CENTENNIAL, Colorado.— Sarah Wright visita a su mentora varias veces al día, en la habitación de hotel transformada en oficina en este suburbio de Denver.
Pero su visita de un miércoles por la mañana a mediados de octubre fue una de las primeras con dientes.
La especialista en ayuda a pares, Donna Norton, había impulsado a Wright a ir al dentista años después de que la falta de vivienda y la adicción afectaran su salud, literalmente hasta la mandíbula.
Wright todavía se estaba acostumbrando a su dentadura postiza. “No he tenido dientes en 12, 13 años”, dijo, y agregó que la hacían sentir como un caballo.
Una nueva sonrisa fue el hito más reciente de Wright mientras trabaja para reconstruir su vida, y Norton ha estado allí en cada paso: al abrir una cuenta bancaria, conseguir un trabajo, desarrollar un sentido de autoestima.
La voz de Wright comenzó a temblar cuando habló sobre el papel de Norton en su vida durante los últimos meses. Norton envolvió a Wright en sus brazos, adornados con tatuajes de llamas, telarañas y un zombi Johnny Cash.
“Oh, muffin”, le dijo. “Estoy tan orgullosa de ti”.
Norton, de 54 años, es una abuela que maneja una Harley, ama a los bulldogs, lleva ocho años sobria y, profesionalmente, “es una persona que anima a los que se ven mal en papel”.
La gente la quiere. “Si me buscaras en un papel, no estarías en esta habitación conmigo”, dijo Norton. “No me dejarías acercarme a tu casa”.
Si fuera terapeuta o trabajadora social, abrazar y compartir sus experiencias con las drogas y la ley podría considerarse cruzar la línea de los límites profesionales. Pero como especialista en apoyo de pares, a menudo eso es parte del trabajo.
“No tengo límites”, dijo Norton. “A la m…”, dijo, “aquí es un término cariñoso”.
Norton trabaja para la Fundación Hornbuckle, que brinda apoyo entre pares a los participantes en la SAFER Opportunities Initiative, que ofrece refugio a corto plazo en el hotel para personas del condado de Arapahoe que no tienen hogar y tienen trastornos de salud mental o adicciones.
Los especialistas en apoyo a pares están ellos mismos en recuperación y se los contrata para ayudar a otros. A medida que se distribuyen miles de millones de dólares en fondos para acuerdos por opioides a los estados y localidades, los líderes locales deciden qué hacer con el dinero.
Entre las opciones están apoyar y capacitar a estos especialistas, cuyos requisitos de certificación varían según el estado.
Los estados, condados, municipios y naciones indígenas presentaron miles de demandas contra las compañías farmacéuticas y los mayoristas acusados de alimentar la crisis de los opioides. Muchos de esos casos se convirtieron en grandes demandas colectivas.
Este año, cuatro empresas llegaron a un acuerdo extrajudicial y acordaron pagar $26,000 millones durante 18 años. Los estados participantes deben seguir las pautas sobre cómo se puede gastar el dinero.
En Colorado, cientos de millones de dólares de ese acuerdo (y algunos otros) se destinarán a gobiernos locales y grupos regionales, varios de los cuales presentaron planes para utilizar parte del dinero en servicios de apoyo a pares.
David Eddie, psicólogo clínico y científico investigador del Recovery Research Institute del Hospital General de Massachusetts, dijo que los servicios de apoyo de recuperación entre pares han “ganado mucha fuerza en los últimos años”.
De acuerdo con la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias, la “evidencia creciente” muestra que trabajar con un par especialista puede generar mejores resultados de recuperación, desde una mayor estabilidad en la vivienda hasta tasas más bajas de recaídas y hospitalizaciones.
Un informe de la Oficina de Responsabilidad del Gobierno de EE.UU. identificó los servicios de apoyo entre pares como una práctica prometedora en el tratamiento de adultos con adicciones. En muchos estados, estos especialistas reciben un reembolso a través de Medicaid.
“Pueden llenar un vacío realmente importante”, dijo Eddie. “Pueden hacer cosas que nosotros, como médicos, no podemos hacer”.
Pueden, por ejemplo, ayudar a navegar la burocracia del sistema de servicios de protección infantil, sobre el cual los médicos pueden tener poco conocimiento, o invitar a alguien a tomar un café para construir una relación. Si una persona deja de asistir a la terapia, dijo Eddie, un especialista en apoyo de pares “puede ir físicamente a buscar a alguien y traerlo de vuelta al tratamiento, ayudarlo a volver a participar, reducir su vergüenza, eliminar el estigma de la adicción”.
Norton, por ejemplo, recogió a un cliente que la llamó desde un callejón después de ser dado de alta de un hospital por una sobredosis.
“Algunas personas te dirán: ‘Decidí que me iba a recuperar y nunca más iba a beber, drogarme o consumir’. Esa no es mi experiencia. Me tomó 20 años lograr mi primer año limpia y sobria. Y significó intentarlo todos los días”, dijo Norton desde su oficina. En una canasta debajo de su escritorio tiene tres kits de reversión de sobredosis de opioides surtidos con Narcan.
