Michael Miller, de 44 años, hace lo que la mayoría de los fumadores hacen para proteger a sus hijos del humo de sus Marlboro Ultra Lights. Lo saca de su hogar.
Después de su café de las 7 de la mañana, sale de su casa en Cincinnati para fumar su primer cigarrillo del día. Luego, como gerente en una empresa de construcción de seguridad vial, fuma docenas más en las calles.
El tabaco nunca aparece cuando Miller está entrenando en el campo de béisbol o de fútbol o cuando está en el auto con sus hijos. Pero cuando está solo en la carretera, a veces baja las ventanillas y enciende un cigarrillo.
“Sé que los cigarrillos son malos”, aseguró Miller. “Sé que tengo que dejar de fumar”.
Nuevos hallazgos ponen de relieve los esfuerzos de la comunidad científica por identificar los peligros potenciales de otro subproducto de los cigarrillos, que pueden burlar las precauciones de Miller y afectar a sus hijos: el “humo de tercera mano”.
Un estudio publicado en la revista Tobacco Control encontró altos niveles de nicotina en las manos de los niños que conviven con fumadores, lo que genera preocupación por el llamado humo de tercera mano, nombre dado a la nicotina y otros residuos químicos que se desprenden de cigarrillos y cigarros, y que pueden adherirse a la piel, ropa, alfombras y paredes. Esta delgada pátina de químicos puede adherirse a una persona por el tacto o cuando se libera por cualquier alteración en el aire, por ejemplo, el viento que entra por una ventana abierta.
Los investigadores examinaron a 25 niños que llegaron a salas de emergencia con problemas respiratorios asociados con la exposición al humo de segunda mano (el que inhalan involuntariamente al estar cerca de personas que fuman).
Los científicos descubrieron que el nivel promedio de nicotina en las manos de los niños era más de tres veces mayor que el nivel de nicotina detectado en las manos de los adultos que no fuman y que viven con fumadores. También destacaron que la nicotina en la piel de un no fumador es un buen indicador para medir la exposición al humo de tercera mano.
“Debido a que la nicotina es específica para el tabaco, su presencia en las manos de los niños puede servir como un indicador de la contaminación por el humo del tabaco en su entorno cotidiano”, escribieron los investigadores.
También encontraron que todos los niños, excepto uno, tenían en su saliva niveles detectables de cotinina, un biomarcador para la exposición a la nicotina. Todos los niños que participaron del estudio tenían padres que fumaban, pero ellos mismos no eran fumadores.
Melinda Mahabee-Gittens, autora principal del estudio, dijo que las lecturas altas de nicotina en las manos de los niños, junto con los hábitos de “fumar ligero” de la mayoría de sus padres, fueron un indicador de que estas toxinas podrían haber llegado a las manos de los niños de una fuente distinta al humo directo.
“Es obvio que las están recibiendo de algún lugar, y tal vez puede ser esta conexión con el humo de tercera mano”, dijo Mahabee-Gittens.
Los niños corren un riesgo mayor de desarrollar complicaciones de salud a causa del humo de tercera mano. Los bebés tienden a pasar más tiempo dentro de las casas y pueden estar rodeados de objetos contaminados como alfombras y mantas, según revela un estudio de 2004 escrito por Georg Matt, profesor de psicología en la Universidad Estatal de San Diego y coautor del estudio, quien ha investigado el humo de tercera mano. La propensión de un niño a poner sus manos en la boca aumenta la probabilidad de que chupen o traguen estos residuos tóxicos.
El humo de tercera mano puede permanecer en un área mucho después de que un cigarrillo o un cigarro se extingue, hasta por cinco años, dijo Matt.
“El humo del tabaco no sube al aire y desaparece”, dijo Matt. “Esa es la ilusión”.
Las consecuencias negativas para la salud del humo de segunda mano están bien establecidas.
Los investigadores de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) calculan que, desde 1964, al menos 2,5 millones de no fumadores han muerto por enfermedades relacionadas con su exposición al humo del cigarrillo.
Por el contrario, la investigación sobre el humo de tercera mano ganó popularidad hace sólo una década, pero múltiples estudios sugieren que la mezcla de toxinas puede llevar a resultados adversos para la salud. Un modelo animal que simula hogares contaminados con humo de terceras personas encontró que los productos químicos dañaron hígados, pulmones y las habilidades curativas de los ratones. Un estudio de 2010 mostró que el humo de tercera mano mezclado con ácido nitroso, un gas que a veces emiten las estufas a gas con pérdidas, puede formar compuestos químicos cancerígenos. Estas toxinas también han demostrado dañar el ADN humano.
“En conjunto, creo que la evidencia que hemos reunido apunta básicamente a los potenciales altos niveles de riesgo para los bebés y los niños pequeños, y también para las mujeres embarazadas”, dijo Anwer Mujeeb, oficial del Programa de Investigación de Enfermedades Relacionadas con el Tabaco.
Desafortunadamente, eliminar el humo de tercera mano del ambiente de un niño no es una tarea fácil. La variedad de compuestos que conforman el residuo de los cigarrillos reacciona a los productos de limpieza de manera diferente, dijo Matt, lo que hace difícil purgar un espacio de contaminantes.
Los gobiernos y agencias de todo el país han tratado de frenar la amenaza de la exposición al humo estableciendo prohibiciones. Cuarenta y un estados y el Distrito de Columbia han implementado leyes locales libres de humo, según el grupo de cabildeo Americans for Nonsmokers’ Rights.
Aunque la mayoría de estas leyes están destinadas a abordar la exposición al humo de segunda mano, un beneficio no intencional de las ordenanzas es una reducción en el humo de tercera mano, dijo Stanton Glantz, profesor de medicina y director del Center for Tobacco Control Research and Education en la Universidad de California en San Francisco.
Reynolds American Inc., la segunda compañía tabacalera más grande de los Estados Unidos, se negó a comentar sobre el estudio. El Grupo Altria, el principal fabricante estadounidense de cigarrillos, no respondió al pedido de comentarios.
Mujeeb dijo que se debe investigar más para comprender mejor los riesgos del humo de tercera mano. Los investigadores todavía no saben el umbral de la exposición que conduce al daño. También deben identificarse otros contaminantes potenciales en el medio ambiente para “caracterizar adecuadamente el riesgo de este humo”, agregó.
Miller es escéptico sobre la amenaza que el humo de tercera mano representa para su familia, pero está decidido a dejar de fumar este año en su cumpleaños número 45, en julio. Con la ayuda de la medicina, espera romper el hábito que, como sus hijos le recuerdan, está comprobado que mata.
“Creo que hay muchas cosas peores que están sucediendo que un poco de alquitrán en mis manos”, dijo.