicato, es responsabilizar a los administradores por los actos de violencia en sus hospitales.
Esta historia es parte de una asociación que incluye a Ideastream, NPR y Kaiser Health News.