Su oficina, tibia por la luz del sol que entra por una ventana orientada al sur y la rotación casi constante de personas que se dejan caer en el sofá, tiene un estante con artículos esenciales. Hay tampones, para quien los necesite —Norton “nunca olvidará” la vez que recibió una multa por robar tampones en una tienda de comestibles mientras no tenía hogar— y kits de análisis de orina, para determinar si alguien está drogado o experimentando psicosis.
Norton enseña a “parar, tirarse al piso y rodar” como un mecanismo de afrontamiento cuando las personas se sienten perdidas y piensan en volver a consumir. “Si estás en crisis, ¿qué haces?”, dijo Norton. “Te detienes de inmediato, te recuestas en el suelo, ruedas y sales. Así que digo ‘Vete a la cama. Solo ve a dormir’. La gente dice: ‘Esa no es una herramienta de bienestar’”.
“Lo es”, intervino Audrey Salazar. Una vez, cuando Salazar estaba a punto de recaer, se quedó con Norton un fin de semana. “Literalmente me dormí”, dijo Salazar. Las dos descansaron y comieron Cocoa Puffs y Cheez-Its de la caja.
“Fue tan malo”, dijo Norton sobre el atracón de comida chatarra. Pero el fin de semana volvió a encarrilar a Salazar. Trabajar con un especialista en apoyo de pares que ha “recorrido el mismo camino”, dijo Salazar, “te vuelve responsable de una manera muy amorosa”.
Ese día de octubre, Norton pasó de regañar a una persona para que hiciera una cita con el médico, a conseguir que otra persona creara una despensa de alimentos, a descubrir cómo responder al banco que le dijo a un tercer cliente que no se podía abrir una cuenta sin una dirección residencial. También trabajó en bajar las defensas de un recién llegado, un hombre elegantemente vestido que parecía escéptico del programa.
Algunas personas llegan a Norton después de haber sido liberadas de la cárcel del condado, otras por el boca en boca. Y Norton ha reclutado gente en los parques y en la calle. El recién llegado aplicó después de enterarse del programa en un refugio para personas sin hogar.
Norton decidió que compartir un poco sobre ella misma era el camino a seguir con él.
“‘Mi experiencia son las cárceles, los hospitales y las instituciones. Tengo un número antiguo, es decir, un número de convicto. ‘Y tengo ocho años sin drogas’”, recordó haberle dicho. “‘Mi oficina está al final del pasillo. Hagamos algunos trámites. Hagámoslo'”.
Norton es uno de los siete pares en el personal de la Fundación Hornbuckle, que estima que cuesta alrededor de $24,000 por mes para brindar servicios de pares a este grupo de residentes, y los especialistas que trabajan a tiempo completo ganan alrededor de $3,000 por mes más $25 por hora por cliente.
La oficina de Norton es el centro de actividad de un piso en un hotel donde viven unas 25 personas que participan en la Iniciativa SAFER mientras se recuperan de los trastornos adicciones hasta que se “gradúan” en otro hotel, ubicado al lado. A partir de ahí, se mudarán a su propia vivienda, que los empleados a menudo les ayudan a encontrar.
Mientras están en el programa, los residentes se reúnen al menos una vez a la semana con un administrador de casos, un terapeuta y un especialista en apoyo de pares, además de asistir a reuniones grupales, que se llevan a cabo todos los días excepto los domingos y están dirigidas por compañeros.
Kyle Brewer, con sede en Arkansas, es el administrador del programa de especialistas en pares de NAADAC, la Asociación de Profesionales en Adicción (anteriormente, la Asociación Nacional de Consejeros sobre Alcoholismo y Abuso de Drogas). Brewer, quien dijo que su vida se descarriló después de que comenzó a usar opioides recetados para controlar el dolor de la extracción de una muela de juicio, dijo que los fondos de acuerdos por opioides presentan una oportunidad para apoyar a las personas que trabajan con las personas necesitadas.
“Cuando estamos trabajando y hablando y resolviendo problemas de diferentes enfoques para resolver la crisis de los opioides, deberíamos tener a las personas que se han visto directamente afectadas por esos problemas en la sala, guiando esas conversaciones”, dijo.
Hacia el final del día, Norton volvió a encontrarse con el muchacho nuevo en el pasillo, esta vez cuando regresaba de la máquina de hielo.
“Ocho años limpio. Me quito el sombrero ante ti”, dijo.
“Empecé con un día”, dijo Norton.
“Bueno, comenzaré con una hora”, dijo el muchacho.
Dijo que necesitaba limpiar su auto, donde había estado viviendo. Dijo que tiene problemas para ponerse los jeans por la mañana después de perder un pulgar por haber estado expuesto a temperaturas congelantes. Quería encontrar un trabajo de medio tiempo. Tiene que resolver un trauma con terapia. Su madre murió hace aproximadamente un año y medio.
“El viernes por la noche, iremos al cine”, dijo Norton.
“Oh, genial”, dijo. “Quiero ver la nueva de Top Gun”.