Dawn Nagel, quien es enfermera del Hospital St. Joseph en Orange, California, sabía que iba a tener un día ajetreado, con más de una docena de pacientes mostrando signos de septicemia, incluyendo. Entre ellos: un mecánico de 61 años con diabetes; un adulto mayor recuperándose de una neumonía. Una nueva mamá cuyo recuento de glóbulos blancos se había disparado después de dar a luz.
Nagel es parte de una nueva generación de enfermeras dedicadas al cuidado de pacientes con septicemia o sepsis, una condición que pone en peligro la vida y que ocurre cuando el esfuerzo del organismo por combatir una infección causa una inflamación generalizada. La enfermera tiene una misión clara: identificar y tratar a esos pacientes rápidamente para minimizar el riesgo de muerte. Nagel administra antibióticos, extrae sangre para pruebas, da fluidos y monitorea de cerca los conteos, todo en un horario muy ajustado.
“Somos la última línea de defensa”, dijo Nagel. “Estamos aquí para salvar vidas. Si no los monitoreamos de cerca, podrían enfermarse y sufrir falla orgánica antes de que sepamos que tienen septicemia”.
La sepsis es la principal causa de muerte en los hospitales de los Estados Unidos, según Sepsis Alliance, un grupo nacional de defensa con sede en San Diego, California. Más de un millón de personas sufren de septicemia severa cada año en el país, y hasta el 50% muere a causa de ella. También es una de las condiciones más caras de tratar para los hospitales, con un costo de $24 mil millones anuales.
La mayoría de los hospitales de los Estados Unidos tienen programas destinados a reducir la septicemia, pero pocos han designado enfermeras y coordinadores de sepsis como St. Joseph’s. Eso debe cambiar, dijo Tom Ahrens, que forma parte del consejo asesor de Sepsis Alliance.
“Desde el punto de vista clínico, desde los costos, tiene un gran impacto”, dijo Ahrens, científico investigador del Barnes-Jewish Hospital en St. Louis.
Las normas federales recientes podrían ayudar a fomentar este cambio: en 2015 los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid (CMS) comenzaron a requerir a los hospitales que midieran e informaran sobre sus esfuerzos de tratamiento de la septicemia. Entre ellos, deben asegurarse de que ciertos pasos se hayan completado dentro de las primeras tres horas después de que se identifique la sepsis, incluyendo la obtención de hemocultivos, administración de líquidos intravenosos y que los pacientes comiencen un tratamiento con un antibiótico de amplio espectro.
La sepsis es difícil de diagnosticar, pero si se detecta a tiempo, puede tratarse con eficacia. De no ser así, los pacientes corren el riesgo de sufrir shock séptico, lo que puede conducir a la falla orgánica y la muerte.
St. Joseph Hoag Health, un sistema médico integrado en el condado de Orange, California, que opera St. Joseph y otros seis hospitales, comenzó a emplear enfermeras dedicadas a casos de septicemia en todo el sistema en 2015. Hoag Hospital en Newport Beach y su instalación hermana homónima en Irvine fueron los primeros en probar a las enfermeras hace unos siete años, y otros cuatro hospitales han seguido el ejemplo desde entonces.
Los hospitales del sistema sanitario St. Joseph Hoag tratan aproximadamente 8.000 casos de septicemia cada año, con un costo de $130 millones, según indica el doctor Andre Vovan, un médico de cuidados agudos que supervisa los programas contra la sepsis de St. Joseph Hoag.
El sistema de salud también creó listas de control de la atención de la sepsis y una aplicación móvil para ayudar a coordinar la atención de los pacientes en riesgo. Pero las enfermeras están en el centro de la iniciativa. Ellas conocen la sepsis como “la palma de sus manos”, dijo Vovan. “Su familiaridad les permite hacerlo más rápido”.
La velocidad es crítica en la sepsis: la evidencia demuestra que los pacientes que reciben tratamiento rápidamente tienen más probabilidades de sobrevivir.
“Es mucho más fácil dar a alguien agua salada y antibióticos. Es mucho más difícil cuando están en terapia intensiva y están tratando de sacarlos de un ventilador artificial”, dijo Cecille Lamorena, quien está a cargo de las enfermeras de sepsis en el Hospital St. Joseph.
Estas enfermeras dan a las familias una idea de qué esperar, tanto durante la hospitalización de los pacientes como después del alta, dijo Vovan.
“Queremos que las familias comprendan que sólo porque sobreviven a la sepsis, no significa que puedan llegar a casa y correr un maratón”, dijo Vovan. “Puede llevar semanas o meses recuperarse”.
Las enfermeras y los coordinadores de la septicemia también sirven como expertos en el sitio para asegurar que otros sigan las normas requeridas, dijo el doctor David Carlbom, director médico del Harborview Medical Center en Seattle. Rosemary Mitchell Grant, coordinadora de las enfermeras, educa al personal y registra los datos recolectados a través de los registros médicos. También lleva adelante proyectos para mejorar los resultados y ayuda a organizar una conferencia anual sobre septicemia.
“Los hospitales que no tienen un enfoque sistemático podrían atrasarse en el reconocimiento de la sepsis”, dijo Carlbom, señalando que las enfermeras ocupadas de la atención aguda podrían dejar pasar signos sutiles.
El esfuerzo de St. Joseph Hoag Health parece estar funcionando. De 2015 a 2016, la tasa de mortalidad por sepsis/shock severo de todos sus hospitales se redujo de 15% a 12%, y de 12% a 9% para todos los casos de sepsis, dijo Vovan. El tiempo que los pacientes permanecen en los hospitales del sistema de salud también está disminuyendo, dijo. En el Hospital St. Joseph en Orange, el número de pacientes que entraron en shock séptico cayó un 50% en el mismo período de dos años, dijo Lamorena.
El programa de sepsis cuenta con el apoyo de médicos, entre ellos el doctor Matthew Mullarky, médico de urgencias de St. Joseph. Mullarky dijo que confía en las enfermeras especializadas del hospital para ayudar a encontrar y seguir a los pacientes que están en riesgo. “Con el conocimiento que tienen, aseguran que estemos avanzando en la dirección correcta rápidamente”, dijo Mullarky. “Estos pacientes están tan abrumadoramente enfermos”.
En los hospitales de la red de St. Joseph Hoag, siempre hay una enfermera dedicada a la sepsis en servicio. Dawn Nagel dijo que, en el Hospital St. Joseph, donde trabaja, “a veces siento que deberíamos ser tres”.
Nagel sopesa varios factores a medida que intenta identificar a los pacientes en riesgo. Ella busca señales de que están empeorando: una caída en la presión arterial, confusión, aumento de la frecuencia cardíaca, un alto recuento de glóbulos blancos. Y como la sepsis es una respuesta a la infección, ella quiere saber si hay una. La neumonía y las infecciones del tracto urinario son las más comunes.
Nagel, que ha trabajado como enfermera en St. Joseph por 18 años, parece conocer a todo el mundo que pasa por los pasillos. Pasa el día saltando entre la sala de emergencias, la sala de maternidad y el área médico-quirúrgica. Ella se presenta en donde se la necesita, llevándole una almohada extra a un paciente, o colocando una vía intravenosa.
La enfermera tiene un archivo por cada paciente. Todos los posibles pacientes con septicemia se monitorean durante al menos 24 horas, durante las cuales reciben visitas de la enfermera de sepsis. El teléfono de Nagel suena constantemente, enfermeras y médicos preguntándole si puede revisar a los pacientes. También recibe alertas en la aplicación de sepsis en su celular. Cuando se reúne con los pacientes, les entrega un folleto explicativo sobre la septicemia y ella misma responde preguntas.
Una tarde de mayo, Nagel visitó a Donald Hammock, de 82 años. El paciente ya estaba siendo tratado por sepsis con líquidos y antibióticos, y Nagel quería asegurarse de que estaban funcionando. “Sólo soy otro par de ojos para asegurarme de que está mejorando, no empeorando”, le dijo. “Soy como tu niñera de la infección”.
Hammock dijo que estaba contento por la atención extra. Había sido tratado por sepsis severa en 2011 después de un pico de fiebre, y su presión arterial había caído precipitadamente. En ese momento, dijo Hammock, no sabía nada de la enfermedad. “Podría haber muerto ahí mismo”.
“Me alegro que estés aquí”, respondió Nagel. “Como usted sabe, puede caer realmente enfermo por la sepsis.”
Después de un rápido examen, Nagel le dijo a Hammock que sus signos vitales parecían estar estables, que estaba alerta y que sus pulmones sonaban claros. “Se ve bien”, dijo.
Ella lo tachó de su lista y se dirigió a la habitación de al lado.